Si hay alguna leyenda medieval que, por más que sea conocida, aún nos produce una atracción especial es la de los templarios. La Orden del Temple fue una orden religiosa de guerreros cristianos. Su búsqueda del Santo Grial en Tierra Santa ha fascinado a decenas de generaciones y ha alimentado la fantasía y la literatura de siglos posteriores.
Uno de los enclaves templarios en el norte de España aún conserva ese encanto y misterio que rodea a todo lo que tiene que ver con la Orden del Temple. Se trata del Castillo de Ponferrada, en la provincia de León, que fue declarado Monumento Nacional Histórico Artístico en 1924. El castillo es una colosal edificación que podemos visitar para conocer más sobre los fascinantes caballeros templarios.
Comenzó a construirse a principios del siglo XIII sobre lo que anteriormente había sido un castro prerromano, y posteriormente una ciudadela romana. A lo largo de los siglos se han realizado en su interior diferentes reformas y modificaciones.
Su exterior conserva el estilo original medieval, con un imponente alzado, gruesos muros de piedra y una espectacular puerta de acceso. Para entrar en el castillo ha de cruzarse el foso que lo rodea por el lugar que ocupaba el antiguo puente levadizo, y finalmente cruzar una gran puerta de madera flanqueada por dos esbeltos torreones.
El castillo templario original tuvo doce torres que reproducían las formas de las constelaciones. Llama la atención las decoradas almenas de los torreones de entrada. Podrán imaginarse a los guardianes, ataviados con sus mejores armas, vigilando la entrada al castillo.
Una vez en el interior puede contemplarse un enorme patio sobre el que se situaban las estancias palaciegas y los servicios del castillo: caballerizas, cenadores, bodega, sala de armas etc...
Si cerramos los ojos podríamos escuchar el sonido metálico de espadas, herreros y cascos de caballos en el patio, e imaginarnos cómo los templarios, cubiertos con sus túnicas blancas con la cruz roja, se preparaban para defender la fortaleza.
Un lugar especial es la Torre del Homenaje, una imponente construcción que fue utilizada como prisión. Al fondo del patio aún pueden verse restos originales del antiguo castillo.
La última reforma en su interior se realizó hace unos pocos años, para habilitar zonas muy deterioradas y dejar huella de las últimas tendencias de la arquitectura moderna. El resultado de las diferentes intervenciones en el tiempo es un peculiar conjunto de estilos desde la Edad Media hasta la actualidad.
El castillo actualmente acoge también la Biblioteca Templaria y Centro de Investigación y Estudios Históricos de Ponferrada.
Parte de ellos pueden visitarse en la exposición permanente llamada Templum Libri.
En ella, podemos ver facsímiles de obras medievales, en las que descubrir las hermosas ilustraciones o miniaturas que adornaban los códices de aquella época. Alguno de ellos son de autores tan conocidos como Leonardo Da Vinci.
El poblamiento en el cerro del castillo de Ponferrada se remonta a la Edad del Hierro I, aunque será en el periodo medieval cuando se forme el importante conjunto monumental y arqueológico que podemos contemplar en la actualidad.
En 1196 Alfonso VIII de Castilla ataca el Bierzo, lo que obliga a Alfonso IX de León a reforzar su presencia en la zona y a que emprenda la “puebla” de la villa, organizada por el adelantado Fernán Fernández. En 1211 Alfonso IX hace las paces con la Orden del Temple y les dona la villa de Ponferrada. En 1226 los templarios ya habían fortificado la villa.
Durante el reinado de Fernando IV se produce el juicio contra los templarios y, para evitar la confiscación de Ponferrada, el maestre del Temple, Rodrigo Yánez, entrega la villa al infante don Felipe. Ante las quejas de su tío, el infante don Juan, el rey obliga al maestre a que entregue primero la fortaleza a la corona, para más tarde, en 1310, dársela a éste. Su hijo, don Juan “el tuerto”, es mandado asesinar en Toro en 1324 por orden de Alfonso XI, confiscándosele todas sus villas. La tenencia de Ponferrada se encomendará entonces al conde Alvar Núñez Osorio que a su vez, en 1327, pierde el favor real y su cabeza.
En 1340 Alfonso XI dona Ponferrada a don Pedro Fernández de Castro, su mayordomo mayor, quien comienza seguramente la construcción el llamado castillo viejo. Este fallece en 1343, durante el sitio de Algeciras y a su muerte el castillo pasa a su hija, Juana de Castro. En 1354 su hermano Fernando de Castro utilizará Ponferrada como base para sus ataques contra Pedro I, reuniendo un ejército de 730 hombres a caballo y 1.200 hombres a pie.
