Último representante de los grandes pintores del neoclasicismo francés, Ingres se presenta sin embargo con una postura ambigua frente a los postulados clasicistas que le sitúan dentro del germen del movimiento romántico. Estudió en la Academia de Toulouse, antes de trasladarse en 1797 a París, donde fue alumno de J. L. David.
En 1801 ganó el Prix de Rome con Aquiles y los enviados de Agamenón, pero no pudo ir a Italia por motivos políticos y comenzó a trabajar como pintor en París. Cumplió peticiones privadas, sobre todo retratos (Mademoiselle Rivière) y encargos oficiales (Bonaparte, primer cónsul y Napoleón emperador). En 1807 Jean Auguste Dominique Ingres pudo establecerse por fin en Roma, subvencionado por el gobierno francés y, cuando se le acabó la beca, decidió permanecer en la ciudad por su cuenta. No le faltaron los encargos, en particular de la colonia francesa y de Napoleón, para quien decoró su palacio en Roma.
Napoleón emperador, de Jean Auguste Dominique Ingres
Tras una estancia de cuatro años en Florencia a partir de 1820, regresó a París. En 1824, el Voto de Luis XIII, de Ingres, se expuso en el Salón al lado de la Matanza de Quíos, de Delacroix; el contraste entre ambas obras dio un gran prestigio a Ingres, que abrió un estudio en París, donde trabajó incansablemente hasta su muerte. Sólo abandonó la capital francesa durante un breve período (1835-1841) para dirigir la Academia de Francia en Roma.
Además de obras alegóricas de gran envergadura (La apoteosis de Homero para el palacio del Louvre; El sueño de Ossián) y de cuadros mitológicos, pintó retratos y obras de desnudo femenino, que fueron su gran especialidad y las que han perpetuado su nombre.
La gran odalisca (1814)
La gran odalisca es una imagen típica del gusto por los temas exóticos y orientales del momento y una figura sorprendente por sus tres vértebras de más, como señalaron los críticos, y la mezcla conseguida entre el contorno sinuoso y reptante con la tradición del desnudo clásico. Ingres reiteró estos interiores turcos y ambientes imaginarios a lo largo de toda su carrera, creando un modelo femenino sensual, de rasgos indolentes, en una atmósfera que parece estar inmóvil y congelada por la frialdad de la factura.
Ingres no es, en sentido estricto, neoclásico ni académico, sino un ferviente defensor del dibujo. Resulta a la vez clásico, romántico y realista. Ingres constituye un claro exponente del romanticismo en cuanto a los temas, el trazo abstracto y las tintas planas de intenso colorido. Algunas de sus obras se enmarcan en el llamado «Estilo trovador», inspirándose en el ideal estético griego y gótico, además de en las miniaturas de los libros de horas de Fouquet. Igualmente, es ejemplo de orientalismo, pues muchos de sus cuadros, especialmente desnudos femeninos, están dominados por un sentido irreal del exotismo propio del siglo XVIII.
Cuando se expuso por primera vez en el Salón de París, los críticos advirtieron la cualidad literal de las tres vértebras de más que lucía la odalisca, sin alcanzar a descubrir las razones pictóricas por las que Ingres realiza dicha abstracción.Se trataba de un homenaje a la belleza heredada, equivalente pictórico de la verdad. Ingres entendía el arte como un artificio, no una realidad: es la manera en que un artista convence a otros, lo que convierte su trabajo en una obra maestra, ahí radica la belleza abstracta del arte. La naturaleza aparentemente paradójica de Ingres combina una sensación externa de realismo con dicho artificio. Ingres fue un incomprendido en su tiempo, pero su legado pervive a través de las obras de Matisse y Picasso.La gran Odalisca es una de las imágenes más bellas y más conocidas de Dominique Ingres y ha llegado a simbolizar la tradición occidental de pintar desnudas. Se la encrgó la reina de Nápoles, hermana menor de de Napoleón Bonaparte, justo un año antes de que su esposo y ella contrajeran matrimonio (y de que el fuera ejecutado). Se supone que estaba colgada junto a otro desnudo de Ingres, ahora en paradero desconocido.
En obras semejantes, como La gran bañista , La fuente o El baño turco , Ingres une al dominio y la expresividad de la línea que le eran connaturales una sensualidad contagiosa que les confiere buena parte de su atractivo. Fue considerado el mejor pintor de su tiempo y ha pasado a la historia del arte como un genio de la pintura académica y caligráfica.
La Apoteósis de Homero es una de las pinturas más representativas de la teoría neoclásica;sigue el modelo de la Escuela de Atenas de Rafael.
Ingres imaginaba dos grupos en gloria, los homéricos viejos y los modernos. A todos los situó alrededor de Homero, al que homenajean .Ingres muestra el momento en que una mensajera de los dioses pone en su cabeza el laurel de la inmortalidad. A los pies de Homero se puede ver a sus dos hijas épicas: la Ilíada y la Odisea.
Apeles y Rafael
En la obra hay 46 personajes y fue pintada para el techo de una de las salas del Louvre de Paris. Homero es el personaje central al cual le rinden honor en el templo clásico todos los pintores, escultores y artistas de variadas épocas.
Veamos una descripción más detallada...
Homero, es coronado por la Victoria, o la alegoría de la Humanidad (al parecer no hay acuerdo en la exégesis de esta rafaelesca figura alada). Sentadas a sus pies, como si de prolongaciones de las patas del trono se tratara, se encuentran las personificaciones femeninas de la Ilíada y la Odisea, con los símbolos que las identifican: la espada y el remo.
De los invitados más cercanos al gran Homero, Ingres destacó a Apeles, el único ataviado con un manto azul celeste y conduciendo de la mano a Rafael, gesto que resumiría la personal profesión de fe artística de Ingres. Frente al pintor griego y el divino artista de Urbino, el pintor situó a otra pareja de inmortales, Fidias, ofreciendo a Homero sus útiles de escultor y, tras él, a Miguel Angel. En la parte inferior de la escena otros tantos amigos nos dirigen sus miradas y nos invitan a sumarnos al homenaje: Poussin a un lado y Molière al otro, rodeados de literatos franceses.
Como no podía ser de otro modo, no olvidó Ingres a los músicos desde el mítico Orfeo, junto a Homero, a Gluck y su predilecto Mozart, a la sombra de Poussin.
Estos otros personajes se reparten el espacio: Horacio, Pisístrato, Licurgo, Virgilio, Safo, Alcibíades, Eurípides, Menandro, Demóstenes, Sófocles, Esquilo, Heródoto, Lino, Museo, Píndaro, Hesíodo, Platón, Sócrates, Pericles, Aristóteles, Aristarco, Alejandro Magno, Esopo, Shakespeare, La Fontaine, Tasso, Corneille, Racine, Boileau, Longinos, Fénelon y Camoens.
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