La Estela Raimondi es uno de los monolitos labrados más importante que
ha llegado hasta nosotros procedentes de la antigua cultura Chavín. Se
trata de una gran piedra con forma de paralelepípedo tallada en bajo
relieve y que representa a alguna suerte de dios o figura mitológica que
parece entroncar con el dios Wiracocha de la cultura Tiahuanaco.
Entre los años 1200 y 300 a.C. se desarrolló en la zona norte de la cordillera de los Andes, una gran civilización que pasó a ser el centro político y cultural de la zona durante muchos años, la cultura Chavín.
Según las fuentes documentales la cultura Chavín se encontraría en el
origen de muchas de las culturas pre-hispanas que poblaron los Andes
hasta la llegada de los colonizadores españoles. El pequeño poblado de
Chavín de Huantar sería la cuna de algunas de las manifestaciones
artísticas más destacadas que han llegado hasta nosotros, la mayoría de
ellas son representaciones de bajo relieves inscritos en gran piedras
monolíticas como la Estela Raimondi que aquí nos ocupa, o el también
conocido Obelisco de Tello
Según los estudios arqueológicos realizados, parece ser que en origen la Estela Raimondi se encontraba situada a las afueras de un gran templo, en
la terraza elevada de una gran montaña. La pieza fue descubierta a
mediados del siglo XIX por un agricultor de la zona que debido a la
belleza de sus relieves guardó la pieza para sí mismo utilizándola como
mesa en su propia casa hasta que en la década de los setenta el gobierno
peruano requisó la pieza y la trasladó al Museo de arqueología de Perú
gracias a la iniciativa del viajante italiano Antonio Raimondi de quién
la obra tomó su nombre.
Nos encontramos ante una estela de casi dos metros de altitud, más
de siete metros de anchura y un metro y medio de profundidad, que se
encuentra decorada con complicados relieves incisos en la piedra. En la
zona del centro inferior encontramos la figura del dios al que ha sido
dedicada la estela y que se conoce como <...> al estar
sujetando un bastón con cada una de sus manos. En realidad, nos
encontramos ante una figura antropomórfica cuyo rostro parece ser el de
un dragón con grandes colmillos, cuerpo humano y garras a modo de garra.
En realidad, la parte dedicada a la presencia del dios tan solo sería un poco más de un tercio
de la altura total de la estela, el resto está completado por el
larguísimo y enrevesado pelo del dios que se riza en numerosos bucles y
en donde encontramos serpientes o incluso cabezas de jaguar. Del
cinturón que lleva anudado a la cintura también aparecen pares de
serpientes que miran a cada lado en busca de los grandes bastones
labrados con complicadas formas geométricas que el dios sostiene a cada
uno de sus lados.
Si bien es cierto que este tipo de obras de la cultura chavina muestran por lo general, una
complicada iconografía, sus formas suelen repetirse llegando a ser un
conjunto de piezas muy representativo y fácil de identificar.
https://i.ytimg.com/vi/oS-jFTyeI8Y/maxresdefault.jpg
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