En un extremo de la antigua cerca templaria construyó Pedro de Castro el llamado Castillo Viejo.
Doña Juana de Castro muere sin descendencia, el 21 de agosto de 1374. Acto seguidoEnrique II se apropia del castillo y se lo entrega a su hijo Enrique que lo mantiene hasta 1394 en que se lo confisca por rebelarse contra él. El rey lo entrega entonces al conde Pedro Enríquez. A su muerte, lo hereda su hijo Fadrique Enríquez, duque de Arjona, que en 1430 es apresado y ahorcado por orden de Juan II de Castilla, acusado de apoyar a los infantes de Aragón. Su viuda Aldonza de Mendoza testa en 1435 y, al no tener hijos, deja Ponferrada a su primo Pedro Manrique, que a su vez muere en 1440 dejando la fortaleza a su hijo Diego Manrique.
Ese mismo año Manrique es obligado a entregar la posesión de Ponferrada a Pedro Álvarez Osorio, conde de Lemos, que le reclamaba por haber casado con Beatriz de Castro, hermana del Duque de Arjona. Sin embargo, Diego Manrique no quedó conforme y en su testamento de 1456 dice: “Y la mí villa de Ponferrada, que don Pedro Alvarez de Osorio me tiene ocupada”.
Por este motivo, el matrimonio Osorio-Castro inicia obras de reforzamiento de las defensas del castillo. En 1453 fundan mayorazgo en la persona de su hijo Alonso Osorio. Dos años más tarde muere Beatriz de Castro, dejando sus bienes a su hijo, Alonso, que toma posesión de Ponferrada el 14 de mayo de 1455. Las relaciones padre e hijo no fueron muy fluidas y se deterioraron mucho. Alonso Osorio fallece el 19 de agosto de 1467, dejando un bastardo llamado Rodrigo, y volviendo Ponferrada a manos de su padre.
Ese mismo año se produce la rebelión de los Irmandiños que arrasó gran parte de las fortalezas de los nobles gallegos y las del conde de Lemos, entre otras, al que expulsaron de sus posesiones gallegas. Después de la Irmandada debe rehacer sus castillos; aunque el de Ponferrada, al no ser tomado, no sufrió demasiados desperfectos. Al año de morir su hijo, Pedro Alvarez Osorio casa en segundas nupcias con María de Bazán, viuda de Juan de Zúñiga y en 1470 nace su hija Juana Osorio. Se realizaron entonces importantes obras en todo el castillo.
La torre de Malvecino es una de las construidas por Pedro Álvarez Osorio
Conde de Lemos.
En 1483 el conde de Lemos muere en su castillo de Cornatel, y su nieto Rodrigo Osorio ocupa Corullón y Ponferrada. La fortaleza es disputada por Juana Osorio y sigue siendo reclamada por los Manrique. Fernando el Católico le promete entonces el amparo de sus fortalezas a cambio de entregar Ponferrada a la Corona. En 1484 el rey convoca una comisión que no resuelve el problema sucesorio, por lo que los Reyes Católicos deciden adjudicar Ponferrada a Juana Osorio.
Cornatel sirvió de retiro al primer conde de Lemos.
Rodrigo Osorio, segundo conde de Lemos, no acata la sentencia y en 1485 pone cerco a Ponferrada, tomando la fortaleza vieja en abril de ese año. La Corona reacciona secuestrando los bienes y fortalezas del conde y encomendando a Almirante de Castilla la formación de un ejército de 600 lanzas y de cinco a seis mil peones para la toma de todas las plazas y lugares del Bierzo que apoyaban al conde. En julio de 1486 las tropas están sobre Ponferrada y le conminan a rendir la fortaleza en término de ocho días. El conde no se rinde y en abril de 1486 los Reyes Católicos compran los derechos sobre la villa de Ponferrada a doña María de Bazan y sus hijos por 23 millones de maravedís. Adquirida la titularidad por la Corona, emprende ésta un duro asedio con artillería, y en el verano del 86 la toman al asalto.
