Progenitor de la raza de los centauros, Ixión intentó suplantar a Júpiter en el lecho de Juno, por lo que fue castigado a girar eternamente atado a una rueda para expiar sus desmanes. Ribera nos muestra una violenta imagen, con el condenado boca abajo, acentuando la tensión dramática mediante la luz, la monumentalidad de las figuras, las forzadas anatomías y la expresividad gestual. Esta obra es la más personal de sus interpretaciones de los condenados en el Hades. A diferencia de Ticio, Ixión contaba con pocos precedentes. Se trata de la única Furia de Tiziano de la que no queda testimonio visual, y tampoco fue muy frecuentada por pintores anteriores, ya fuera en Italia o los Países Bajos. El Ixión de Ribera (1632) tiene pues un carácter cuasi-seminal y demuestra la extraordinaria sabiduría del pintor, tanto en el tratamiento del cuerpo humano sometido a condiciones extremas, como en la transmisión al espectador del horror inherente a la escena. Más aún que en Ticio, Ribera trajo a primerísimo plano la acción. El enorme cuerpo del gigante, animado por el movimiento circular de su castigo, surge de un fondo negro y parece desplomarse sobre el espectador, cuya atención se ve igualmente atosigada por el fiero gesto del verdugo. En Ixión no es el condenado sino el verdugo, quien transmite con su mirada la crueldad del castigo. Se trata de una invención del pintor, pues eran tres figuras femeninas: Alecto, Megera y Tisífone, las auténticas Furias, las encargadas de velar por el cumplimiento de los suplicios de los condenados en el Hades. Ribera optó sin embargo por una figura masculina cuyo rasgo distintivo son los cuernos y unas orejas afiladas. Ninguna fuente clásica o renacentista alude a un personaje de tales características, pero como advirtió Vincenzo Abbate, sí lo hizo Marino en 1623 en L`Adone, concretamente en el canto XIII, titulado La prigione y dedicado a los suplicios del protagonista, encadenado en el Hades por mandato de Vulcano, símbolo de Satanás. Entre los personajes que allí amenazan a Adonis, cita Marino uno con las orejas de asno, que no disfruta con la dulzura de la armonía, es más, la aborrece, nos representa la avaricia y la ignorancia, que no se interesan en la poesía ni se deleitan con la música. La similitud del verdugo descrito por Marino, personificación de la avaricia y la ignorancia, con el pintado por Ribera, resulta concluyente y sugiere un conocimiento de la celebradísima obra del poeta. La pintura comparte idéntica lectura política con su compañero Ticio . Estos episodios de la mitología tenían un carácter ejemplarizante para todos aquellos que desacataban la autoridad de los dioses o de los reyes, o que tenían intención de igualarse con ellos o de engañarlos; tales pretensiones, tanto en Grecia como en la Europa del siglo XVII, eran consideradas dignas de castigo eterno. En 1634 el cuadro fue adquirido a la marquesa de Charela, posiblemente para el Palacio del Buen Retiro
(Texto extractado de Portús, J.: Pintura barroca española: guía, Museo Nacional del Prado, 2001, pp. 84-86; Falomir, M.: Las Furias. Alegoría política y desafío artístico, Museo Nacional del Prado, 2014, pp. 105-108).
https://www.museodelprado.es/coleccion/obra-de-arte/ixion/8d65d17f-1f2a-470b-8744-db931fb01c42?searchid=f6ed2eaf-e243-632e-0366-e2a510a35746
http://www.artehistoria.com/v2/obras/10796.htm
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