sábado, 2 de septiembre de 2017

HISTORIA Y ARQUITECTURA VISIGODA


VándalosAlanos y Suevos llegan a Hispania. Pero no lo hacen como invasores sino como aliados de un decadente imperio romano. Los primeros se instalan en Bética, los segundos en Lusitania y Tarraconense y por último, los Suevos, lo hacen en Galecia. Todo esto ocurre a comienzos del siglo V. Ya en el año 475, los visigodos, capitaneados por Eurico, se independizan de Roma y cruzan los Pirineos. Destinos: Galia e Hispania.
Distribución de la península entre suevos, vándalos y alanos © Alcides Pinto

Los Visigodos forman un reino que abarca el sur de Francia y toda Hispania (a excepción de Galecia) pero pierden la posesión del sur francés y se instalan definitivamente en Hispania, con capital en Toletum, actual Toledo. Nos ponemos ya en el año 507 cuando Leovigildo constituye un reino independiente, crea una única moneda y una nueva ciudad, Recópolis, en honor a su hijo Recaredo. Es con éste cuando se unifica la religión, pues se convierte al catolicismo en el Tercer Concilio de Toledo del año 589. Ahora damos un salto hacia delante de casi dos siglos y mencionamos a los monarcas visigodos Chindasvinto y Recesvinto, quienes crean otra unidad, la jurídica, con el Fuero Juzgo o Libro de los Juicios, es decir, que crearon un código de leyes basado en el derecho romano.
Conversión de Recaredo I del arrianismo al catolicismo, por el pintor Muñoz Degrain.
La conversión de Recaredo, 1888, obra de Muñoz Degrain. Palacio del Senado, Madrid, España.
Con esta breve introducción entendemos que el Estado Visigodo se considera como sucesor del Imperio Romano en lo político, social y económico, y que su arte viene marcado por la tradición hispanorromana y Paleocristiana con fuerte influencia del Oriente Cristiano. En cualquier caso se debe mencionar que existen dos etapas:la arriana (siglos V y VI) y la católica (de mayor esplendor y a partir del año 589). Esta última permanece hasta la invasión musulmana del año 711.
Cripta Visigoda de San Antolín, Palencia
Cripta de San Antolín, Palencia © Manzanal
Características de la Arquitectura Visigoda Arriana
Piedras gruesas y resistentes, así lo definen los manuales de historia del arte. Y, para restar esa dureza, los visigodos introducían frisos realizados en sillares. Las plantas de los templos visigodos siguen la distribución de las basílicas paleocristianas, y pueden ser de cruz latina o basilical y de cruz griega simple o inscrita en un rectángulo. En lo que se refiere al ábside, éste era semicircular en época arriana, sustituido al siglo siguiente por uno cuadrado, simbolizando así un único Dios, una única religión y un único culto. Las columnas a menudo fueron reutilizadas de construcciones romanas, y sus capiteles son corintios. También vemos el capitel bizantino troncocónico invertido y su cimacio. Sobre sus cubiertas vemos dos modos de empleo: de madera con vigas o abovedadas de cañón. Sus arcos son de herradura.
Basílica, Recópolis
Arco Interior de la Basílica de Recópolis. Imagen: Wikipedia
Construcciones Visigóticas Arrianas
Se puede poner como ejemplo La Basílica de Cabeza de Griego, de Saelices, provincia de Cuenca. Se trata de una construcción del siglo VI, de sillares de piedra, que sigue el esquema de basílica paleocristiana, es decir, planta de cruz latina con tres naves, transepto y un único ábside con planta de herradura. Existen más ejemplos, como el de la Iglesia de San Pedro de Alcántara, en Málaga, la Basílica de Casa Herrera, en Mérida, o la iglesia de la ciudad de Recópolis, pero todas responden a los mismos patrones. Es cierto que varios de estos ejemplos no fueron sólo santuarios, lugares de oración, fueron además centros de trabajo y de estudio. Recópolis, en la actual Guadalajara, y todavía excavándose, fue una ciudad fundada por el monarca Leovigildo en el año 578, y fue un regalo para su hijo Recaredo. Llegaron a poblarla cerca de 20.000 personas, y rodeada de murallas, su estructura se caracterizaba por albergar una serie de terrazas (en la más alta el Palacio), la iglesia y una fábrica de moneda.
Tremis (moneda) de oro de Recaredo.
Tremis (moneda) de oro de Recaredo.
Características de la arquitectura católica
