domingo, 30 de junio de 2019

DIDO Y ENEAS


Dido, la legendaria reina norteafricana de la ciudad de Cartago, era hija de Mutto, rey de la ciudad fenicia de Tira. Su significado mitológico se debe a su trágico amor con Eneas, quien después de huir de Troya pasó un tiempo con ella en el norte de África.
Dido tuvo que huir de su tierra después de que su hermano Pigmalión matase a su marido. Con su hermana Ana y un grupo de leales acampó en la actual Túnez, en la costa del norte de África.
Iarbas (Jarbas), un rey local, estaba dispuesto a venderle un trozo de tierra a condición de que no fuese más grande que la piel de un toro. La astuta Dido cortó en­tonces la piel de un toro en pequeñas tiras y demarcó el lugar sobre el que quería fundar la ciudad de Cartago.
Cuando la ciudad se hallaba en construcción llegó Eneas. Su barco se había alejado de su ruta debido a una tormenta sobre la costa de Italia. El apasionado ro­mance que surgió entre ellos durante una cacería interrumpida por una tormenta que les obligó a refugiarse en una cueva, le hizo concebir esperanzas de que él se convirtiese en su marido. Eneas sentía lo mismo hacia ella, pero los dioses le recordaron que su destino estaba en Italia para fundar un nuevo reino. 
Durante los siglos I y II a.C. se produjeron diversas guerras entre los descendientes romanos de Eneas y los cartagineses de Dido. Esta dramática historia de amor fue recordada no sólo por Virgilio, sino por muchos artistas que se inspiraron en ella...


Eneas era hijo de Afrodita (Venus) y el mortal Anquises. El papel de Eneas en la mitología griega es bastante modesto, si bien para los romanos su significado no tie­ne comparación. Después de la destrucción de su ciudad, Troya, a manos de los griegos, Eneas viajó a Italia, donde fundó el reino a partir del cual emergería Roma. Fue precisamente a Eneas al que el gran poeta romano, Virgilio, le dedicó su famoso poema épico, la Eneida, inspirada en la obra de Homero.
El padre de Eneas, Anquises, descendía de Tros, rey de Troya, del cual la ciudad si­tuada en Asia Menor recibía su nombre y por lo que pasó a ser miembro de la familia real troyana. Anquises no pudo participar en la Guerra de Troya, ya que comenzó cuando él ya era muy mayor, además de que Zeus le había dejado impedido de una pierna después de haber ido presumiendo de su relación con Afrodita, de la cual na­ció Eneas.
Durante la Guerra de Troya, Eneas fue, después de Héctor, el gran héroe de las tropas troyanas, si bien no podía llegar a compararse con la fortaleza de los héroes griegos. Diomedes podría haberlo matado sin dificultad, si su madre Afrodita y el dios Apolo no hubiesen intervenido para retirar a Eneas del campo de batalla. Había una cierta competitividad entre Héctor y Eneas, y entre éste y Príamo, rey de Troya y padre de Héctor. Eneas estaba casado con Creusa, hija de Príamo, con la que además tenía un hijo llamado Ascanio.
Al contrario que la inmensa mayoría de los troyanos, Eneas consiguió escapar de la ciudad después de que los griegos la con­quistasen utilizando el caballo de madera. Existen diversas versiones de esta huida, siendo la más importante la narrada por Virgilio y que asegura que Eneas huyó de la ciudad en llamas con su anciano padre so­bre sus hombros y con Ascanio de su mano. Antes de esto, había tratado de salvar a Casandra de las garras de los griegos en vano, siendo testigo de cómo era asesinado Príamo mientras se saqueaba el palacio real. Durante la huida desapareció Creusa sin dejar rastro, pero su sombra era el presagio de un futuro mejor para Eneas en el Oeste.
Cuando Eneas se hizo cargo, al pie del monte Ida, de los troyanos que habían so­brevivido, se encargó de organizar la construcción de nuevas barcas para iniciar la travesía hacia el Oeste, que les llevó, en medio de muchas adversidades, hasta Creta y otros lugares desconocidos, debido a una incorrecta interpretación del pronunciamiento del Oráculo. Entonces se predijo con total claridad en un sueño que Eneas debería navegar hacia Hesperia, "la tierra del atardecer". No obstante, una tormenta lo desvió de su camino hasta Estrofades, donde los troyanos sufrieron la plaga de las Harpías, monstruos alados con cara de bruja. Una de ellas se encargó de predecir muchas dificultades durante el resto de la travesía.
Después de esto, Eneas llegó a Epiro, donde uno de los habitantes locales, el profeta Heleno, que por entonces se había casado con Andromaque, viuda de Héctor, le ordenó que navegase hacia Sicilia, profetizándole que sería el fundador de una gran nación. En la costa oeste de Sicilia, en un santuario dedicado a su madre, Venus, Anquises murió, siendo sus restos depositados en ese mismo lugar.

