La escasez de documentos y la ausencia total de escritos personales de Frans Hals hacen que su personalidad y su vida permanezcan un poco en la oscuridad. Hay varias fechas hipotéticas sobre su nacimiento, que pudo ser hacia 1582-1583, deducidas de la edad que sus biógrafos calculan que tendría cuando murió, aunque con seguridad nació en la ciudad flamenca de Amberes. Abandonaría esta ciudad con su familia pocos años después, trasladándose a Haarlem. Ya en 1591 fue bautizado allí su hermano Dirck, que también se dedicaría a la pintura.
Después de la caída de Amberes a manos de las tropas españolas en la Guerra de los Ochenta Años, que supuso la fragmentación de Flandes, su familia se instaló en Haarlem, en la zona norte, de donde su padres eran originarios. En dicha ciudad vivió Hals toda su vida. La biografía del pintor corre en paralelo con la independencia de los Países Bajos de la monarquía española.
Los estudios más recientes han ido desterrando la idea que sobre el pintor se tenía desde antiguo sobre una vida libertina y un incorregible vicio por el alcohol. Hals pertenecía a la asociación oratoria De Wijngaertranken y a la milicia cívica de San Jorge, y era también miembro de la cámara de rectores y presidente desde 1644 del gremio de pintores de Haarlem. La rectitud y puritanismo de estas sociedades no encaja con que Hals tuviera malas costumbres y vicios conocidos.
La tradición retratística holandesa alcanza su cumbre con Frans Hals, consiguiendo sacarla del mutismo y retratando sus figuras en movimiento. Su gran aportación vino en 1616, con el retrato colectivo, Banquete de oficiales de la milicia cívica de San Jorge. Este encargo prueba que el pintor ya había alcanzado cierta reputación como artista. Desde este cuadro, los encargos se hace muy habituales tanto de particulares como de instituciones.
Los retratos de Frans Hals, el pintor del barroco flamenco afincado en Haarlem en 1585, están llenos de sonrisas y bocas abiertas, una hazaña en su época, cuando la expresión austera del cliente era sinónimo de poder. Hals, que trabajó sin parar en vida, es también el artista del trazo visible al ojo del espectador. El único capaz de lograr al óleo la impresión que hará famoso en el siglo XIX a un movimiento entero de colegas.
Hals eligió no darle un acabado definido a sus pinturas, como hacían casi todos sus contemporáneos, pues imitaba la vitalidad de sus retratados usando manchas, líneas, gotas, grandes parches de color, que conformaban los detalles.
No fue hasta el siglo XIX que esta técnica tuvo seguidores, particularmente en el Impresionismo. Se puede considerar al pintor holandés como un precursor, usando la técnica impresionista en los cuadros de las milicias o los retratos de los regentes del asilo de Haarlem.
Aunque la obra de Hals fue muy demandada durante su vida, tuvo graves dificultades financieras, no se sabe si por una vida disoluta o por tener que mantener una gran familia tras un segundo matrimonio con una mujer humilde. Además de pintar, trabajó como marchante, restaurador de arte y maestro de pintura.
A partir de 1640, un nuevo giro en la moda del retrato se observa en los países nórdicos. Empiezan a atraer retratos con mayor aire de distinción y de nobleza, como los de Antonio Moro o Anthony van Dyck, donde se representan caros ropajes con vivo colorido y pincelada muy detallista. Esto repercutió sensiblemente en los pedidos del retratista neerlandés, que pintaba de manera muy abocetada y con un colorido restringido. A pesar de esto, en los ambientes artísticos oficiales, se sucedían los reconocimientos, como en 1644, que fue elegido presidente del gremio de San Lucas de Haarlem.
Retrato de boda de Isaac Massa y Beatrix van der Laen o Pareja de esposos; también Retrato de una pareja ( Rijksmuseum de Ámsterdam): La singularidad de este cuadro estriba en que fue el único con el tema de los esposos en un paisaje, muy habitual en la pintura flamenca como es el caso de Rubens o Rembrandt. Tanto el tema como el entorno hizo difícil su atribución a Hals, que hoy es unánime. Algunos estudiosos identifican las figuras con un autorretrato del pintor con su segunda esposa Lysbeth, pero no se puede asegurar con fidelidad. Podría ser también una pintura de encargo por un matrimonio de la ciudad o modelos desconocidos, que era técnica común en la pintura académica, como cuadro de género. Hoy se identifican con Isaac Massa y Beatrix van der Laen.
La milicia cívica de San Jorge y San Adrián (1627; Museo Frans Hals de Haarlem): Estos dos lienzos son de los más destacable de los ocho retratos colectivos que atesora el museo Frans Hals de Haarlem. Representan escenas de banquetes de dos de las milicias cívicas de la ciudad, con las que el pintor estaba muy relacionado. Muestran el poderío y bonanza económica que vivía la ciudad. Estos aspectos son simbolizados, además de por el carácter afable de sus miembros, por el hecho de que se encuentren inmortalizados durante un banquete. El retrato de grupo es la gran aportación del genio holandés y no tenía precedentes en la retratística de la época. La luz de los lienzos destaca los rostros y las manos con la intención de hacer más notorio los gestos de sus figuras. El juego de luces, tomada del exterior, sirve para contrastar la sobriedad de los ropaje de estas asociaciones cívicas de carácter puramente calvinistas. Destaca también la posición de las figuras, de forma manierista y que van más allá de las meras personas sentadas en torno a una mesa. El segundo de ellos también es conocido con el nombre de El banquete de los oficiales del cuerpo de arqueros de San Adrián.