En las ciudades del reino visigodo nacían colegios o gremios y se disfrutaba de un próspero comercio. Su arquitectura también comienza a ser próspera, aunque apenas se conserven construcciones de esta primera etapa, exceptuando los monasterios de San Félix en Toledo o el de San Zoilo en Córdoba. Dichos monasterios también se definen como centros de cultura por sus bibliotecas internas. No podemos olvidar las comunidades rupestres, como la de San Pedro de Rocas en EsgosOrense, llamados también monasterios rocosos, pues se construían excavándose en la roca.
Tumbas antropomorfas en el monasterio de San Pedro de Rocas. © Ricardo Grobas
Tumbas antropomorfas en el monasterio de San Pedro de Rocas. © Ricardo Grobas
Llegamos así al siglo VIIel siglo de oro de la arquitectura visigoda. Durante la primera mitad de la centuria se construyen abundantes iglesias, aunque la mayoría de ellas fueron destruidas. De la segunda mitad quedan numerosos ejemplos, todos construidos en lugares retirados de lo urbano. Estos templos serán los que se analicen seguidamente.
San Pedro de Rocas
San Pedro de Rocas. 
Iglesia de San Juan de Baños
Emplazada en Baños de Cerrato, provincia de Palencia, el templo fue fundado en el año 661 de nuestra era por el monarca Recesvinto en honor a San Juan Bautista. Se dice que agradecido por la curación a la que fue sometido de una dolencia renal en los baños romanos de aguas medicinales allí ubicados.
Iglesia de San Juan de Baños
Iglesia de San Juan de BañosPMRMaeyaert
De una forma resumida, resaltando lo esencial, expongo que la iglesia presenta planta rectangular con tres naves separadas por columnas con capiteles corintios sobre los que descansan arcos de herradura. Su cabecera, de tres ábsides rectangulares también, fue independiente en su día, y allí se realizaban varios ritos al mismo tiempo.
San Juan de Baños, Interior
San Juan de Baños, Interior Roinpa
Actualmente se encuentran cerrados, originando así una cabecera tripartita recta. Al exterior muestra un pórtico con arco de herradura y en su puerta interior presenta un dintel. La decoración se centra en relieves y, a decir verdad, la escultura visigoda está ligada a la arquitectura y no se conserva obra de bulto redondo. En cualquier caso no podemos olvidar que la corona votiva de Recesvinto fue colgada en su capilla principal. Lo que sí apreciamos es decoración en pilastras, pilares, capiteles, cimacios… Se trata de una decoración vegetal que viene a representar de manera muy esquemática el paraíso, y San Juan de Baños es un ejemplo perfecto.
San Juan de Baños, puerta de acceso. © PMRMaeyaert
San Juan de Baños, puerta de acceso. PMRMaeyaert
Ermita Santa María de Quintanilla de las Viñas 
Se estudia dentro de la arquitectura visigoda denominada como madura, del siglo VII, y fue descubierta en Mambrillas de Lara (Burgos) en 1927. Ocho años después comienza a estudiarse. Fue fundada como iglesia conventual, y se trata del mejor ejemplo de iglesia con nave de crucero independiente del arte visigodo, aunque sólo se mantiene de su aspecto original la capilla mayor y el brazo del crucero, estando el resto restaurado según las huellas de las cimentaciones.
Santa María de Quintanilla de las Viñas
Santa María de Quintanilla de las Viñas,Silberius Ermitas Visigótico
Hablemos entonces de su aspecto original: el templo presentaba tres naves con pórtico a los pies, cabecera cuadrangular y crucero, que albergaba en ambos extremos dos salas anexas a modo de sacristías. Hablemos ahora de su decoración. Se trata de relieves, y muestran un variado programa iconográfico.
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Interior de la Ermita de Santa María de Quintanilla de las Viñas, Burgos © Turespaña
Escultura Visigoda en Santa María de Quintanilla de las Viñas
Escasa, sí. Escasa y unida a la arquitectura. Como en la iglesia de San Juan de Baños, como en todas las construcciones visigodas, la decoración se centra en los relieves. Así, en el templo se adornan dovelas, capiteles, capillas…así vemos decoración vegetal a base de uvas, piñas o árboles de la vida en las dovelas del arco triunfal. Por otra parte, en dos capiteles se representan al sol y a la luna como figuras humanas, ambas insertadas en un clípeo (un clípeo podemos traducirlo como medallón circular) sostenido por ángeles. ¿Qué simboliza? ¿Al Cristo? ¿La iconografía clásica per secula seculorum (por los siglos de los siglos, el eterno movimiento)? 

