lunes, 9 de marzo de 2020

MES AYNAK.... EL "PEQUEÑO POZO DE COBRE"



Al sur de Kabul, lejos de las tiendas bulliciosas, el humo de los camiones diésel y el traqueteo de los carros de burros, un pronunciado desvío a la izquierda se dirige a un camino sin asfaltar.  El camino discurre en paralelo al lecho seco de un río, dejando atrás aldeas y otras vivencias.
Un poco más adelante el panorama se convierte en un valle desarbolado surcado de zanjas y antiguos muros excavados. Desde hace siete años un equipo de arqueólogos afganos y de otros países, ha desenterrado miles de estatuas, manuscritos, monedas y sagrados monumentos budistas. Han salido a la luz fortificaciones y monasterios cuya antigüedad se remonta hasta el siglo III de nuestra era. Más de cien puestos de control rodean el yacimiento, que patrullan día y noche unos 1.700 policías.
Es la excavación más ambiciosa de la histo­ria de Afganistán. Bajo las ruinas milenarias hay un depósito de cobre de cuatro kilómetros de largo que se interna al menos un kilómetro y medio en el monte Baba Wali, desde cuya cima se domina el yacimiento. Es uno de los depósitos sin explotar más grandes del mundo y se calcula que contiene unos 12,5 millones de toneladas de cobre. Los monjes budistas de la antigüedad se enriquecieron con este metal; colosales depósitos de escoria, el residuo solidificado de la fundición de la mena, tiñen de morado las laderas de Baba Wali, dando fe de una producción a escala casi industrial. El Gobierno afgano cifra en ese cobre su esperanza de que el país vuelva a ser rico, o al menos autosuficiente.
El nombre de este lugar peca de modestia: Mes Aynak, «pequeño pozo de cobre». De pequeño no tiene nada. En 2007 la China Metallurgical Group Corporation (MCC), radicada en Beijing y a la cabeza de un consorcio de garantía estatal chino, obtuvo una concesión de 30 años para extraer allí el cobre. La empresa hizo una oferta de más de 2.700 millones de euros y prometió dotar al distrito de las infraestructuras de las que carece: carreteras, una línea férrea y una central eléctrica de 400 megavatios. Las autoridades afganas calculan que la mina inyectará 1.000 millones de euros a la frágil economía del país, que desde 2002 depende de las ayudas extranjeras y se enfrenta hoy a un déficit anual de miles de millones de euros.
El potencial arqueológico de Mes Aynak se conoce desde hace décadas. Cuando se hizo pública la concesión china, los defensores del patrimonio cultural afgano reclamaron que se excavasen y documentasen como es debido los tesoros históricos del lugar antes de que acabase con ellos la futura mina a cielo abierto. Pero el yacimiento y las piezas que contiene ya estaban en peligro,por la depredación gradual de los saqueadores. "Si no lo destruye la mina, lo hará el saqueo", dice el arqueólogo francés Philippe Marquis, quien dirigió las excavaciones entre 2009 y 2014.
Si a ello se suman las dificultades logísticas (la falta de conexión por ferrocarril para sacar el cobre de la región y una grave escasez de agua), a nadie le sorprenderá que la extracción minera, cuyo inicio se proyectaba para 2012, siga en el aire. En 2013, MCC comenzó a desistir de algunos aspectos de la concesión, y las dos partes tienen pendiente la renegociación del contrato. Es improbable que se extraiga nada antes de 2018.
Los retrasos han dado a los arqueólogos una sustanciosa prórroga para sus excavaciones, aunque a cambio de una drástica reducción de la mano de obra. Entre los siglos III y VIII Mes Aynak fue un centro espiritual de gran prosperidad  Al menos siete complejos monásticos budistas de varios pisos (con capillas, dormitorios y otras dependencias) forman un arco alrededor del yacimiento, cada uno de ellos con sus respectivas atalayas y murallas defensivas. Dentro de esas fortificaciones residenciales los arqueólogos han hallado cerca de un centenar de stupas de esquisto y arcilla: relicarios budistas que fueron esenciales para el culto.



