domingo, 24 de noviembre de 2019

JOSEF GREBING,LA PINTURA Y LA ENFERMEDAD MENTAL


La enfermedad sorprendió a Josef Heinrich Grebing , siendo un sistemático hombre de negocios. A partir de entonces, cubrirá de dibujos sus antiguos libros de contabilidad. El objetivo de sus columnas de elementos, listas y sistemas es ordenar el mundo desde un nuevo sentido.
Pero lo más importante es que a la hora de establecer una relación como suele hacerse, entre locura y arte, o entre locura y creatividad, hay que saber igualmente establecer el punto en el que una de las dos supera a la otra.
No se le hace ningún favor al sujeto esquizofrénico estimulándolo a pintar o a crear festejando gratuitamente su esfuerzo o el resultado de su esfuerzo por el solo hecho de que se empeñe en ello “dándole falsas esperanzas. Este arte-terapia debe ir acompañado por parte del terapeuta de una profunda capacitación para la apreciación estética, y de una visión clara de qué es lo que el sujeto está explicitando en su acción. El mejor premio al esfuerzo del paciente es que el terapeuta sepa decir eso que el paciente es incapaz de decir incluso en su obra.
En un artículo Thomas Fuchs dice: “es innegable que las obras de estas personas desprenden a menudo una magia especial. El artista sabe cómo llevarnos hasta el umbral de su extraño mundo vital y hacernos atisbar allí algo de la fragilidad de la existencia humana. Percibimos la lucha desesperada del enfermo por reconquistar su propia identidad y su antiguo orden perdidos. Una lucha agónica que el paciente esquizofrénico consigue transmitir en el mundo cerrado de una pintura mejor que en la vida real; de este modo, recupera mediante la creación pictórica, siquiera sea por un valioso momento, su libertad de acción.

Se evidencia, por ejemplo, en las pinturas de Josef Grebing un saber enciclopédico. Su vida descarriló por la psicosis y se rompió finalmente en mil pedazos. Desesperado, recogió los fragmentos restantes y los juntó, en la esperanza de que en las interminables listas, filas y calendarios que realizaba pudiera encerrarse el antiguo sentido perdido del mundo. Con ese objetivo, ordenó y sistematizó compulsivamente columnas de números y las embelleció artísticamente con símbolos y ornamentos. En estos sistemas, tablas y cálculos minuciosamente elaborados, se reconoce a menudo una lógica horadada, que opera, diríase, en paralelo a la normal; refleja aquélla a ésta como de si su espejo se tratara, pero sin encontrarse nunca ambas. En la lógica agujereada se producen también fracturas; el orden conduce al absurdo. En una hoja, llena de números en miniatura, Grebing tiene que tachar una cifra y el pulcro orden queda de golpe aniquilado. Entre sus calendarios seculares, se encuentra uno al que Grebing llamó “El calendario del verdugo y del asesino ladrón”, con el que posiblemente quiso mostrar que, tras la seguridad del orden, le acechaba la muerte.


Grebing nos pone la quiebra del mundo ante los ojos, nos muestra la fractura de la estructura mental que nos lleva a cometer fallos de escritura. Sus creaciones, (obras de arte surgidas del error) no fueron concebidas ni pensadas como tal, sino que las acabó realizando así, con esos errores, debido a la coacción que sobre él ejercía la amenaza externa de disolución y de muerte.
Como se manifiesta en estos ejemplos, la capacidad expresiva de los artistas en relación con ese impreciso impulso creador, es enorme. Los esquizofrénicos se encuentran anegados a menudo por imágenes interiores, exuberantes asociaciones e intensas impresiones externas. Nuestro lenguaje no encuentra expresiones adecuadas que permitan reflejarlas. En esta situación, la pintura abre a los enfermos un mundo ilimitado de posibilidades, donde poner orden y dar forma a sus opresivas e inefables experiencias. Pintar o dibujar significa tener la capacidad de convertir un bosquejo interno en una realización visible. El enfermo puede configurar más fácilmente el espacio del cuadro que la amenazante realidad externa. Dado que el esquizofrénico está condenado a la pasividad frente a sus experiencias psicóticas, la actividad pictórica le proporciona una experiencia de cómo “actuar en correspondencia”. Al bosquejo interno le sigue la acción y un resultado visible; ello le ayuda a arraigarse de nuevo en la realidad.


El paciente puede sentirse así sujeto activo y determinado en un espacio protegido y simbólico. Por eso, la pintura le sirve de contrapunto o de espejo en el cual consigue, a pesar de su desfiguración, reconocerse a sí mismo y también su mundo propio. Y, por último y no por ello no menos importante, la pintura le permite expresar lo que tan sólo con mucha dificultad puede transmitirse con palabras. El cuadro se transforma, pues, en una invitación para que los otros se comuniquen con él. Pues el mundo preverbal de las imágenes, los colores y las formas es común a todos nosotros y no necesita de ninguna gramática refinada.

 



Construía enigmáticos listados, extraños elementos y dibujos sobre sus antiguos libros de contabilidad.
Sus obras (también recogidas en la Colección de Prinzhorn) buscaban el orden y la armonía. Su lógica ordenada conduce al absurdo.



Los nacionalsocialistas alemanes denominaron a estas obras, que fueron expuestas entre 1937 y 1941, como «arte degenerado». Incluso, los nazis quemaron en 1939 más de 4.000 obras de la Colección Prinzhorn y exterminaron a multitud de enfermos mentales de centros psiquiátricos.
Sin embargo, para los surrealistas, que incluso visitaban los centros psiquiátricos, fue una gran fuente de inspiración en sus obras; eran como la «Biblia». Tanto es así, que la colección de Prinzhorn influyó en máximos exponentes del arte como Salvador Dalí, Pablo Picasso o Max Ernst.
Grebing, un hombre de negocios hábil, fue admitido a una edad temprana (1906) en el sanatorio Wiesloch. Las obras de arte realizadas por él fueron robadas por el Departamento de Psiquiatría de Heidelberg, quien luego (segun informes posteriores ) se supone que   lo asesinó en 1940. 


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