Antes que nada he de advertir que no me desagrada la pintura de Adolf Wölfli, el absolutamente metódico y creativo proceso mediante el cual rellena miles de paginas en blanco sin dejar el más mínimo espacio, con ese “horror vacui” esquizofrénico del que no tiene más remedio que hacerlo porque si se detiene, entonces vienen esos malos pensamientos, y le impulsa a trazar un punto más, una línea más. La musicalidad de sus pinturas, el magistral uso del color y las cualidades rítmicas y decorativas, le acercan a uno de los más grandes artistas “cuerdos” del siglo XX: Paul Klee.
Suizo, nacido en el cantón de Berna en 1864, con una espantosa infancia: padre alcohólico, víctima de abusos , a los nueve años va pasando de granja en granja haciendo los más diversos trabajos. Durante su juventud, marcada por un desengaño amoroso, es llevado a prisión . A la salida de la cárcel, reincide y es internado en 1899 en el hospital de Waldau, cerca de Berna, hasta su muerte en 1930.
Vista general de la isla Neveranger-1911
Tras unos años de aislamiento debido a su carácter agresivo, a los treinta y cinco años explota: su creatividad asombrosa produce un inagotable caudal de actividad artística imparable. Ha descubierto que la creación le calma, que no tiene más remedio que pintar, escribir y componer música de forma incesante, a todas horas, procurando dar forma a ese caos que sólo él puede ver. Se conservan miles y miles de páginas de sus magistrales dibujos, collages, textos y composiciones musicales. En 1904, el doctor Walter Morgenthaler se fija en su obra y acabará publicando una monografía en 1921: Ein Geisteskranker als Künstler.
Imagino al doctor observando el cambio en la agresividad de su paciente, canalizada ahora ante una hoja en blanco y un puñado de lápices de colores (que consigue regalando sus obras a los visitantes de la clínica), el súbito interés por el arte de una persona ajena a él, alguien que no había recibido ninguna formación artística. Y su asombro al descubrir la belleza de la producción incansable (la misma que me asombra hoy a mí) o las composiciones musicales que el propio Wölfli interpretaba con una trompeta de papel.
San Adolfo llevando gafas
En 1908 comenzó a escribir su autobiografía, los viajes por el mundo de un niño que pasa de ser caballero, a emperador y finalmente santo: "San Adolfo II". Veinticinco mil páginas con mil seiscientos dibujos y otros mil seiscientos collages en cuarenta y cinco volúmenes. Pájaros, edificios, ciudades llenas de catedrales y palacios, diseños geométricos, animales, máscaras, serpientes y mandalas le acompañan en su peripecia vital, salvando miles de obstáculos. Algo totalmente ajeno a lo que había sido su vida.
A su muerte, en 1930, la mayor parte de su obra fue a parar al Museo de Bellas Artes de Berna. Caballero, emperador y santo sin salir de su hospital. Acabo con uno de sus textos: “jardines, paseos y cementerios, numerosas grandiosas Plazas con elevadas, lujosas obras conmemorativas, estatuas ecuestres y monumentos...tranvías electricos. y elegantes aceras”.
Wölfli sufría de alucinaciones y psicosis, y los doctores del asilo se dieron cuenta de que dándole lápices de colores lo podían mantener tranquilo y sin molestar a los demás internos. Wölfli empezó a dibujar, escribir y componer música a los 35 años; nadie se imaginó que dentro de una mente tan atormentada y en una persona sin preparación artística, hubiera lugar para las obras que sería capaz de crear.
El doctor Walter Morgenthaler —quien le regalaba colores cada Navidad— se convertiría en el primer coleccionista de su obra, y así, decidió que ésta la debía conocer el mundo al haber sido creada por un artista sin estudios y con problemas mentales. Morgenthaler escribió el libro Ein Geisteskranker als Künstler (Un paciente psiquiátrico como artista), donde describía a Wölfli y sus logros.
Wölfli creó una narrativa ilustrada, From the Cradle to the Grave (De la cuna a la tumba) (1908-1912) de casi 3 mil páginas —mediante el uso de textos, dibujos, collage, composiciones musicales y una mitología propia—, a través de la cual replanteó la historia de su infancia. En este libro narra la historia de un niño llamado Doufi, quien viaja por el mundo, y está ilustrado con imágenes de edificios, construcciones, mapas, retratos, animales y plantas, todos inventados por él.
Luego escribió Geographic and Algebraic Books (Libros geográficos y algebraicos) (1912-1916), una colección que describe una nueva forma para construir el futuro, y se concentra en la creación de numerosas ilustraciones y notaciones musicales. Sus últimos trabajos los firma con varios sobrenombres, pero el último que utiliza es «St. Adolf ii», confiriéndose a sí mismo una nueva identidad, lograda después de tantos años de trabajo.
Wölfli falleció en 1930, y 45 años más tarde, Elka Spoerri creó la Fundación Adolf Wölfli para la conservación de su obra, cuyos trabajos se exponen en el Kunstmuseum Bern.
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