Tras este suceso, los Reyes Católicos inician en Ponferrada obras de reparación y refuerzo de la fortaleza y así, en 1486, se hace un pago al artillero Gonzalo Vazques,“el cual tuvo cargo de hacer las mantas e reparos que se hiceron para la artilleria e que le mandamos quedar en la fortaleza de Ponferrada a dar orden e hacer una cava e una barrera entre el castillo viejo e nuevo quel Rey e la Reyna nuestros señores mandaron hacer”. Igualmente sabemos que Fernando el Católico “mando hacer un atajo dentro de lafortaleza en entrando a la mano izquierda cabe una torre que se llama de Monclin”.Los Reyes Católicos nombran alcaide a Juan de Torres y en 1506 Fernando ordena pagar a su hijo, también llamado Juan de Torres, 174.400 maravedies(moneda oficial de esa época). Porque “gasto de sus propios dineros en una torre de cal y canto con un zaguan e en otras ciertas obras e reparos que fiso hacer e labrar en la decha fortaleza de Ponferrada”.
Torre de Moclín, de planta hexagonal irregular
A finales de 1506, la reina viuda doña Juana I ordena al corregidor de Ponferrada que le relacione las necesidades de la fortaleza. En febrero de 1507 se realiza un memorial por el Comendador Fernando de Torres, alcaide del castillo, de las obras que faltan en la fortaleza de Ponferrada y de las necesidades de guarnición, ante las intenciones de los comarcanos y de “como algun gran señor tiene el ojo y respeto aver esta fortaleza si su Alteza en esto no provee”. Pocos meses después el conde de Lemos vuelve a tomar la fortaleza de Ponferrada, con el apoyo del marqués de Astorga sin que el alcaide real pueda hacer nada por defenderse. La reacción del Consejo Real es astuta; por una parte, prometen al conde de Lemos examinar dentro de un año la reclamación sobre la fortaleza y la villa de Ponferrada, y por otro ordenan al conde de Benavente y al duque de Alba que formen un ejército para expulsar al conde de Lemos. Estos rápidamente organizan una tropa de 211 lanzas y 311 infantes, que ocupa Ponferrada, retirándose el conde Rodrigo Osorio a Galicia.
A partir de 1505 se habían comenzado a reparar las murallas de la villa, que eran de tierra y en 1512 se reconstruye la puerta que daba a la pza. de san Andrés. En 1520, muerto Don Rodrigo, la nueva condesa de Lemos escribe a Carlos Y diciendo que continuará al servicio de la Corona “como su padre” y el Emperador ordena entonces que se refuerce la guarnición de Ponferrada.
LEYENDA...
Probablemente en su origen fuera un castro celta, pasando posteriormente a ser un emplazamiento romano y visigodo.
Hacia 1178 Fernando II de León permitió a los templarios que se establecieran en la actual Ponferrada.
Esta fortificación se construyó altiva y desafiante sobre una gran roca que se asoma sobre una colina en la confluencia de los ríos Boeza y Sil.
Se le llama el castillo de las doce constelaciones, y se convirtió en la fortaleza mas emblemática de La Orden del Temple.
Es un castillo lleno de símbolos.
Por ejemplo tiene doce torres, doce constelaciones, doce meses, doce apóstoles…
En la puerta de entrada del patio está grabada la letra Tau, que es la Cruz Templaria y que señala hacia la torre de Virgo.
Muchos son los que creen que estas señales son símbolos inequívocos que indican que allí permaneció escondido el Santo Grial y el Arca de La Alianza.
Y teniendo en cuenta su historia, no sería de extrañar, ya que la propia historia de Ponferrada, siempre giró alrededor de su castillo templario.
Este lugar era una encrucijada de caminos, que sirvió, durante siglos, a los peregrinos que acudían a la tumba del Apóstol Santiago.
Con el paso del tiempo, se acabó construyendo un puente de hierro (Pons Ferrata) que servía para acortar distancias hacia la ciudad de Santiago.
El puente ayudaba a los peregrinos a cruzar de una orilla a otra del río Sil,
convirtiéndose en un punto de descanso y refugio.
Después comenzó a surgir una pequeña ciudad a su alrededor.
Pero en aquel entonces, los caminos eran peligrosos, y los peregrinos que viajaban hacia Santiago, corrían grandes peligros.
Fué así como la Corona de Castilla ordenó construir un castillo a los caballeros de la Orden del Temple, para que protegieran a todos los peregrinos que cruzaban aquellas tierras.
Tenían que darles cobijo y un lugar de descanso, además de curar a los heridos y enfermos.
La Orden del Temple se fundó en el año 1.118 por nueve caballeros franceses.
Los caballeros templarios eran reconocidos por sus túnicas blancas con la cruz roja y por sus cruentas y sangrientas batallas contra los infieles.
