Este tocado presenta forma cilíndrica con un forro y tiras de tela para su ajuste. Se decora en la superficie con cuartelados de castillos y leones. Los castillos se diseñan con abalorios azules en una superficie de plata dorada que se dispone sobre un fondo rojo de cuentas vítreas, y los leones están bordados sobre fondo de cuentas de aljófar. Remata con dos franjas perimetrales metálicas en la parte superior e inferior que se adornan con cabujones y decoración incisa con escudos de castillos y leones.
El Monasterio de Santa María la Real de las Huelgas de Burgos, fundado en 1187 por Alfonso VIII y Leonor Plantagenet, sirvió durante los siglos XIII y XIV como panteón de la familia real castellana. La apertura de sus sepulcros, realizada con un fin científico de estudio, se produjo entre 1942 y 1944, y proporcionó lo que hasta la fecha es el mejor conjunto de indumentaria civil medieval del mundo, tanto en cantidad como en calidad. A pesar de las aperturas violentas sufridas a lo largo de la historia, una de las sepulturas del panteón, atribuida al emperador Alfonso VII, permaneció intacta hasta el siglo XX. Tras su apertura y estudio se adjudicó al infante Fernando de la Cerda , heredero de Alfonso X el Sabio. El sepulcro, con todo su contenido intacto, se revela como un ejemplo único para describir el modo de enterramiento y la riqueza del ajuar, que se reservaba para la monarquía castellana del siglo XIII.
El infante fue sepultado con su propio traje, complementado con un anillo en su mano derecha, un bello cinturón, su espada, y unos acicates. Su cuerpo reposaba sobre varias almohadas en un ataúd de madera forrado, tanto al exterior como al interior, con ricos textiles. A diferencia de épocas anteriores, los hombres del siglo XIII gustaron de cubrir sus cabezas con diferentes tocados, siendo un ejemplo excepcional este birrete decorado con las armas del infante.
El birrete está realizado mediante un armazón cilíndrico de madera de haya, que sirve de soporte, cubierto por un lienzo blanco fino forrado de tafetán carmesí, sobre el que se dispone la decoración heráldica. El barboquejo está realizado con dos fragmentos de tela cosidos en redondo, decorados con una composición geométrica carmesí perfilada en negro sobre un fondo dorado.
La decoración de cuartelados de castillos y leones son las armas que correspondían al infante, primogénito de Alfonso X, y responde al gusto por la llamada moda heráldica, propio de la segunda mitad del siglo XIII, en la que este motivo decorativo invade todo tipo de superficies. En el contexto del Monasterio de las Huelgas adorna varios sepulcros reales y decora el ajuar textil y las prendas de indumentaria, como la saya, el pellote y el manto del mismo infante, o el manto del rey Fernando III el santo.
Este tipo de tocado de ceremonia, llamado birrete o bonete, se encuadra dentro del tipo genérico de capiello, que según Carmen Bernis sería una voz más general para todo tipo de prenda que se llevara en la cabeza. Inspirado en el mundo militar, su origen se encuentra en los yelmos cilíndricos de principios del siglo XIII, y causó furor entre las clases privilegiadas. El Libro de los Juegos y Las Cantigas de Alfonso X el Sabio ofrecen varios ejemplos de personas tocadas con este tipo de birrete, que en el caso de las representaciones regias, se adorna con el cuartelado de castillos y leones, siguiendo los mismos colores que este modelo.
Se conservan solamente tres ejemplares de este tipo de tocado: el perteneciente al infante don Felipe (1274), hijo de Fernando III, extraído de su sepultura en la iglesia de Santa María la Blanca en Villalcázar de Sirga (Palencia) y conservado en el Museo Arqueológico Nacional; el del rey Alfonso X (1284), enterrado en la catedral de Sevilla y todavía en su sepulcro; y el más rico de todos, este ejemplar perteneciente al infante Fernando de la Cerda, hallado su sepultura en el Monasterio de las Huelgas.
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