A 65 kilómetros de Huesca, sobre un escarpado cerro, se alza esta poderosa fortalezas templaria. En época musulmana era una estratégica plaza situada en el límite de los distritos de Huesca y Lérida. En el siglo XI fue tomada por el Cid Campeador. La vida del Cid está íntimamente ligada a esta fortaleza, en la que quedó bajo custodia durante años su famosa espada, la Tizona.
Tras el testamento de Alfonso I el batallador, se creó en Monzón una gran encomienda templaria, que llegó a ser la principal casa del Temple en la Corona de Aragón, centralizando aquí la comandancia militar. En Monzón se convocaron en numerosas ocasiones las Cortes de la Corona y otras reuniones importantes, como las previas a la conquista de Valencia o a los ataques al reino de Francia.
En este castillo pasó su infancia el futuro rey de Aragón Jaime I el Conquistador, bajo la tutela del maestre del templario. En el siglo XIV, cuando el Papa Clemente V ordenó el arresto de todos los miembros de la Orden del Temple, el comendador de Monzón, se hizo fuerte en este castillo. El ejército real sitió la plaza, tras siete meses de asedio los soldados del rey tomaron Monzón. Las posesiones templarias pasaron a la orden de San Juan de Jerusalén. Con el tiempo, la encomienda fue perdiendo importancia, aunque se mantuvo como tal hasta el siglo XVIII.
Muchas de las leyendas del castillo de Monzón hacen referencia a su red de galerías subterráneas. Se dice que los templarios disponían de ocho galerías subterráneas secretas para salir al exterior. Actualmente el castillo cuenta con una serie de paneles informativos, donde se explican algunas de estas galerías. Las galerías subterráneas no sólo fueron importantes en el asedio final a los templarios, sino que Jaime I también las conocía. Cuenta una leyenda que se escapó del castillo por uno de estos túneles, llegando hasta el río Cinca, cruzándolo a nado con apenas ocho años de edad.
Como ya comenté el castillo de Monzón fue la fortaleza que permitió a los templarios dominar el valle medio del Cinca y dejar una huella imborrable en la historia del reino y de la Corona de Aragón. Hoy, sigue sorprendiendo por su localización perfecta, sus vistas kilométricas y sus murallas que han guardado los tesoros de aquel entonces...
Situado en un cerro de 335 metros, el castillo siguió siendo durante la edad moderna y contemporánea un emplazamiento defensivo y militar, lo que ha marcado su actual fisonomía, manteniendo guarniciones hasta el siglo XIX. Su aspecto exterior definitivo es fruto de los trabajos llegados a cabo en del siglo XVIII. Durante la Guerra de la Independencia fue tomado por las tropas francesas del mariscal Suchet y liberado en 1814 por el Ejército español y durante la Guerra Civil fue utilizado como refugio. Hoy es Bien de Interés Cultura y Monumento Nacional .
El acceso al Patio de Armas se realiza a través de varias empinadas rampas atravesando varios muros defensivos. La primera dependencia que llamará nuestra atención, una vez atravesada la segunda puerta de acceso al recinto, serán las caballerizas, unas salas excavadas en la roca natural, siendo esta una denominación actual que responde a su utilización como tal durante la permanencia de las distintas guarniciones militares. A lo largo de la historia ha tenido diferentes usos como almacén de armas, calabozo, refugio en la guerra civil de 1936 y museo etnológico.
Algunas fuentes apuntan a que sobre un castrum romano, se levantó una fortaleza musulmana a comienzos del siglo X. Después, el rey aragonés Sancho Ramírez, que se enfrentó al desterrado Cid Campeador en este territorio, conquistó la fortaleza a los musulmanes. En los primeros cincuenta años de reyes cristianos, se erigió el recinto que todavía se conserva y la Torre del Homenaje.
Más tarde, en 1143, es entregado a la Orden del Temple, que hace de Monzón un centro importante. Muchos de los restos conservados son de esta época y se sitúan en el Patio De Armas, situado en la parte superior del cerro y de trazado irregular. La Sala Capitular es un gran rectángulo tosco, con una cubierta de cañón y que produce una gran impresión. En ella se abre la boca del pozo que da al aljibe. En el siglo XVI se modifica su aspecto monástico para ser utilizada como cuartel y en la actualidad acoge actos culturales. Mediante un arco de medio punto de ladrillo se une a la Torre del Homenaje, está edificada en mampostería, encadenada en sillar, y tiene una planta cuadrada de 10 metros de lado. La puerta original se encuentra en alto y en la restauración llevada a cabo en la segunda mitad de la década de los noventa se reconstruyeron las dos ventanas de ajimez. En el interior encontramos cuatro plantas y podemos visitar una pequeña muestra de objetos encontrados en los trabajos arqueológicos.
La Torre del Homenaje,está emplazada en el interior del recinto medieval, aislada del resto de las construcciones, constituyendo su último reducto defensivo. Se encuentra unida por su parte superior al edificio donde se encuentran la sala capitular y el refectorio por un arco de medio punto de ladrillo, en cuya parte superior se abre una conducción de agua destinada a alimentar el aljibe de esta construcción.