En el año 1.178, León Guido de Garda, que fue superviviente de las Cruzadas en Tierra Santa, recibió la orden de Fernando II de crear un enclave con el que pudieran asegurar la protección de los peregrinos del Camino de Santiago.
Allí, sobre una ciudadela romana, comenzó a construirse el Castillo de Ponferrada.
Acostumbrados como estaban de luchar contra los infieles y proteger a los cristianos, los templarios se hicieron extremadamente fuertes en la ruta de Santiago y concretamente, en este enclave del Bierzo leonés.
Así que, en este Castillo de Ponferrada fueron labrando su leyenda.
La Orden del Temple dominó el Camino de Santiago gracias a este castillo y a otro enclave, el Castillo de Cornatel, que se encontraba entre Ponferrada y Las Médulas.
Con el tiempo los templarios fueron haciendose muy poderosos y a la vez acumulando muchos enemigos.
Fue Felipe IV de Francia el creador de una gran trama para terminar con la Orden del Temple.
Se les acusó de herejes y comenzó una implacable persecución.
El último maestre templario reclamó su inocencia antes de ser quemado en la hoguera.
Jaccques de Molay pidió a sus verdugos que le colocaran mirando hacia la Catedral de Notre Dame para poder rezar mientras era quemado vivo.
Y cuenta la leyenda que mientras sucumbía ante el fuego se le escuchó gritar:
“Clemente, y tú también, Felipe IV, los dos traidores,¡os emplazo ante el Tribunal de Dios!
A ti, Clemente, antes de cuarenta días, y a ti, Felipe IV, antes de un año”.
Y fuera casualidad o no, el Papa Clemente V murió de repente cuando realizaba un viaje a Burdeos a los 33 días de la maldición de Molay.
En cuanto a Felipe IV, murió ese mismo año debido a un incidente durante una cacería en la que participaba…
Después, todas las miradas se dirigieron hacia la fortaleza templaria.
Buscaban símbolos que hubieran podido dejar o que pudieran revelar misterios ocultos que les diera alguna pista que les condujera al famoso tesoro de los templarios.
Este tesoro tenía un valor inmenso, no solo por su gran valor económico sino por la importancia de sus reliquias como el Santo Grial, el Arca de la Alianza o La mesa de Salomón, que le daban un valor místico incalculable.
POEMA...UN RECUERDO DE LOS TEMPLARIOS...
UN RECUERDO DE LOS TEMPLARIOS
He aquí un poema brillante, nacido para la declamación, como otros de Enrique Gil: altivo el poeta en la atalaya de la torre del homenaje, contemplando la vasta hoya berciana en la que su imaginación trazó senderos, leyendas, romances, historias de templarios a las que su pluma fértil se asoma aquí por vez primera, con voz poderosa y rotunda. Poema en serventesios (endecasílabos ABAB) y octosílabos (aabccb), publicado en El Correo Nacional, el 2 de abril de 1838.
El autor usa alcázar para referirse al castillo de los Templarios de Ponferrada: el poema es una evocación de juventud (“joven ya pensativo y solitario”) a partir de la gloria de los antepasados, los templarios y una reflexión acerca de la juventud perdida. Todo el poema destila el aroma de las Coplas de Jorge Manrique: el poder efímero (“Esos reyes poderosos que vemos por escrituras ya pasadas”), la muerte que iguala al rey con el mendigo (“Nuestras vidas son los ríos...”) y de la Oda a la vida retirada de fray Luis de León. Gil ensalza el ideal caballeresco, cercano a don Quijote, y su mirada romántica se diría enamorada de las pasadas glorias medievales:
De su pujanza y fama esclarecidas
algunas cruces quedan conservadas,
unas por las murallas esparcidas,
otras en las ruinas sepultadas.
¿dó están vuestros escudos, caballeros,
la lanza que en los aires rielaba,
los vistosos pendones tan ligeros,
que el moribundo sol tornasolaba?
El protagonismo de la Orden del Temple en la novela histórica El Señor de Bembibre y su presencia en otras obras de Gil y Carrasco, convierten este poema en pieza fundamental de la poética de Gil. Es algo más que un recuerdo de infancia; contiene un grito de rebeldía y añoranza, un aldabonazo ético contra el tiempo que le ha tocado vivir:
Bien estáis en la tumba, los templarios,
porque si abrierais los oscuros ojos,
y otra vez por el mundo solitarios
de la vida arrastraseis los enojos,
tanto baldón y mengua y desventura
vierais en él, y tanta hipocresía,
que la seca pupila en su amargura
otra vez a la luz se cerraría.