En la Capilla Mayor tenemos una lápida en la que se esculpe una figura masculina con nimbo y cruz que se encuentra flanqueada por dos ángeles. Esta figura podría ser el mismo Cristo, o tal vez un santo o un devoto. En la misma capilla tenemos otra lápida, pero se representa una figura femenina. ¿Fundadores de la iglesia? Se desconoce.
Relieve, Quintanilla de las Viñas
Quintanilla de las Viñas, Relieve.  Fundación Joaquín Díaz
En el exterior apreciamos numerosos frisos que muestran círculos decorados con figuras vegetales y zoomorfas. Tenemos el cuervo, representado varias veces, y que simboliza la resurrección, la inmortalidad, y tenemos numerosas aves, todas simbolizando el sacramento de la eucaristía, es decir, la misa. Además, vemos uno de los animales fantásticos más representados en la historia del arte: el grifo. El grifo prueba que en Santa María de Quintanilla de las Viñas, iglesia visigoda, se deja entrever influencias orientales: persas y bizantinas.
Quintañilla de las Viñas, Relieves del Exterior
Quintañilla de las Viñas, Relieves del Exterior Jaume
Iglesia de San Pedro de la Nave
San Pedro de la Nave fue una de las últimas construcciones visigóticas antes de la ocupación árabe del año 711. Fue realizada en piedra, y los ladrillos que muestra son debido a la reconstrucción que sufrió entre 1930 y 1932, cuando el templo fue trasladado, pieza a pieza, de su ubicación original (a orillas del río Esla), debido a la construcción del embalse de Ricobayo. Se encuentra desde entonces en la localidad de El Campillo, provincia de Zamora.
San Pedro de la Nave © PMRMaeyaert
San Pedro de la Nave PMRMaeyaert
El templo es interesante por varios motivos: planta híbrida, riqueza en los relieves, modelo de templo visigótico.
San Pedro de la Nave muestra un modelo que combina la planta cruciforme y la basilical. Consta de tres naves, la central más alta que las laterales, con crucero que sigue en el exterior con dos pórticos. Su cabecera, cuadrangular, antecedida por un espacio, también cuadrangular, muestra dos sacristías con ventanas. Las naves se encuentran separadas mediante arcos de herradura sobre pilares.
Interior de San Pedro de la Nave © PMRMaeyaert
Interior de San Pedro de la Nave PMRMaeyaert
Pero…¿Por qué es híbrida? Existen varias interpretaciones, las más sonadas apuntan a un error de cálculo con su consiguiente cambio de canteros (al no ser el crucero cuadrado no se podían alzar los arcos torales y la nave central era más ancha, parece ser que se soluciona adosando a los muros de la nave central dos parejas de columnas más sus capiteles) y a una variación a propósito…a propósito de un nuevo modelo de iglesia, la unión de las dos iglesias: la oriental (cruciforme) y la occidental (basilical).
San Pedro de la Nave, Interior © Jose Antonio Gil Martínez
San Pedro de la Nave, Interior © José Antonio Gil Martínez
Relieves
En San Pedro de la Nave destacan tres parejas de capiteles y franjas decorativas repartidas por toda la iglesia. Los capiteles, aunque muestren temática cristiana, no se consideran visigodos, pues su forma de pirámide truncada nos remite a formas orientales (formas bizantinas). En cualquier caso, hemos dicho que son parte de la biblia en piedra, y así vemos todo un programa iconográfico que trata de enseñar dichas creencias.
Franjas Decorativas, San Pedro de la Nave, © PMRMaeyaert
Franjas Decorativas, San Pedro de la Nave, PMRMaeyaert
Una de las parejas de capiteles nos habla de la importancia de la oración, representando, junto a las figuras de los santos Tomás y Felipe, la escena de Daniel en el foso de los leones. Otra figura, justo en frente de la primera que hemos comentado, narra la famosa escena del Sacrificio de Isaac, donde se nos enseña el simbolismo de la obediencia a Dios. Por otra parte, a los lados de la escena vemos  a San Pedro y a San Pablo, quienes personifican las dos iglesias: la judía y la de los gentiles. Esto simboliza la universalidad de la iglesia cristiana.
Capitel: Daniel en el foso de los leones © PMRMaeyaert
Capitel: Daniel en el foso de los leones PMRMaeyaert
Capitel: Sacrificio de Isaac, © PMRMaeyaert
Capitel: Sacrificio de Isaac, © PMRMaeyaert
En la segunda pareja de capiteles vemos la figura del árbol de la vida, donde pican dos aves, y esta escena simboliza, según la idea cristiana, el sacramento de la eucaristía. La última pareja de capiteles nos muestra al fin la entrada al paraíso, y se encuentra en la capilla mayor. También vemos símbolos, como la cruz inscrita en un círculo, una flor de ocho pétalos y uvas, es decir, se muestra a Cristo, la inmortalidad y la unión en sí, lo que se entiende en este mundo simbólico como la propia religión.
Capitel: árbol de la vida picando dos aves, © PMRMaeyaert
Capitel: árbol de la vida picando dos aves,  PMRMaeyaert


Iglesia de Santa Comba de Bande

Por último veamos este templo, con un estado de conservación excelente y que se considera la primera iglesia visigoda de planta cruciforme. Fue construida durante la segunda mitad-último cuarto-del siglo VII en la localidad gallega de Bande, en la provincia de Orense. Se trata de un templo con planta de cruz griega de la que sobresale una cabecera cuadrangular que se encuentra rodeada de pequeñas habitaciones destinadas para el enclaustramiento de los monje.
Esta es la iglesia de San Torcuato de Santa Comba en Bande (Ourense). Se encuentra en la comarca de La Baixa Limia, a orillas del río Limia. Es una construcción de estilo visigodo del siglo VII. Santa Comba es Santa Coloma (Sancte Columbe virginis et martiris) y San Trocado es San Torcuato. No hay constancia exacta de la fecha de construcción, seguramente su construcción es posterior a la conquista del Reino Suevo por parte de los visigodos, y se constituiría como un monasterio bajo la advocación de Santa Comba. Santa Comba de Bande es una iglesia, de las llamadas de tipo monacal, es decir una iglesia o pequeño monasterio que situado cerca de los caminos la habitaba una pequeña comunidad de monjes, cuyo cometido era proporcionar auxilio tanto espiritual (sacramentos) como material a caminantes y peregrinos. Siendo monasterio fue destruido por el conde don Gonzalo, dejando en pie sólo la iglesia. El motivo de que la misma se haya mantenido en pie, hasta nuestros días obedece a que desde antiguo es y ha sido iglesia parroquial, donde se practica el culto. Abandonado el monasterio en el siglo IX, en el siglo X (932) se incorpora al Monasterio de Celanova como priorato.



La construcción está realizada con grandes sillares labrados en granito, sin demasiado orden en sus hileras.


Las bóvedas que cubren la iglesia son de medio cañón construidas en ladrillo del tipo romano, salvo en el crucero que se cubre con bóveda de arista sobre un cimborrio sostenido por cuatro arcos de herradura con el dovelaje embebido en los muros, de forma que en la parte inferior, los bordes de los arcos coinciden en una arista común sobre los ángulos interiores de las naves y forman un plano circular de cuatro metros de diámetro. Presenta una ventana en cada uno de los lados. La bóveda del crucero también está realizada en ladrillo.


El arco triunfal de herradura que da acceso al altar mayor, se apea en cuatro columnas con dos capiteles con collarinos de la época del bajo imperio romano, de tipo corintio y otros dos de factura visigótica. En la parte superior del arco toral, se disponía una ventana que daba acceso a una cámara que como ocurre con el arte asturiano, su función no está definida, pero que bien podría considerarse como una cámara del tesoro. Hoy día ya no existe.


El interior es de una gran sencillez y define con magnífica exactitud el espíritu de la arquitectura visigoda de esta época, que luego se reflejará en las construcciones posteriores como San Pedro de la Mata, Santa María de Melque, San Pedro de la Nave ó Quintanilla de las Viñas. Las naves están abovedadas, con bóvedas de medio cañón construidas de ladrillo del tipo romano, de factura semejante a la de la nave occidental de San Fructuoso de Montelios, y terminan en el cuadrado central en arcos de herradura. Dichos arcos, que rematan directamente en la pared sobre repisas decoradas, se juntan de a dos en cada esquina de forma que sólo dos de ellos son completos, mientras que los otros dos arrancan enjarjados con aquellos. Preside la capilla una pequeña estatua barroca en madera policromada de San Torcuato y restos de pinturas en la bóveda de cañón y cabecera.
La decoración interior se limita a impostas cordiformes que se adornan con racimos de uva y otros de tipo vegetal. La decoración más elaborada se da en el ábside, se trata de una estrecha orla, realizada con talla a bisel, arranca de la bóveda y se prolonga por el muro testero, ciñéndolo y realzando el vano que se abre en el mismo. Está constituido por un roleo vegetal, que incluye como hemos dicho racimos de uvas, pequeñas hojas, flores ... tomados directamente de los modelos clásicos romanos. Existe también una cinta sogueada en resalto que recorre toda la línea de impostas de los arcos del crucero.





En el cimborrio se aprecia la cúpula de arista, con los ladrillos colocados en forma de raspa de pez, como hacían los romanos.

Abside lateral

Abside lateral

En su interior podemos encontrar un ara romana que ha sido reutilizada como altar y un sarcófago de mármol que correspondió a San Torcuato, cuyos restos se conservan en el Monasterio de Celanova
Sólo una parte del edificio, así como su decoración, pueden ser fechadas en el siglo VII, ya que ha sufrido fuertes remodelaciones a lo largo de los siglos. Tiene planta de cruz griega inscrita en rectángulo, de 18 de longitud x 11,90 metros de ancho, ábside cuadrado de 4 metros de lado, saliente en planta, rematada por una bóveda de cañón. El cimborrio cuadrado en el crucero está cubierto a cuatro aguas. Dos puertas, una en el brazo sur del crucero y la otra en el porche situado a los pies, construido en el siglo XVII, pero con materiales similares al resto del edificio, por lo que podría tratarse de una restauración del original. La puerta aquí situada es de traza más moderna. La iglesia dispone de una espadaña de dos vanos encima del pórtico.

En el pórtico de entrada encontramos tres vanos, uno de ellos tapiado y donde se puede leer la siguiente inscripción: ESTA CAPILLA FVNDO Y DOTO GASPAR RODRIGUES DE ARVO I ABBAD DE SANTA COMBA ANNO, y debajo un escudo.
Dispone de una capilla situada en el lado noreste, al lado del crucero, posterior a la fábrica original, cuya función sería de uso monástico y para guardar los elementos sagrados del culto. También disponía ahora desaparecidas, de otra capilla en el otro brazo del crucero. Además disponía de dos capillas situadas a ambos lados del pórtico de entrada que tendrían estas la función de servir de refugio a caminantes y peregrinos, como ya hemos dicho, y otras dos capillas situados a ambos lados de la nave principal, a la altura de los pies de la iglesia, que eran utilizadas para el servicio de los monjes. A estas capillas adosadas a lado del crucero solo se podía acceder por el interior de la iglesia.


A finales del siglo VI Leovigildo, unificando gran parte de la península, asume la pompa del trono y Toledo se convierte en la capital. Se produce, también, un renacimiento de la cultura antigua, de la que San Leandro y San Isidoro serán los portavoces. Cuando Recaredo se convierte (con la nobleza) al cristianismo, se establece una alianza entre el Estado y la Iglesia: se sacraliza el poder real y, a cambio, se le exige que gobierne "justamente". Todo ello provocará intervenciones decisivas de la Iglesia, que jugará un papel determinante en las luchas monarquía/nobleza. Es importante subrayar el papel desempeñado por la iglesia hispanorromana y su sentimiento de "renovación" cultural porque es la línea que seguirá el arte: una transformación con respeto al declive de los siglos V y VI y una vuelta al mundo antiguo a través del oriente bizantino...

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martes, 22 de agosto de 2017

LA PERLA NEGRA



La Perla Negra de Tahití es la joya del mar, un símbolo en vida a la pureza y perfección.

