La Vendimia o el otoño (sirviéndose de las uvas como símbolo de esta
estación) formó parte de un conjunto sobre las cuatro estaciones, tema
típico del rococó, compuesto por Las floreras o la primavera, La nevada o
el invierno, y La era o el verano. En algunos de ellos vemos a los
personajes están pasando ciertas calamidades. En La vendimia todo es
bello y agradable: encontramos calma y sosiego, valores que seguramente Goya quería asociar al vino.
La pintura se realizó como modelo para los tapices que decorarían el
comedor del príncipe de Asturias en el palacio del Pardo. Se trata de
una de las más completas pinturas de Goya, aunando escena popular muy decorativa con cierto grado de simbolismo
a través del contraste entre las actividades de campesinos afanados en
la recogida del fruto, y aristócratas. La distinta manera de
relacionarse con el acto de la recogida de la uva de estos es un aspecto
realmente fundamental para analizar el propio contexto histórico. No
podemos descartar que exista cierta crítica social en sus obras. “Siento
ardientes deseos de perpetuar por medio del pincel las más notables y
heroicas acciones o escenas de nuestra gloriosa insurrección contra el
tirano de Europa”, llegó a decir.
Goya utiliza el recurso del esquema piramidal, con rotundas figuras,
muy común y apreciado en el Neoclasicismo. En él, un
aristócrata sentado elegantemente sobre su propia capa ofrece un racimo
de uvas negras a una joven. Un niño, dando la espalda al espectador, intenta alcanzar el fruto del placer, reservado únicamente a los mayores, con lo que el conjunto alcanza un simbolismo erótico evidente.
Contempla la escena una campesina con un cesto sobre la cabeza, así
como otros campesinos que ocupan un lugar algo más secundario. Estos
últimos dan paso a un magnifico paisaje del valle donde se sitúan las
viñas de la sierra del Guadarrama que inspiraron la obra del artista,
ubicada en Piedrahíta (Ávila).
La luz otoñal se convierte en la protagonista,
aclarando los tonos de los vestidos. El colorido es luminoso y hay un
predominio de tonos delicados. Los tonos amarillos del traje del
aristócrata muestran a un Goya joven, alejado de la etapa tenebrosa y
oscura que abordará después. Destacan en este lienzo los tonos amarillos y ocres, precisamente los colores más característicos del otoño, que contrastan con el color azul del cielo. Todo enmarcado por una composición ejecutada con gran modernidad.
A pesar de su pincelada rápida, en Goya se aprecian estupendamente
todos los detalles, como cuellos y puños de los trajes, creando una obra
absolutamente sublime. Algunas figuras eran concebidas como nuevas y
chocantes, como el niño dando la espalda. Nuevas influencias llegaban al
Arte. Y es que, como bien dijo Francisco de Goya y Lucientes, “el tiempo también pinta”.
http://reyes.es/la-vendimia-o-el-otono-1786-de-francisco-de-goya-y-lucientes/
No hay comentarios:
Publicar un comentario