“Entréme donde no supe,
y quedéme no sabiendo.”
(Juan de la Cruz)
La historia del pintor francés George de La Tour (Vic-sur-Seille, 1593 - Luneville, 1652) supone una paradoja en el mundo del arte: gozó de reconocimiento en vida pero durante décadas cayó en un olvido absoluto y fue “redescubierto” al mundo por un grupo de investigadores a principios del siglo XX, aunque siguen existiendo muchas lagunas sobre su vida y obra.
De La Tour está valorado como uno de los artistas más importantes del siglo XVII en Francia, por su personalísimo estilo y su dominio de la luz que situaba en un punto concreto creando atmósferas únicas que irradian emoción.
Campesinos comiendo guisantes
Su caída en el ostracismo se debe, en parte, a que muy pocas de sus obras estaban firmadas y datadas, e incluso se atribuyeron por su características a autores españoles como Zurbarán o un joven Velázquez o a la escuela flamenca.
Tañedor de zanfona con perro
Su mirada inconfundible se aprecia en todas sus creaciones. En una primera etapa, De La Tour cae fascinado por los personajes humildes de los bajos fondos como mendigos harapientos, prostitutas y músicos callejeros, a los que retrata con un realismo muy preciso en los detalles.
Job y su mujer
Reviste sus vidas de dignidad en unas impactantes escenas que a su vez muestran violencia, y la desolación de la pobreza más extrema. Estas obras están encuadradas en las calificadas como “pinturas diurnas”.
'El tramposo del as de tréboles'
En este viaje de experimentación, la técnica del pintor evoluciona y se centrará en cuadros de matiz más canallesco como Los tramposos, de los que realiza diferentes réplicas y versiones, a veces de forma obsesiva, en los que incorpora diferencias sutiles sobre un mismo tema.
St. Thomas
Los tipos físicos retratados se van dulcificando en sus pinceladas. La crudeza de sus mendigos de los primeros tiempos contrasta con la delicadeza que exhibe en sus austeras pinturas de temática religiosa.
Saint Philippe
Destacan por su sobriedad y apenas ofrecen motivos sagrados que den pistas sobre su contenido. Los ángeles de De La Tour no tienen alas, y sus santos carecen de halo. La crítica francesa lo denomina “religiosidad laica”: obras en las que el autor humaniza a los personajes divinos, en palabras de Andrés Úbeda, (jefe de pintura italiana y francesa del Museo del Prado).
Ciego tocando la zanfona
La obra del artista francés alcanza la cumbre con sus “pinturas nocturnas”. Su captura de la luminosidad, herencia de Caravaggio, le sitúa a la altura de los maestros tenebristas del Barroco.
Riña de musicos (detalle)
Sus célebres “noches” son monocromas y tienden al geometrismo. Componen conjuntos conmovedores, en los que la luz parte de un punto concreto como una vela, casi siempre, o un brasero. Un ambiente mágico en el que personajes aparecen inmersos en la reflexión, la soledad y el silencio. Es la impronta personal de un autor enigmático que nació al universo del arte hace apenas cien años.
San Jose y Jesus
Se le relaciona más con los tenebristas holandeses de la escuela de Utrecht, sobre todo con Gerard van Honthorst. En sus cuadros, el origen de la luz es concreto: una vela, una bujía, una antorcha u otra forma de luz artificial, mientras que en las obras de Caravaggio, la luz emanaba de un origen impreciso.
El recien nacido
Practicó un estilo muy personal, con composiciones equilibradas y rigurosas, casi geométricas. Realizó sobre todo temas religiosos y escenas de género, todos ellos con un mismo estilo, tanto así que en algunos cuadros no es fácil distinguir si se trata de uno u otro, sirva como ejemplo “El recién nacido”, que no se sabe si representa en realidad La Natividad.
Magdalena penitente
Entre los temas religiosos, pintó con preferencia santos asociados a la peste, especialistas en prevenir el contagio, de ahí sus varias representaciones de San Sebastián. No se le conocen retratos, prefirió representar a la gente humilde, sobre todo figuras femeninas serias, contenidas, piadosas, mujeres que curan heridos, jóvenes madres con niños, y varias versiones de la Magdalena.
El pago de los tributos
Entre 1625 y 1630 pasó un periodo de prosperidad, con abundante demanda de su trabajo, y numerosos aprendices. Sin embargo al iniciarse la década de 1630, las guerras que se sucedían entre la región de Lorena con Francia y Austria, hasta el punto que el ejército imperial francés devastó su tierra en varias ocasiones.
Saint Jacques le mineur
Entre 1631 y 1635 padecieron los efectos de la Guerra de los Treinta Años, que dieron lugar a una época convulsa y dramática, con revueltas, rapiñas de los milicianos, rebeliones, un pavoroso incendio en Lunéville, en 1638 y varias epidemias, entre ellas, la peste.
Sueño de San Jose
Sobre 1639 es probable que viajara a París, ya que en un documento de la época es mencionado como “pintor oficial del rey” Luis XIII. En 1643, regresó a Lunéville; desde ese año y hasta su muerte pintó un cuadro cada año en nombre de la ciudad de Lunéville para el gobernador de la Lorena, el mariscal de La Ferté.
La miseria (detalle)
Otros coleccionistas célebres, como el cardenal Richelieu, el superintendente de finanzas Claude de Bullion, el arquitecto Le Nôtre e incluso Luis XIII, compraron obras suyas.
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