Mucho antes de la llegada de los descubridores a Tahití, la perla negra ya tenia una reputación de excepcional valor y rareza, enlazada por su uso para la joyería mundial de la Realeza y la Nobleza. En  si la perla negra natural fue conocida como La Reina de las Perlas y Las Perlas de las Reinas, su milagro ha inspirado muchas preguntas entre la gente durante siglos. Pero su falta de precisión científica las llevó a improvisar con leyendas y poesía.
Tiempo atrás los ancianos chinos creían que las Perlas eran concebidas en los cerebros de los dragones.
En la China Imperial, la perla negra natural fue considerada un símbolo de nobleza y custodiada entre los dientes del dragón. Escritores hindús vinculaban las Perlas Negras a las nubes, elefantes, serpientes, cerdos salvajes, peces y a veces con ostras. Griegos y Romanos pensaban que las Perlas nacían de una gota de lluvia o del rocío y eran recolectadas por ostras. Los Persas creían que una perla imperfecta era consecuencia de los rayos y de las tormentas. Otra versión dice que la Perlas son el resultado del encuentro del Arco Iris con la Tierra.
En el Oriente se asocian las Perlas con las lágrimas de los Ángeles, sirenas o míticos elfos.
Una leyenda de Sri Lanka (antiguo Ceilán) comenta como las lágrimas de Adán y Eva, crearon un lago que engendró la Perlas, blancas o rosas de las lágrimas de Eva, y mas preciadas las inauditas Perlas grises y negras de las lágrimas de Adán. El hombre sabe controlar mejor sus emociones, por eso sus lágrimas son mas valoradas. Los hombres raramente lloran, dicen en Tahití, pero cuando lo hacen son un volcán.
De acuerdo con antiguas leyendas Polinesias heredadas de generación en generación, Oro el dios Polinesio de la guerra y la paz, bajó a tierra encima de un Arco Iris para ofrecer una perla muy especial a la humanidad, era la Perla Negra y su belleza...
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viernes, 4 de agosto de 2017

JEAN SIMEÓN CHARDIN Y LA PINTURA POÉTICA


Los orígenes burgueses de Chardin se pueden encontrar en la atmósfera íntima y acogedora de sus interiores domésticos que exaltan la virtud del trabajo y la economía. Mientras que los artistas contemporáneos como Watteau o Boucher buscan en las frondosidades del jardín y entre las sábanas de las alcobas de la aristocracia temas de “una educación picante”, Chardin observa con simpatía la esfera del afecto familiar de la mediana burguesía. Las costumbres cotidianas, los gestos repetitivos, los sentimientos ligeros, alternan con naturalezas muertas hechas con cosas banales, poco rebuscadas. En 1733, con la genial pintura “Mujer sellando una carta”, digna de un Vermeer, Chardin entró en una nueva fase de su ya consagrada carrera, sin abandonar sin embargo las naturalezas muertas, realizando escenas de interiores con personajes, y ejecutando retratos que le valieron, con ocasión del Salón de 1737, el favor de Louis XV y de una de importante clientela a escala europea. En efecto, en 1737 Chardin aprovecha la creación de una importante institución, la de los “Salones de pintura y escultura“, aquellas exposiciones anuales que ponían en contacto a los artistas y al público, en las que se presentaban las más recientes creaciones en el dominio del arte figurativo, para presentar a su vez, al menos siete cuadros, logrando un gran éxito. Desde entonces Chardin se convierte en uno de los protagonistas de los Salones, para los cuales va a desempeñar varios cargos, así que en la Academia.
Mujer sellando una carta, 1733, Jean Siméon Chardin
Mujer sellando una carta, 1733, (Berlín, Stiftung Kulturbesitz). Este cuadro fue expuesto por primera vez en 1734, en una exposición que se realizaba en la Place Dauphine de París el día de Corpus Cristi. El periódico “Mercurio de Francia” lo describe así: “El cuadro más grande representa una mujer que espera con impaciencia que le den la llama para sellar una carta, las figuras son casi de tamaño natural.”
Los personajes más comunes (“La proveedora” de 1739 o “La gobernanta” de 1738), los episodios más simples y más corrientes de la vida cotidiana (“La lavandera” de 1737 o “El benedícite” de 1740) son ejecutados sin ninguna complacencia anecdótica, sin ninguna concesión a lo pintoresco o a sentimientos pueriles. A través de formas de una extraordinaria originalidad, Chardin hace renacer en estas obras los modelos de la gran pintura holandesa del siglo XVII y de la pintura francesa de los hermanos Le Nain.
La proveedora, 1739, Jean Siméon Chardin
La proveedora, 1739, (París, Museo del Louvre). Expuesto en el Salón de 1739, este cuadro sorprende por su hábil composición. La perspectiva de la puerta abierta, con la cuba de cobre y la criada que habla con su novio, pone de relieve la figura de la vendedora cuya imagen es capturada en una actitud ausente, como si su espíritu estuviera muy lejos de la banal y pura evocación realista.

