Elizabeth Eleanor Siddal fue la musa, modelo y protagonista de algunos de los cuadros más famosos del Prerrafelismo. Pero, además, una pintora, dibujante y poetisa muy interesante, perfectamente integrada como autora dentro de la Hermandad Prerrafelita. Por si fuera poco, su corta vida estuvo plagada de acontecimientos dramáticos que la convirtieron en un referente para muchos artistas de su época.
Nació en Londres el día 25 de julio de 1829. Su familia era modesta y Elizabeth comenzó desde muy joven a trabajar, primero en la industria de la confección y posteriormente como dependienta en una sombrerería.
Parece ser que fue precisamente en el trabajo donde conoció al pintor norteamericano afincado en Inglaterra Walter Deverell, miembro de la Hermandad Prerrafaelita que comenzaba por entonces a desarrollar su actividad. Walter Deverell, impresionado por la belleza de Elizabeth, que encajaba a la perfección en el ideal de la Hermandad, le propuso posar como modelo para alguno de sus cuadros.
Otros miembros de la Hermandad Prerrafaelita también vieron en Elizabeth Siddal la modelo ideal para sus cuadros y, entre todos ellos, Dante Gabriel Rossetti quien le propuso posar por primera vez para él en el año 1851.
Desde aquel momento, Rossetti y Elizabeth Siddal iniciarían una tormentosa relación sentimental y profesional. Rossetti la convirtió en su musa y modelo de sus grandes obras, a la vez que Elizabeth comenzaba a interesarse por el ejercicio del dibujo y de la pintura para los que pronto demostró importantes virtudes.
Como modelo, Elizabeth Siddal es la protagonista de algunas de las obras más conocidas del Prerrafaelismo, incluyendo la Ofelia muerta de John Everett Millais. Precisamente, posar para este cuadro obligó a que Elizabeth permaneciera durante horas posando en el interior de una bañera lo que, según la mayor parte de los testimonios, le acabó produciendo una enfermedad y debilidad física que le acompañaría hasta su muerte.
John Everett Millais, Ofelia muerta, h. 1851
En la segunda mitad de la década de los años 50, Elizabeth se inicia en un doble campo creativo: la poesía (muy influida por el goticismo de Walter Scott) y la pintura, en la que practica tanto el óleo como el dibujo, dentro de una línea medievalista típicamente prerrafaelita.
Sus poemas reflejan el sufrimiento y la angustia que acompañarían a Elizabeth Eleanor Siddal a partir de aquellos años. Aquejada de fuertes dolores y, tal vez, víctima de la anorexia, debía recurrir con frecuencia al láudano para aliviarse. Un buen ejemplo de sus poemas es el titulado At last escrito pocas semanas antes de su suicidio. Dice:
Oh, Madre, abre la amplia ventana
Y deja que entre el día;
Oscuras se tornan las colinas
Y los pensamientos comienzan a nadar.
Y deja que entre el día;
Oscuras se tornan las colinas
Y los pensamientos comienzan a nadar.
Madre querida, toma mi joven hijo,
(Ya que de tí he nacido)
Y cuida todos sus pequeños caminos
Hazlo sabio sobre tu falda.
(Ya que de tí he nacido)
Y cuida todos sus pequeños caminos
Hazlo sabio sobre tu falda.
Lava mis manos luctuosas
Y luego ata mis pies;
Mi cuerpo ya no puede descansar
Fuera de su sábana tortuosa.
Y luego ata mis pies;
Mi cuerpo ya no puede descansar
Fuera de su sábana tortuosa.
Toma el brote de un árbol joven
Y verde hierba recién segada,
Déjalos sobre ésta lóbrega cama
Para que mi dolor no se sepa.
Y verde hierba recién segada,
Déjalos sobre ésta lóbrega cama
Para que mi dolor no se sepa.
Encuentra tres bayas rojas
Y arráncalas del tallo,
Quémalos al canto del gallo
Para que mi alma no regrese.
Y arráncalas del tallo,
Quémalos al canto del gallo
Para que mi alma no regrese.
Cuando caigan las gruesas lágrimas,
(Y caerán, Dios lo sabe)
Díle que que morí de un gran amor
Y que mi corazón ha muerto alegre.
(Y caerán, Dios lo sabe)
Díle que que morí de un gran amor
Y que mi corazón ha muerto alegre.
Cuando el sol se haya puesto
Y la hierba ondule en tu regazo,
Arrástrame en el frágil ocaso
Y ocúltame entre las tumbas.
Y la hierba ondule en tu regazo,
Arrástrame en el frágil ocaso
Y ocúltame entre las tumbas.