Es un edificio de planta cuadrada de 10 m de lado construido con aparejo de cantos rodados dispuestos al modo opus spicatumencadenados con sillares de arenisca en las esquinas, en el centro y en la separación de los entrepaños de cantos rodados.
La puerta de acceso original estaría situada en alto, en la primera planta del costado noroeste. En la actualidad se abre en arco de medio punto adovelado a nivel de suelo. En la última planta, durante los trabajos de restauración, se abrió una ventana nueva basada en la existencia de un grabado antiguo que atestigua que la torre tuvo dos ventanas ajimezadas con arcos tumidos o de herradura apuntada de tipo árabe, enmarcados por alfiz. Aparte de estas ventanas, el resto de aberturas está compuesto por aspilleras perforadas en los paños noreste y suroeste, estrechas, verticales y simétricas, con arquito semicircular labrado en el dintel y doblado decorativamente por un segundo arco rehundido.
Interiormente la torre se divide en cuatro plantas más la galería superior. En la actualidad alberga una colección de láminas antiguas del castillo y una exposición con objetos hallados en diferentes campañas de excavación tanto en la torre como en la iglesia de San Juan.
La mayor parte de la bibliografía existente relaciona la torre con la arquitectura musulmana (siglos IX-X) debido a la presencia en grabados antiguos de una ventana ajimezada con dos arcos de herradura apuntada de clara influencia musulmana (que actualmente ha sido reconstruida), así como por el tipo de aparejo utilizado en su construcción, en espina de pez.
Sin embargo, en esta zona no existe ningún otro caso de fortificación musulmana con este tipo de aparejo. Por el contrario, en la comarca hay otros ejemplos de esta técnica constructiva en edificios cristianos como la parte inferior de los ábsides de la ermita de la Magdalena en Cofita.
En la iglesia de San Nicolás, encontramos el Centro de Interpretación de los templarios, que la construyeron en el siglo XII. Se trata de una planta rectangular con cabecera románica, semicircular y cubierta con cuarto de esfera. En el centro del ábside se abre una gran trampa en el suelo por donde desciende un subterráneo abierto a golpe de pico a través de la roca, el cual tenía tres salidas. Al exterior, el ábside es poligonal en semihexágono.
La iglesia de San Nicolás está construida en piedra sillar de arenisca, en la actualidad muy deteriorada debido al proceso de erosión sufrido a lo largo del tiempo, de nave única con planta rectangular y cuyo único ábside, poligonal al exterior, configura un sólido y elevado cuerpo defensivo que cerraba el castillo por el este y se integraba en la muralla como una torre más.
La cabecera es al interior semicircular y se encuentra cubierta con bóveda de cuarto de esfera, abriéndose en el centro del ábside una gran trampilla por donde se desciende hasta una mina subterránea excavada en la roca natural, de gran longitud y con tres salidas externas.
La nave de la capilla se cubre con bóveda de cañón apuntado y se encuentra iluminada por las tres ventanas semicirculares del ábside y por las tres ventanas abiertas en la entrada, así como por otra abierta en el muro sur. La puerta principal, situada en la fachada de los pies, al oeste, se abre en arco de medio punto con las dovelas muy rasgadas que imitan escultóricamente una portada abocinada, mediante la colocación de finas molduras a modo de arquivoltas semicirculares, y con una decoración de arquitos en bajorrelieve de aspecto cisterciense que escasamente se conservan. Ninguna de estas arquivoltas se apeó en columnas. En la clave de la moldura que presenta la decoración en bajorrelieve se dispuso un crismón de traza simple con el monograma de Cristo y con las letras alfa y omega a cada lado.
En la fachada se abrieron varios vanos de iluminación: dos pequeñas ventanas en arco de medio punto sobre la portada de acceso y otra de mayor tamaño en el centro de la fachada, también de medio punto. Es seguro que esta última presentaba sendas columnitas apeadas en capiteles. Sobre ella se abre otro pequeño vano también en arco de medio punto.
En la portada de acceso, al interior, se colocaron dos ménsulas en piedra trabajada decoradas con modillones de rollo y con dos figuras zoomorfas esculpidas en su centro, una de las cuales parece estar representando a un cáprido y la otra a un cánido, quizá un lobo.
En el muro sur de la capilla se abrieron dos ventanas de iluminación cuyo estado de conservación es muy deficiente, por lo que su descripción resulta problemática. Se han considerado tradicionalmente como piezas reutilizadas procedentes de un edificio prerrománico, aunque estudios recientes (Arilla, 2005) la consideran contemporánea a la fábrica de la iglesia, si bien admitiendo que su decoración resulta atípica y exótica en el contexto del arte románico aragonés. La ventana más occidental, tabicada con ladrillo, presenta arco de medio punto con dovelas al exterior muy rasgadas, en las que se concentra una decoración geométrica en bajorrelieve. Dicha ornamentación externa, trazada a compás y enmarcada en cada una de las dovelas por un listel perimetral, configura elementos, simétricos en cada una de las piezas, que recuerdan motivos solares, tales como rosas hexapétalas, o cruces patadas. En el intradós del arco se perciben restos que parecen indicar que éste, como su gemelo oriental, fueron polilobulados o bien festoneados. Por último, es seguro que esta ventana occidental presentaba sendas columnitas apeadas en capiteles, idénticas a las de la ventana oriental, ya que persiste el espacio dejado por las mismas en las jambas del arco.