La gobernanta, 1738, (Ottawa, Museo de Bellas Artes de Canadá). El niño se prepara para ir a la escuela; escucha con atención las últimas recomendaciones de su gobernanta mientras que ésta le cepilla el sombrero, o tal vez se trata de una reprimenda por no haber recogido sus juegos? Las cartas, la mesa, son los mismos objetos que aparecen en el cuadro “El castillo de naipes”. Existen varias versiones de esta obra que fue presentada en el Salón de 1739.
Después del éxito obtenido por el artista en el Salón de 1737, el lenguaje pictórico de Chardin se desarrolla hacia composiciones más complejas y refinadas, situando las escenas fuera del tiempo en un espacio absolutamente mental. Esta progresiva y lenta evolución es la expresión de una búsqueda permanente de perfección y de perseverancia en su deseo de renovación, que lo condujo a utilizar la misma temática.

Mujer pelando nabos, 1738, (Washington, National Gallery). Se trata de un interior doméstico con humildes utensilios, como en la pintura holandesa del siglo XVII. No obstante, la referencia a escenas neerlandesas de cocina no es más que aparente, la similitud se halla solamente en la elección de los accesorios y en la abundante utilización del color marrón. La escena no contiene ninguna alegoría, muestra simplemente una cocinera en el instante en que interrumpe su trabajo. Su expresión, ni triste ni alegre, mira al vacío, en una eternidad que cobija un refugio contra el miedo y lo efímero. Este instante de reposo se ha paralizado en lo intemporal.
La madre laboriosa, 1740, Jean Siméon Chardin
La madre laboriosa, 1740, (París, Museo del Louvre). Presentado en el Salón de 1740, este cuadro encarna un ideal de vida típicamente burgués, muy alejado del mundo de la aristocracia cortesana. Para acentuar esta distancia, Chardin utiliza colores cálidos y fundidos.

El benedícite, 1740,(París, Museo del Louvre). Ternura y modestia, son los términos que se podrían emplear para describir esta pintura, una de las más célebres del pintor. La niña más pequeña a interrumpido sus juegos y junta sus manos, con la mirada atenta puesta en su madre que la insta a recitar la oración antes de la comida, mientras su hermana la observa. El tema de esta escena había sido representado ya por los maestros holandeses del siglo XVII.
Alojado en el Louvre a partir de 1757, Chardin continuó (mientras ejecutaba numerosas réplicas de los temas más solicitados) a perfeccionar su técnica personal, a través de una elección de colores muy luminosos con tonalidades más ligeras, lo cual corresponde a una mayor interiorización de su inspiración.