También como pintora y dibujante, Elizabeth Eleanor Siddal llevó a cabo un interesante trabajo durante la década de los años 50. Siempre dentro de la estética prerrafaelita, sus obras son más intimistas que las de sus compañeros de grupo. Una muestra de su buen hacer es éste autorretrato al carbón que realiza hacia 1855.
Elizabeth E. Siddal, Autorretrato
Admirador de su obra, el propio John Ruskin, teórico del medievalismo inglés del periodo, adquirió el grueso de los trabajos de Elizabeth Siddal y le proporcionó el apoyo económico suficiente como para poder seguir desarrollando la labor creativa.
Por desgracia, la muerte en el propio parto de su primera hija exacerbó el estado de debilidad y ansiedad de Elizabeth Siddal. Como consecuencia, el 10 de febrero de 1862, Elizabeth decidió tomar una sobredosis de láudano (sustancia que venía consumiendo de manera habitual durante toda su enfermedad) falleciendo al día siguiente.
Sin duda consciente de la responsabilidad que en la decisión de Elizabeth había tenido su actitud hacia ella, Dante Gabriel Rossetti quiso tomarla por última vez como modelo en su cuadro Beata Beatrix pintado un año después de la muerte de su esposa, y otro de los iconocos del Prerrafaelismo.
Dante Gabriel Rossetti, Beata Beatrix, 1863
Dante Rossetti y Elizabeth Siddal: un amor de ultratumba.
Dante Rossetti, poeta notable, pintor extraordinario y galán de neto corte prerrafaelita, se enamoró de su modelo predilecta: Elizabeth Siddal -Lizzie, para los amigos-, también poetiza, enloquecedoramente bella y carismática, . A ella le dedicó sus mejores lienzos, las visiones más arrebatadoras de un pasado glorioso, romántico, asequibles únicamente mediante el tipo de mujer que era Siddal, diametralmente opuesta a las damas que estimulaban a los pintores de la época.
Dante Rossetti se enamoró, se casó, y pronto descubrió que Elizabeth Siddal, esa joven alta, estilizada, de labios carnosos, sensuales y cabellos rojos como brasas del Tártaro, era una mujer enferma.
La relación continuó. Dante Rossetti estaba profundamente enamorado de Elizabeth Siddal, aunque esto no evitó algunos romances fulminantes con otras modelos. El más extravagante de aquellos amoríos fue el que vivió con una modelo muy poco agraciada: Fanny Conforth, a quien el poeta llamaba cariñosamente "Mi querido elefante" (My dear elephant). Fanny era una mujer robusta, redondeada, opuesta en todo a la delicada Siddal, salvo en el cabello rojo. En este detalleDante Rossetti era intransigente.
Durante muchos años la historia que a continuación nos disponemos a narrar permaneció en el más absoluto misterio. Las biografías de Dante Rossetti apenas mencionan algún matiz circunstancial de la tragedia, callando lo que la prudencia, al menos la de aquella época, obliga a disimular.
Cierta noche, el poeta Algernon Swinburne fue a cenar a la casa de Dante Rossetti. Elizabeth Siddal se mostró particularmente feliz, como si aquel encuentro estuviese cargado de un significado secreto. Después del festín, Rossetti se dispuso a partir a un colegio comunitario (fundado por John Ruskin) en donde daba clases a obreros y empleados de las clases marginales. Swinburne, siempre caballeroso, se ofreció a acompañarlo. Cuando salieron a la calle, y Rossetti estuvo a salvo del oído atento de su esposa, confesó que no iría a clase esa noche, sino que se encontraría con su "elefante".
Nada ha quedado de ese encuentro clandestino, por lo que podemos suponer que se desarrolló con total normalidad.
Cerca del amanecer, Dante Rossetti regresó al hogar, vencido por las exigencias físicas de su encuentro ilegítimo. Era el 11 de febrero de 1862, y el día estaba saturado de promesas venturosas. El poeta entró al dormitorio procurando no hacer ruido. Lizzie estaba enferma, y los médicos le habían recomendado la más estricta calma. Luego, imaginamos, la besó en la frente, y la sintió fría.
Elizabeth Siddal se quitó la vida esa madrugada ingiriendo una dosis letal de cloral, el mismo que los médicos le habían recomendado para su insomnio. Las biografías callan lo que es evidente:Siddal conocía las aventuras extramatrimoniales de su esposo, y en consecuencia decidió suicidarse.