Mes Aynak también fue un importante centro económico de Gandhara, región que se extendía por lo que hoy es el este de Afganistán y el noroeste de Pakistán. Gandhara era una encrucijada de civilizaciones donde se encontraban las grandes religiones del hinduismo, budismo y zoroastrismo y donde las antiguas culturas griega, persa, centroasiática e india se unían. Era «el centro del mundo», en palabras de Abdul Qadir Temory, el principal arqueólogo afgano del proyecto.
En los primeros siglos de nuestra era los budistas de Gandhara revolucionaron el arte de la región con un refinamiento estético y una sensibilidad que sintetizaban los vestigios de anteriores siglos de conquistas. Se cuentan entre los primeros artistas del mundo que representa­ron a Buda con una figura humana realista (una innovación de inspiración helenística llegada con Alejandro Magno, quien atravesó Afganistán en el año 330 a.C.). En las capillas de Mes Aynak se han encontrado estatuas de Buda del doble del tamaño natural en las que aún se aprecian los vestigios de la pintura roja, azul, amarilla y naranja que coloreaba sus ropajes; tesoros de alhajas de oro; fragmentos de manuscritos seculares, y muros decorados con frescos. En un nicho apareció una estatua de esquisto que constituye una rara representación de Siddhartha Gautama antes de convertirse en Buda.




Del yacimiento también han salido montones de monedas de cobre de entre los siglos III y VII, recuperadas del suelo de las viviendas y de erarios en los que habían sido cuidadosamente acopiadas. Muchas llevan la efigie de Kanishka el Grande, rey kushana del siglo II. Se ignora si el monarca profesaba o no el budismo, pero lo cierto es que le abrió las puertas de su imperio igual que a otras tradiciones religiosas, singularmente el zoroastrismo, originario de la antigua Persia. Muchas de las monedas halladas en Mes Aynak presentan a Kanishka en una cara y a un buda sedente o una deidad persa (como Ardokhsha, diosa de la fortuna) en la otra.
"Las monedas de Kanishka eran valoradas desde Roma hasta China (afirma Nancy Hatch Dupree, estadounidense de 87 años que reside en Kabul desde hace décadas y es una de las mayores autoridades mundiales en el patrimonio afgano). En las monedas kushana hay 23 deidades, todo un símbolo de tolerancia".
Aunque son bien conocidos los vínculos del antiguo budismo con el comercio, poco se sabe de su relación con la producción industrial. Ahí es donde Mes Aynak podría llenar importantes lagunas de conocimiento, pues sugiere la existencia de un sistema económico budista bastante más complejo de lo que se creía. A diferencia de Bamiyán –lugar de peregrinación budista y centro caravanero de la Ruta de la Seda situado 200 kilómetros al noroeste, todo apunta a que Mes Aynak prosperó sobre todo como centro de extracción y producción de cobre. Los complejos monásticos sagrados se levantan sobre la mena de cobre.
Desentrañar todos los secretos de Mes Aynak llevará décadas, y se necesitará una generación nueva de arqueólogos.
En 2012, durante su trabajo de campo en Mes Aynak, el británico especialista en arqueometalurgia Thomas Eley detectó un cambio en la manera de producir cobre: lo que empezó siendo una forma relativamente eficiente de fundición devino en un proceso más lento y dificultoso, justo lo contrario de lo que cabría esperar. Pero el proceso más eficiente también demanda el consumo de grandes cantidades de combustible. Conforme había menos árboles disponibles para fabricar carbón, e los fundidores se veian obligados a utilizar un método más lento.
La escasez de agua continúa siendo un proble­ma en esta región de sequías, además de un serio obstáculo para una futura actividad minera. Integrity Watch Afghanistan, un think tank de Kabul, recogía en 2013 la queja de los vecinos de aldeas próximas a Mes Aynak: tras las perforaciones preliminares, el nivel freático había descendido más de dos metros.
Los arqueólogos, en cambio, no se enfrentan a un problema de escasez sino de superabundancia: el ritmo de la excavación supera al de almacenaje y protección de las piezas exhumadas. "Excavar es fácil (dice Omar Sultan, ar­­queólogo formado en Grecia y exviceministro de cultura afgano). Lo difícil es la preservación"



Más de mil piezas de las más importantes se han trasladado directamente al Museo Nacional de Afganistán, en Kabul. "Por desgracia no podemos aceptar todas las piezas (se lamenta Omara Khan Massoudi, quien durante muchos años dirigió el museo). No hay espacio para todo".