Por su parte, la ventana oriental presenta al exterior un estado de conservación muy precario, dado que apenas mantiene elementos de su fábrica original. Como la anterior pudo tener dovelas decoradas con relieves, de los que nada queda en la actualidad. Tan sólo podemos observar hoy día restos de las columnas adosadas de las jambas, de las que destaca un capitel con decoración vegetal en el lado Este y algunos vestigios de los fustes esculpidos en los sillares. También en este caso subsisten en el intradós marcas en las dovelas que indican que éste estuvo decorado, bien con festones o bien con lóbulos.
La Orden del Temple fue una de las órdenes militares cristianas más importantes de la Edad Media. Fundada en Jerusalén en 1120, su primer objetivo fue la protección de los caminos por los que los peregrinos cristianos iban a Tierra Santa, pero pronto se convirtieron en la principal fuerza militar que mantenía el frágil equilibrio de los reinos cruzados de Oriente. En 1147, el papa Eugenio III les concedió el hábito distintivo con la capa blanca y la cruz roja. Hasta su disolución, en 1314 por Clemente V, el Temple creó una estructura de casi 1.000 castillos, preceptorías y casas subsidiarias, en buena parte de Europa y oriente próximo.
A la Corona de Aragón llegaron hacia 1130 y participaron activamente en la conquista sobre los musulmanes a cambio de numerosas donaciones y dominios feudales. Monzón fue uno de sus últimos reductos tras ser disueltos por el papa. Las órdenes militares tuvieron una presencia tan importante que en Aragón que incluso un rey, Alfonso I el batallador, donó el reino a dichos monjes guerreros: a la orden de los Templarios, a los Hospitalarios y a los caballeros del Santo Sepulcro de Jerusalén, aunque dicha voluntad no se llegó a cumplir. En la iglesia de San Nicolás se puede conocer la historia y la leyenda de una de las organizaciones más misteriosas y atractivas de la edad Media.
Otro de los espacios interesantes es la torre de Jaime I por ser la que, según la tradición, albergó al todavía príncipe Jaime durante su estancia en el castillo con los caballeros templarios entre 1214 y 1217. De planta trapezoidal, este edificio construido en el siglo XII por los Templarios sirvió de cárcel durante su dominación (1143-1308). Posee dos plantas y una terraza. A la planta baja se accede por el cuerpo de guardia adosado al edificio en la última remodelación militar.
Las principales reformas que sufrió el castillo durante época Moderna, que envuelven y parcialmente enmascaran el conjunto templario, tuvieron lugar en la segunda mitad del siglo XVII, tras la Guerra de Secesión de Cataluña. Entonces el castillo fue adaptado a los requisitos de la guerra moderna y a la defensa frente a la artillería.
Las obras de ampliación y modernización la dotaron de gruesas murallas de ladrillo, dispuestas en talud para ofrecer más resistencia a los proyectiles de la artillería, rodeando el núcleo medieval, para llegar al cual debía recorrerse una larga rampa de trazado quebrado, durante cuyo ascenso el atacante quedaba siempre expuesto a los disparos de los defensores.
Además, se le añadieron enormes baluartes de ladrillo, bastiones salientes del cuerpo amurallado, baterías, garitas, hileras de aspilleras para armas de fuego... Un conjunto de elementos defensivos que se recorren, en primer lugar, antes de acceder a la fortaleza medieval.
El acceso a la fortaleza se realiza por medio de una prolongada rampa, flanqueada por murallas y muros de contención realizados en ladrillo cara vista, que termina en un puente levadizo sobre foso artificial. Tras atravesar la primera puerta el camino, con pavimento de cantos rodados que forman dibujos geométricos en algunas zonas, continúa en zig-zag hasta llegar a una primera terraza donde se encuentran varias garitas de vigilancia dispuestas estratégicamente en las esquinas del muro que delimita esta plaza.
La segunda puerta es una construcción adintelada realizada en piedra sillar y flanqueada por pilastras acanaladas, sobre la que se dispone otra construcción en ladrillo cara vista provista de aspilleras para fusilería.
La primera dependencia que se encuentra una vez atravesada la segunda puerta de acceso al recinto son las caballerizas excavadas en la roca natural. Ésta es una denominación actual, que responde a su utilización como tales durante la permanencia de las distintas guarniciones militares; sin embargo, a lo largo de la historia han tenido diferentes usos, como almacén de armas, calabozo y refugio en la guerra civil de 1936-1939.
En la loma que se alza al sureste del castillo se encuentran los restos del fuerte de Santa Quiteria. La fortificación de esta colina era obligada, ya que se encontraba en una cota ligeramente superior, y desde allí un ejército atacante hubiera podido batir con facilidad a los defensores del interior. El nombre del fuerte proviene de una ermita medieval que se encontraba en este mismo lugar, sobre la cual se edificó en la Edad Moderna la nueva estructura defensiva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario