jueves, 5 de marzo de 2020

JOAQUÍN SOROLLA Y BASTIDA



Nació en Valencia, en 1863. Inició su aprendizaje artístico en 1877 con el escultor Cayetano Capuz para después formarse en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Carlos. Desde su juventud se interesó también por la pintura al aire libre, con la que trataba de captar la luminosidad mediterránea, tanto en la huerta valenciana como en la playa, al igual que hicieron los impresionistas franceses. Completó su educación en París y Roma y, tras volver a España, en 1890, se afincó en Madrid, donde empezó una trayectoria jalonada de éxitos, premios e importantes encargos. Entre sus temas preferidos destaca su dedicación al paisaje levantino, de ambiente costero, siempre con presencia humana, que plasma con un protagonismo absoluto de la luz. Murió en Cercedilla (Madrid), en 1923.


 EL BOYERO CASTELLANO
Obra realizada por Sorolla con motivo del proyecto titulado “Las regiones de España”, encargado por Archer Milton Huntington, para decorar la Biblioteca de The Hispanic Society of América de Nueva York. Sorolla da a la región de Castilla un gran protagonismo por considerar que vertebraba la geografía e historia de España. Antes de realizar el gran panel “Castilla. La fiesta del pan”, realiza una serie de estudios al óleo, con figuras de tamaño natural, representando a los distintos tipos regionales, que son un verdadero testimonio de la labor antropológica llevada a cabo por el pintor.
El boyero castellano es uno de los bocetos más imponentes por su intensidad pictórica. Su autor lo colocaría en el panel definitivo tras el grupo de los niños que centran la escena, aunque suprimiendo la figura del boyero. En su ejecución mantiene los principios lumínicos y naturalistas que definían hasta entonces su pintura
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CHICOS EN LA PLAYA
Es una de las escenas cargadas de luz propias de Sorolla que marcaron definitivamente la estética que hizo tan popular a este artista.
Sorolla conjuga en esta pintura dos temas que fueron objeto de su atención en numerosas ocasiones: los niños y la playa. El color abordado con un exquisito análisis es otra de las características de sus pinturas de exteriores, y en este ejemplo sobresalen los matices del sol, del mar o el pelo rubio del chico en el centro de la composición, cuyo color se confunde con el de la cálida arena. La pincelada larga da a la pintura una gran expresividad propia también del conocido como “pintor de la luz”.

 PASEO A LA ORILLA DEL MAR

Obra culmen en la etapa de madurez de Sorolla en la que representa a su mujer y a su hija mayor creando un espectáculo de elegancia en la pose, la actitud y la indumentaria.
El gran formato, la osadía compositiva y la libertad expresiva de las que hace gala Sorolla son un reflejo del éxito alcanzado por este artista.
Con un ligero picado en el punto de vista, elimina la línea del horizonte y crea el agua y la arena a través de largas pinceladas azules, malvas y verdes turquesa. La brisa que se percibe en el ondular de los vestidos y de sus adornos de gasas intensifica la impresión de fugacidad momentánea en la toma. A esto contribuye (como es frecuente en la obra de Sorolla) el “encuadre fotográfico”, con el marco cortando la pamela de una de las figuras.
Esta obra responde al género conocido como el “paseo elegante”, protagonizado por personas acomodadas que se acercan a la orilla del mar. 
 GRUPA VALENCIANA

Por la representación de identidad de lo valenciano, este cuadro de Joaquín Sorolla es especialmente significativo entre las más de 40 obras del autor que se exponen en el museo.
En esta obra Sorolla retrata a sus hijos, Joaquín y María, ataviados con el vistoso traje típico de fiesta de los labradores valencianos. El atuendo, junto al caballo ricamente enjaezado y la frondosidad de la vegetación, dan el tono barroco y de luminosidad que tanto éxito tuvo en la sociedad de su época.
La temática, el colorido y el valor evocador de su tierra natal fueron utilizados por Sorolla para otros encargos como, por ejemplo, el panel de Valencia para la decoración de la Hispanic Society of America en Nueva York.
CLOTILDE SENTADA EN EL SOFA

Retrato burgués propio de la época realizado a la mujer del propio artista.
Clotilde del Castillo fue un motivo frecuente de inspiración para Sorolla. La representó de diversos modos, aunque siempre emanando afecto y admiración. En algunos casos aparece como una mujer hacendosa; otras veces lo hace como madre que acompaña a sus hijos.
Éste es el retrato más elegante de Clotilde del Castillo. Aparece como una mujer refinada, fiel reflejo del estatus social alcanzado y, por extensión, espejo del éxito artístico de su marido.
Sorolla tiene presente en su realización los retratos de alta sociedad de John Singer Sargent. El punto de vista elevado que emplea en la composición parece pensado para su ubicación en el salón de la Casa Sorolla, para ser contemplado desde la meseta superior de la escalera principal.
 EL BAÑO DEL CABALLO

Es uno de los cuadros más populares del artista y en él se ve al Sorolla más conocido, el de la sinfonía de blancos y azules.
Pertenece a la serie de escenas de la playa de El Cabañal de Valencia, realizadas por el pintor en 1909.
Compositivamente, muestra un recurso muy frecuente en la producción de Sorolla. El punto de vista se sitúa a la altura del joven que protagoniza la escena, pero el objetivo parece inclinarse. Con ello, la atención del espectador se centra, la mirada queda atrapada en la superficie del lienzo y se mueve impulsada por los reflejos de luz y la línea ondulante que crea el agua en la orilla.
Sin duda, a Sorolla le interesa mucho más lo que ocurre en el suelo que en el cielo. La orilla está llena de efectos con interés visual: los cuerpos brillantes por la piel mojada, la lámina de agua que hace de la arena un espejo, los reflejos de la luz en el agua inquieta y las sombras. 
 LA BATA ROSA


Obra de madurez de Sorolla que tambien justifica su sobrenombre: “el pintor de la luz”

Óleo trabajado a grandes brochazos certeros, toques de pincel cuya velocidad parece perseguir la fugacidad del instante lumínico. 
La potencia física y la naturalidad de las figuras transmiten el optimismo del pintor y su confianza en el pueblo llano como motor regenerador y evolutivo del país. A esta realidad nos guía Sorolla con un acercamiento en el que prima el mismo naturalismo instantáneo, sincero y directo con el que trata de apresar en los pinceles los efectos lumínicos que ofrece a nuestra mirada.

 LA HORA DEL BAÑO

Obras como ésta con escenas de playa son las que dieron al artista mayor fama por su capacidad para trabajar la luz y el movimiento.
Este tipo de escenas constituye la aportación más personal de Sorolla y en ellas exhibe su virtuosismo para representar el más móvil de los escenarios posibles: el agua, siempre en movimiento, con transparencias, reflejos, reverberaciones…
La elección de un punto de vista alto que suprime el cielo y el horizonte es sin duda un recurso para evitar el deslumbramiento y analizar mejor los matices del color en que se descompone la luz cegadora de la playa: blanco, rosa, malva, azul. 



  LA SIESTA


Refleja uno de los momentos de ocio familiares que son frecuentes en la pintura de Sorolla. En él se permite una gran libertad expresiva y da muestras de avanzada modernidad.
Este tipo de pinturas fueron concebidas por Sorolla casi expresamente como obras propias, lienzos no destinados al mercado sino pensados para el ámbito de su intimidad. 
“La siesta” es una muestra de la calidad del pintor en un momento de plena madurez. Con un punto de vista en pronunciado picado, esta obra fue pintada durante la estancia veraniega de la familia en San Sebastián. Las cuatro figuras pertenecen a la mujer del pintor, sus dos hijas y una prima de éstas. La distribución de las mismas y el ritmo ondulante de las pinceladas componen una escena dinámica.
La escena se compone a base de largos brochazos en la zona del césped, mientras que en las figuras recurre a una pincelada cargada para acentuar el volumen de los rostros y los pliegues de sus vestidos
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 AUTORRETRATO

 Composición depurada, sin apenas referencias espaciales concretas y que toma como referencia el retrato velazqueño.
El pintor se autorretrata de busto prolongado y mira al espectador con gesto inquisitivo y penetrante. Los lienzos en las paredes configuran y llenan el espacio y, con ellos, el artista se reivindica como pintor.
La presencia de un lienzo vacío a la derecha de la composición constituye, probablemente, un homenaje a “Las Meninas” de Velázquez y al oficio de pintor. Siguiendo esta línea, Sorolla recupera la tradición del Siglo de Oro de la paleta cromática oscura, sobria pero brillante en determinados puntos, como la cabeza o el cuello de la camisa.
El formato apaisado es innovador. Sorolla recurre a él en muchos de los retratos dedicados a personajes por los que siente especial admiración intelectual o que forman parte de su intimidad.

https://www.museodelprado.es/aprende/enciclopedia/voz/sorolla-y-bastida-joaquin/cd8aad63-b518-4278-914c-2aa033df0f24
https://www.arteespana.com/joaquinsorollaybastida.htm
https://www.biografiasyvidas.com/biografia/s/sorolla.htm
https://es.wikipedia.org/wiki/Joaqu%C3%ADn_Sorolla
https://www.todocuadros.es/pintores-famosos/sorolla/

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