Dante Rossetti quedó devastado. Su caracter supersticioso pronto recordó la reciente luna de miel, en la que pintó a Lizzie en un cuadro llamado How they met themselves (Como se encontraron consigo mismos, arriba a la izquierda), una obra oscura que retrata el encuentro sobrenatural de la pareja con sus dobles, sus doppelgänger, encuentro que, en la leyenda, acarrea una muerte inminente.
Tanto los médicos como los amigos sabían de la medicación de Elizabeth Siddal, y razonaron que la muerte se debió a un exceso involuntario de la droga. Rossetti aceptó esta explicación, pero en su interior se sabía culpable.
Al día siguiente se organizó un funeral íntimo, sólo los amigos cercanos de la pareja asistieron.Dante Rossetti, loco de culpa, aprovechó un momento de descuido para deslizar algo en el ataúd de Lizzie. Tomó las manos gélidas de su amada y las colocó alrededor de un cuaderno manuscrito, una especie de sacrificio, de expiación, para aplacar a los demonios que se agitaban en su corazón. Se veía a sí mismo como el asesino de su esposa, de manera que decidió sacrificarle lo más preciado que tiene un poeta: su obra.
Tras el funeral -digno de las fantasías de Edgar Allan Poe- Dante Rossetti rompió su relación con "el elefante", y se recluyó en las afueras de Londres. De naturaleza sociable, habitué de pubs y reuniones de toda índole, el poeta se aisló por completo. Pintaba obsesivamente, y no recibía a nadie salvo a sus amigos íntimos. Allí vivió catorce años, solo, atormentado, acosado por espectros de cabellos rojos y miradas fulminantes.
Cuatro años después del funeral, un amigo -que la historia conservó en el anonimato- se acercó aDante Rossetti y le confesó haber visto el extraño sacrificio sobre el ataúd de Lizzie. En una reunión excepcional, Dante Rossetti fue emborrachado por un grupo cerrado de admiradores y presionado para rescatar aquel manuscrito. Golpeado por los vapores narcóticos que gravitaban sobre su mente, el poeta cedió. Los amigos -a quienes agradecemos profundamente- iniciaron los trámites de exhumación, ritual que fue aprobado con todas las garantías de la ley.
Dante Rossetti no asistió a la exhumación del cadáver de Elizabeth Siddal. Se dice que pasó la noche en una taberna bebiendo hasta quedar inconsciente. Dos amigos del poeta, más un oficial de policía y un empleado del cementerio, desenterraron el ataúd de Lizzie. Su cuerpo, como es natural, había perdido todo registro de su belleza, pero el manuscrito, curiosamente, estaba intacto, como si las garras de la muerte y la humedad del sepulcro no se hubiesen atrevido a tocarlo.
Dante Rossetti no volvió a ver el manuscrito ni a leer sus poemas. Sus amigos se encargaron de publicarlo, y muy pronto se convirtió en una obra de culto, quizás la colección de poemas más impresionante de la literatura universal
El paso del amor.
Elizabeth Siddal (1829-1862)
Oh Dios! Perdona que haya hundido mi vida
En un oscuro Sueño de Amor.
¿Las lágrimas de la angustia alguna vez
Lavarán la pasión de mi sangre?
El Amor custodia mi corazón
En un canto de alegría,
Mi pulso tiembla con su melodía;
Mientras las frías ráfagas del invierno soplan
Sobre mi, como una dulce brisa de junio.
El Amor flota sobre las brumas del amanecer,
Y descansa en los rayos del crepúsculo;
Él calmó el trueno de la tormenta
E iluminó todos mis sentidos.
El Amor me sostiene a través del día,
Y en sueños me acompaña por las noches,
Ningún mal puede acechar mi vida,
Pues mi espíritu es ligero como las flores.
Oh Cielo! Piedad por mi corazón inocente,
El paso del tiempo quebró ese placer diario,
El ídolo fue arrastrado por la corriente,
Destrozando para siempre mi santuario.
El fragmento de una balada
Muchas millas sobre el campo y el mar
hasta que mi amor pudo retornar,
de sus palabras no tengo recuerdos,
sólo el de los árboles y el gemido del viento.
Y arribó listo para tomar sin daño
la cruz que he cargado por años,
pero las palabras llegaron lentas
de aquellos fríos y mudos labios.
¿Cómo sonaban mis palabras lentas y plenas,
en aquel gran corazón que me amó en la pena,
venido a salvarme del odio y el dolor
y a confortarme con su delicado amor?
Sentí al viento golpeando frío, gélido,
y a la bruma roja acariciar la puerta;
sentí que el hechizo que sostenía mi aliento
se quebraba, viviendo siempre muerta.
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