Los niños de Chardin evocan imágenes intemporales de un mundo de juegos y de sueños. El interés por el niño era propio de la época, y durante el Siglo de las Luces hasta se convirtió en una moda, sobre todo en las altas esferas, llegando hasta una exagerada extravagancia. Pero tanto Chardin como Jean-Jacques Rousseau, fueron sensibles y sinceros defensores del mundo de la infancia. El contacto con la vida de las clases burguesas se llena de colores, en particular en las obras que representan a niños (“El castillo de naipes”, hacia 1740 y “El niño de la peonza”, cuadro presentado en el Salón de 1738) y ello con una especial ternura y un fervor particular que revela el profundo compromiso moral de Chardin con el clima cultural de la filosofía de las Luces (por eso Diderot fue un entusiasta defensor de su arte). En “Niña con raqueta y volante”, cuyos sobrios colores destacan sobre el fondo gris, la niña sale de la realidad espacial de la habitación para convertirse en un símbolo universal del disfrute infantil. Así se puede leer en un grabado sobre cobre ejecutado según este cuadro por Bernard Lépicié: “Sin preocupaciones, sin pesar, tranquila en mis deseos. Una raqueta y un volante son todos mis placeres”. Las figuras de niños de Chardin evocan también las figuras inmóviles y graves de Vermeer.
El niño de la peonza, 1738, Jean Siméon Chardin
El niño de la peonza (L’enfant au toton), 1738, (París, Museo del Louvre). Esta exquisita pintura fue presentada en el Salón de 1738. Se trata del retrato de Auguste Gabriel, hijo del joyero parisino Charles Godefroy jugando al juego de la peonza (en francés toton). El “toton” es una peonza de marfil que se lanza encima de un cuadro con números con la esperanza que la peonza se parará sobre el número deseado. Este juego se popularizará debido sobre todo al retrato de Chardin. El modelo, quien al parecer era un niño un poco bullicioso, para que permaneciera quieto durante las sesiones de posado, el pintor le pidió que jugara con su juego preferido.
Limitar el campo de visión a la media figura permitió a Chardin pintar a más grande escala, como es el caso en “El castillo de naipes”, del cual existen varias versiones. El tema del cuadro se inspira de las vanidades moralizantes del siglo XVII: la vanidad de las cosas humanas tan frágiles como un castillo de naipes. Pero esta pintura tiende más bien a contradecir esta moral. Su composición estable y rigurosamente geométrica, da a la escena un aire de permanencia que se opone a la naturaleza efímera del pasatiempo al cual se consagra el chico, y por lo misma razón, de la niñez.
El castillo de naipes, 1737, Jean Siméon Chardin, Washington, National Gallery
El castillo de naipes, 1737 (Washington, National Gallery). En este cuadro maravillosamente intimista y contemplativo, Chardin nos ofrece el retrato del hijo de su amigo Lenoir, comerciante en muebles y ebanista. La composición presenta una estructura piramidal clásica. El niño es presentado de perfil, los cabellos atados con un lazo, absorto en su frágil construcción. Sobre la mesa algunas piezas de moneda y el Rey de corazones guardado en el cajón. La sencillez de la composición, desnuda y al mismo tiempo elegante, la caracterización física y psicológica del personaje, el sabio empleo de los colores, todo ello es como un preludio al cuadro “Los jugadores de cartas” de Cezanne.
El castillo de naipes, Jean Simeon Chardin
La mágica armonía de los tonos envuelve la escena con una luz cálida y sutil, a la vez directa y difusa. La técnica de Chardin ha permanecido secreta, aunque se cree que utilizó de igual manera el dedo pulgar que el pincel. Sin embargo, no es difícil imaginar que haya podido responder a las preguntas de un pintor mediocre de esta guisa: “Nos servimos de los colores pero pintamos con el sentimiento.”
Niña con raqueta y volante, 1737, Jean Siméon Chardin
Niña con raqueta y volante, 1737, (Florencia, Museo de los Oficios). Una vez más Chardin ilustra el tema de los juegos. Nada deja entrever un amago de movimiento, el personaje permanece inmóvil posando para el pintor. Como todos los niños, a los cuales en aquella época se les vestía como adultos, la niña lleva un vestido con armazón (robe à paniers), sus cabellos están cubiertos por una pequeña cofia decorada con flores azules y rojas. De una cinta de un luminoso color azul cuelgan unas pequeñas tijeras de costura y un cojín rojo para alfileres. Tal vez ha sido autorizada a interrumpir su lección por un pequeño recreo. El fondo monocromático y neutro está supeditado a la representación plástica de la niña. El juego cromático entre el blanco del vestido, los tonos marrones del corsé y de la silla, y los tonos rosados de la piel se intensifican por medio de los azules de la cinta y los rojos del cojín.
Hacia 1770, la salud de Chardin empezó a declinar, y con ella, el interés del público, que se sentía más atraído por las escenas de fácil patetismo, aunque no exentas de un cierto encanto que pintaba Greuze. Habiendo casi abandonado la pintura al óleo, Chardin se consagró sobre todo al pastel (el gusto por esta técnica se lo había dado su amigo el pintor pastelista Quentin de Latour), también a causa de su vista deficiente, dañada por el empleo en sus pinturas de pigmentos a base de plomo y sus aglutinantes que acabaron por quemar progresivamente sus retinas. Fue durante este último periodo, liberado casi totalmente de las responsabilidades y preocupaciones que le suponían los encargos, cuando realizó algunos de sus mejores cuadros (“Autorretrato con gafas” de 1775), marcados por la conmovedora humanidad de su inspiración que lo sitúa entre los protagonistas de la pintura francesa del siglo XVIII. Chardin tenía 76 años cuando realizó este autorretrato: inmediatamente después de haberlo pintado decide exponerlo en el Salón de 1775, al lado del retrato de su segunda mujer, Marguerite Pouget, con la que se había casado treinta años antes. Este retrato se podría considerar como el resumen de toda una existencia, una de las últimas páginas en la historia de una vida. De hecho, este pintor tan comprometido con la realidad nos ofrece en su autorretrato una peculiar e imprevisible interpretación.

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https://www.wikiart.org/es/jean-simeon-chardin
http://revistaatticus.es/2011/05/17/jean-simeon-chardin-en-el-museo-del-prado