Por ahora los miles de objetos de Mes Aynak que no están en el museo se almacenan en el yacimiento o sus inmediaciones. La mayoría, pendientes de análisis y estudio. Massoudi y Sultan hablan de construir un museo allí mismo algún día, aunque más factible, al menos a corto plazo, sería habilitar un museo virtual y una reconstrucción digital para preservar el recuerdo de Mes Aynak cuando la mina entre en funcionamiento.
El Banco Mundial, que ha apoyado las labores arqueológicas en el marco de un proyecto conjunto con el Ministerio de Minas y Petróleo de Afganistán, calcula que la mina creará 4.500 puestos de trabajo directos y muchos miles más de empleos indirectos.

Entre las obras de arte rescatadas de la destrucción se encuentran el buda de madera íntegro más antiguo que se conoce (izquierda), de 20 centímetros de alto, y una patrona de arcilla policromada de 81,2 centímetros de alto. Ambas piezas datan de entre el año 400 y 600 de nuestra era.
Piezas fotografiadas en el Museo Nacional de Afganistán, Kabul



Las miles de piezas exhumadas desde que empezaron las excavaciones en 2009 reflejan la riqueza que el cobre reportó a este centro religioso y cultural. Izquierda: Bodhisattva, esquisto, 38,8 centímetros, siglos III-V. Derecha: Fragmento de 28,9 centímetros de un buda de 2,1 metros de alto, arcilla, siglos V-VI.
Pieza fotografiada en el Museo Nacional de Afganistán, Kabul (izquierda); pieza fotografiada en Mes Ayak, por cortesía del Instituto Afgano de Arqueología (derecha)


Izquierda: Dipankara, un buda anterior, esquisto, siglos III-V. Derecha: Guerrero (originalmente a caballo), arcilla, siglos IV-V.
Pieza fotografiada en el Museo Nacional de Afganistán, Kabul (izquierda); pieza fotografiada en Mes Ayak, por cortesía del Instituto Afgano de Arqueología (derecha)




Izquierda: Budas superpuestos, esquisto, 24,8 centímetros, siglos III-IV. Derecha: Caballo, arcilla, 8,3 centímetros de largo, siglos III-VII.
Pieza fotografiada en el Museo Nacional de Afganistán, Kabul (izquierda); pieza fotografiada en Mes Ayak, por cortesía del Instituto Afgano de Arqueología (derecha)



Izquierda: Moneda con el nombre del rey Huno Khingila, plata, siglo V. Derecha: Siddhartha Gautama Sedente, esquisto, 28,4 centímetros, siglos III-V.
Pieza fotografiada en Mes Ayak, por cortesía del Instituto Afgano de Arqueología (izquierda); pieza fotografiada en el Museo Nacional de Afganistán, Kabul (derecha)

      Detalle de un cuenco de cobre y oro procedente de Tepe Baba Wali,


                    
El equipo de arqueólogos que trabaja para conservar Mes Aynak sacó a la luz este rostro de Buda en yeso dorado de 20,3 centímetros de alto (izquierda). A la derecha, un miembro del equipo de excavación.
Pieza fotografiada en el Museo Nacional de Afganistán, Kabul (izquierda)



Los rostros antiguos de figuras de arcilla pintada de la zona evocan la época en que Mes Aynak era una encrucijada de Asia Central. Izquierda: Un miembro del equipo de excavación que trabaja para salvar del olvido esta parte del rico patrimonio cultural de su país. Derecha: Patrón, 7,1 centímetros, siglos IV-VII.
Pieza fotografiada en el Museo Nacional de Afganistán, Kabul (derecha)

A los Budas afganos, testimonio de una de las grandes épocas históricas de Asia central (como vemos) les ha salido otra amenaza. Ya no se trata de los mullahs y las milicias talibanes, que con su inquina iconoclasta disolvieron a sus hermanos mayores de Bamiyán en un nirvana explosivo en marzo de 2001, poniéndose por montera al mundo y haciendo caso omiso del arte, la razón y la compasión. Ahora la amenaza llega, paradójicamente, desde el otro extremo del arco ideológico: el capitalismo y la búsqueda del beneficio económico por encima de cualquier consideración.
A Mes Aynak parece que solo lo puede salvar ya un milagro. Y desde la ejecución de los Budas de Bamiyán, pese a la campaña internacional por salvarlos, en el martirizado y cansado Afganistán nadie cree en milagros.


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