Como todas las obras de El Bosco presentes en el Prado, este tríptico formó parte originariamente de la colección personal de Felipe II.
Sin embargo, resulta sorprendente dentro del estilo minucioso y
fantástico de El Bosco, puesto que presenta un retablo de formato y tema
perfectamente tradicionales. Se la considera obra tardía, y pese a su
normalidad aparente, las intrusiones extrañas tan frecuentes en el
maestro también se deslizan en esta apacible escena. Aparecen los
donantes que encargaron la pintura, representados en los laterales. En
la tabla central, la Adoración de los Reyes Magos empieza a mostrar
personajes extraños, movimientos inexplicables. Destaca la presencia
bufonesca de los pastores, grotescos, que han trepado al tejado del
pesebre para contemplar la escena; tras ellos, dos ejércitos se aprestan
a un violento encontronazo, desligado de la serenidad del tema
principal. El propio rey negro viste extraños ropajes, adornados con
símbolos, y un dragoncillo se enrosca sobre el vaso de su ofrenda. Para
coronar la situación, un grupo de personajes siniestros asoma por uno de
los ventanucos, tras la Virgen, liderados por un rey oriental
semidesnudo, enjoyado, con una sonrisa que más parece una mueca. ¿Su
identidad? Tal vez se trate de Herodes, tal vez sea el Anticristo que
amenaza la llegada de Cristo, tal vez el hereje Balaak, herido en la
pierna, como se observa en su tobillo: una llaga cubierta por un
brazalete transparente... Demasiadas incógnitas, como casi siempre que
nos enfrentamos a la obra de este pintor.
http://www.artehistoria.com/v2/obras/684.htm
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