Las rectoras y los rectores del asilo de ancianos (1664; Museo Frans Hals de Haarlem): Son dos de las últimas grandes obras del pintor, pintadas por Hals, siendo ya octogenario. Es fácil de adivinar la impronta de decadencia, vejez y muerte en los lienzos, que puede reflejar su propia decadencia o incluso el desengaño del autor con la sociedad que permitió su propia penuria económica. A diferencia de otros cuadros colectivos, Hals usa colores primarios, básicamente negros y blancos, meramente extendidos por el lienzo sin pinceladas de precisión. Usa más que nunca el claroscuro al estilo de Caravaggio. Son curiosas las posiciones y la actitud tanto de los rectores como de las rectoras, adoptando formaciones desordenadas y mostrando falta de entendimiento con las miradas dirigidas a objetos dispares.
La cíngara o La gitanilla (1628-1630; Museo del Louvre de París): Es el más conocido de sus retratos de tipos populares, uno de los mejores conservados y sin embargo uno de los más desconocidos. La identificación de una cíngara es casi eufemística, porque podría ser una prostituta, por la intención de que Hals la dotó con el uso de la luz rasante en el escote. La técnica en la pincelada es muy suelta, pero bien empastada como era habitual en el pintor holandés. Esto sirve perfectamente para la representación de gesto, un tanto agridulce de la muchacha. Prescinde Hals, como en la mayoría de sus retratos individuales de fondo paisajístico y la luz se centra en el rostro y busto de manera intencionada.
El alegre bebedor (en neerlandés, De vrolijke drinker) es uno de los cuadros más conocidos del pintor neerlandés Frans Hals.Fue pintado en 1627-1628, encontrándose actualmente en el Rijksmuseum, de Ámsterdam, Países Bajos.
Esta obra es un retrato individual típico de la obra de Frans Hals: el personaje central mira de frente y saluda sonriente con su mano derecha mientras que con la izquierda sostiene una copa de vino que tiende al espectador, saliendo del cuadro. Se trata de un tipo del pueblo, de mediana edad, vestido con amplio chambergo. Hay un medallón con la efigie del príncipe Mauricio a modo de hebilla. No se sabe a ciencia cierta qué persona es la así representada.
Está trabajado en una gama de colores claros, con la única nota oscura del sombrero, transmitiendo vitalidad y optimismo. Las luces son brillantes, trabajadas de tal manera que dan una gran impresión de realismo y frescura. Resulta espontáneo, con una gran fuerza.
Los elementos del cuadro están visualmente muy próximos e inmediatos, ejemplificando la tendencia de la pintura holandesa a romper el límite del cuadro hacia delante.
Hals era un retratista magnífico, pero no todos sus cuadros son propiamente retratos. Gran parte de ellos, como este que vemos aquí, son en realidad pinturas de género. En este caso, el artista no pretende hacer un retrato fiel de este chico, sino representar una determinada tipología humana: un bufón tocando un laúd, que casualmente tiene la cara de este chaval, pero que podría tener cualquier otra.
Los cuadros de Hals son puro optimismo. Pocos artistas fueron capaces de captar con tanta precisión la fugacidad de un gesto o una mirada. Hoy estamos acostumbrados a ver expresiones de este tipo gracias a la fotografía, pero tenemos que tener en cuenta que en esa época, para pintar un cuadro, el modelo tenía que posar horas y horas sin moverse (y no es fácil mantener un gesto natural durante tanto tiempo seguido). La simpatía de este chaval, con esa sonrisa tan gamberra, es realmente contagiosa.
La forma de aplicar el color es como para arrodillarse delante del pintor y besar el suelo que pisa. Pero la composición, típicamente barroca, formada por dos diagonales que se cruzan, no se queda atrás. ¿Las veis? Una de ellas está marcada por el mástil del laúd, e iría de una mano a la otra, pero la segunda es invisible o virtual. Somos nosotros quienes tenemos que trazarla mentalmente, sin referencias externas por parte del artista. La dirección nos la proporciona la mirada del chico y la diagonal iría desde su mano izquierda hasta la esquina superior izquierda del cuadro. ¿No es impresionante?
Frans Hals manifestó durante su vida una tremenda audacia y un gran coraje que empaparon sus propios lienzos. Él tenía la capacidad de plasmar la psicología del personaje. A diferencia de otros retratistas contemporáneos de Hals, no diferenciaba en su pintura si era por encargo o no. Utilizaba la misma diligencia y precisión en cualquiera de sus obras.
"Una inusual manera de pintar que superaba a la de casi cualquiera" escribió su primer biógrafo, Theodorus Schrevelius, en el siglo XVII, sobre su técnica pictórica. En realidad, esta técnica no fue creación original de Hals, ya existía en la pintura italiana barroca, aunque probablemente Hals la tomó de sus contemporáneos flamencos: Rubens y Van Dyck.
A comienzos del siglo XVII, ya sorprendía la vitalidad de los retratos de Frans Hals. Schrevelius apuntaba que su obra reflejaba "tal potencia y vida" que el pintor "parecía alcanzar el natural con sus pinceles". Siglos después, Vincent van Gogh escribía a su hermano Theo: "Qué alegría es ver a Frans Hals, qué diferente son sus pinturas (muchas de ellas) donde todo está cuidadosamente premeditado".
Frans Hals murió en Haarlem en 1666 y está enterrado en la Catedral de San Bavón de la localidad. Su viuda murió poco después en un hospital de caridad de la beneficencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario