Son muchos los autores barrocos que optan por el caos y el desorden en sus composiciones, quizá como una forma de encararse hacia la pintura renacentista más pensada, pausada y ordenada; en este sentido, en la pintura barroca reina el movimiento, los personajes que se mueven por el lienzo ocupando la mayor parte posible de espacio y transmitiendo al espectador un auténtico caos. Pero si tuviésemos que elegir a un solo pintor barroco como representante de ese caos, sin lugar a dudas sería Jan Steen.
Jan Havickszoon Steen fue un pintor holandés nacido en 1676 y discipulo de Nicolaes Knupfer, un pintor alemán radicado en Utrech. Posteriormente fue ayudante del pintor Jan van Goyen con cuya hija, Margriet de van Goyen, se casó y tuvo siete hijos.
Jan Sten viajó por toda Holanda y trabajó en ciudades como Delft, Warmond y Haarlem, estableciéndose finalmente en Leyden, su ciudad natal.
La pintura de Jan Steen se encaja dentro de la de sus contemporáneos, Vermeer, Rembrandt o Frans Hals, destacando por su pintura cargada de un humor entre satírico y moralizante. Jan Sten es el "pintor del caos", un tema que abunda en su producción y del que es una muestra este cuadro, “Los efectos de la intemperancia”
En él, realmente, reina el caos. Una madre de familia permanece postrada a la entrada de su casa bajo los efectos del alcohol. A juzgar por el tamaño de la jarra vacía y los restos de comida esparcidos por el suelo, da la impresión de que ha bebido bastante más de lo que ha comido. A su alrededor, un grupo de niños que seguramente son sus hijos, se dedican a hacer sus maldades. Así, uno de ellos rebusca en el bolsillo abierto de su madre seguramente para quitarle unas monedas. Otros tres le acaban de dar al gato el pastel de carne que seguramente había preparado su madre antes de coger la borrachera y otro más, se dedica a alimentar con rosas a un cerdo que se ha colado en el desmadre. El pequeño braserillo con el que encendía el tabaco de la pipa que ya resbala de su mano está a punto de prenderle el vestido. A todo ello la que parece la sirvienta, que también debe ir algo cargada, le ofrece al loro los restos de vino que quedan en la copa. Por si fuera poco, al fondo se aprecia a un hombre que se supone es el esposo de la borrachina, jugando con una pechugona que se ha sentado en sus rodillas.
Como podemos observar, la pintura de Steen tiene una gran carga moralizante y según los seguidores y conocedores de la obra de Steen, se basa en proverbios y refranes de la cultura popular holandesa. Así al detalle del niño robando sería de aplicación el refrán de “la ocasión hace al ladrón” y la cesta que cuelga sobre la cabeza de la madre anuncia el destino de aquellos que crecen sin la guía de los padres y contiene la muleta y el badajo de los mendigos en que se convertirán, así como, la rama para azotar, simbolo del castigo judicial.
Este cuadro es muy célebre en los Paises Bajos ya que, cuando se establece el caos en un hogar, se dice humorísticamente que esa casa se ha convertido en "un hogar Jan Steen”.
Según dicen los estudiosos de la vida de este pintor, su hogar era realmente un auténtico "hogar Jan Steen", un poco anárquico. Para este cuadro, tal vez posaron su mujer y posiblemente alguno de sus siete hijos.
Pintado entre 1663 y 1665, se exhibe en la National Gallery de Londres.
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