Hera (Juno) aún mantenía cierta animadversión hacia los troyanos y hacia Eneas en particular, y este fue el motivo por el que provocó una tormenta para que la nota se desviase hacia el norte de África y no llegase a Italia. Aquí, en la orilla sur del Mediterráneo, la joven reina Dido se encontraba en pleno proceso de fundación de la ciudad de Cartago. A pesar de que Eneas había jurado que nunca se casaría de nuevo, el amor que creció entre ellos fue tan intenso que se convirtió en una de las historias románticas más conocidas de la Antigüedad. Todo empezó durante una cacería en la que una inoportuna tormenta les obligó a refugiarse juntos en una cueva. Muchos escritores, poetas, pintores y compositores han encontrado su fuente de inspiración en este mito.
Pero la historia de amor tendría un final trágico (como ya comenté antes), ya que Eneas se dio cuenta de que no podía seguir el dictado de su corazón, pues estaba obligado a obedecer el mandato divino que le señalaba como fundador de un nuevo reino. Hermes (Mercurio), el mensajero de los dioses, visitó de nuevo a Eneas llevando un mensaje de Zeus (Júpiter) en el que le recordaba su tarea pendiente. Eneas siguió la orden y partió.Este triste episodio tuvo consecuen­cias muy importantes para sus descendientes, ya que fue el principio de la enemistad entre Cartago y Roma, que llevaría en los siglos II y III a.C. a las tres guerras que termi­naron con la destrucción de la primera.
Eneas regresó a Sicilia, donde permaneció durante un tiempo celebrando cacerías en honor del difunto Anquises e iniciando la fundación de una ciudad para las troyanas y los ancianos que les sirviera a todos de descanso tras el largo viaje. Después partió hacia la península italiana, llegando hasta Cumae, desde donde descendió al mundo de los muertos y se encontró con el fantas­ma de su padre, el cual le confirmó que es-raba destinado a fundar un gran imperio y le aconsejó sobre ello.
Eneas continuó su viaje hacia el Norte. Remontó el Tíber y llegó hasta la región de Latium, lo que hoy día es el Lacio y que estaba gobernada por el rey Latinus. Su hija mayor, Lavinia, estaba prometida a Turno, rey de los rutulianos, pero un oráculo predecía un mejor matrimonio para ella si se casaba con un foráneo. De este modo, Lati­nus entregó a su hija a Eneas, tras lo cual Hera envió a Alecto, una de las Furias, diosas de la venganza, para incitar a la mujer de Latinus, Amata, y al rechazado Turno para que se pusiesen en contra de Eneas. Turno buscó aliados entre los pueblos cer­canos y lo mismo hizo Eneas, que incluso contó con el apoyo de los etruscos. Ade­más, su madre, Afrodita, le pidió a su mari­do, Hefesto (Vulcano), que le forjase una nueva armadura.
Después de esto llegó una larga batalla en la que el hijo menor de Eneas, Ascanio, también participó. Mucha gente murió, incluso Palas, hijo de Evander, uno de los principales aliados de Eneas. En un mo­mento concreto Eneas fue herido en una mano y su propia madre se encargó de curarle. Finalmente, fue el duelo entre Turno y Eneas el factor decisivo. Eneas le derrotó y se apiadó de él, pero cuando vio que Turno llevaba el cinturón del difunto Palas como trofeo de guerra decidió acabar con su vida.
Una vez restaurada la paz, Eneas se casó con Lavinia. Desde entonces, los troyanos y los latinos vivieron en paz, adoptando los primeros la lengua y costumbres de los segundos. Eneas fundó la ciudad de Lavinia en honor a su esposa. Más adelante, Ascanio (que también era llamado Iulus, motivo por el que tanto César como Augusto se pu­sieron el nombre de Julio) fundó la ciudad de Alba Longa, que se convertiría en la capital de la comarca. Siglos después, Rómulo, hijo de Ares (Marte) y la princesa Rhea Silvia, que venía de Alba Longa, fundó la cuidad de Roma en las colinas del Palatino que se situaban sobre el Tíber.
Aunque Virgilio obtuvo su fuente de inspiración en el trabajo literario de Homero, incluyendo multitud de referencias y alusiones a la Ilíada y la Odisea, y haciendo que su propia obra fuese un espejo de la épica del griego, la atmósfera de la Eneida es completamente distinta. De hecho, en ella Eneas tiene un carácter diferente del de los impulsivos héroes griegos como Aquiles y Odiseo, con su afición por una vida aventurera. Eneas siempre es calificado como "pío" por Virgilio, temeroso de los dioses y disciplinado, con un alto sentido del deber y la obediencia, rasgos sobrios que encajan con el carácter romano y que es diametralmente opuesto al de los héroes griegos.
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El drama comienza cuando Eneas llega accidentalmente a Cartago y pide ayuda a la reina Dido para pasar unos días en sus tierras abastecerse de comida para seguir el viaje. Dido organiza una cena para dar la bienvenida a los troyanos cuando cupido le lanza una flecha a ordenes de venus, madre de Eneas.
Dido confiesa el amor que siente por Eneas a su hermana Ana y ella le da su aprobación para que estuviese tranquila por el hecho de traicionar a su marido ya muerto.  A gracia de las diosas Venus y Juno cuando salen de cacería les aparece una gran tormenta y tienen que refugiarse en una cueva donde se confiesan el amor que se tienen.  Cuando Júpiter se percata de su amor y de que Eneas pretende residir en Cartago y olvidar su destino manda a Mercurio, mensajero de los dioses, para recordar a Eneas su trabajo. Dido había olvidado y abandonado las construcciones de las murallas y del puerto por el amor pasional que sentía hacia Eneas.
El troyano decidió no contarle nada a su amada para evitar disgustos y comenzó a formar una armada para seguir su viaje. Cuando Dido se entera de las intenciones de Eneas se siente traicionada y creyendo que la iba a abandonar sin ninguna explicación, Dido ruega a su hermana que intente convencer  a Eneas de que permanezca a su lado pero... es en vano y Eneas sigue con sus planes, cosa que enfurece a Dido reprochandole toda la ayuda, el amor, la hospitalidad y confianza que había recibido por su parte.  En mitad de la noche Eneas tiene un sueño donde le dicen que debe marchar cuanto antes y lo hace. Al amanecer Dido ve que su amado había partido,ordena hacer una pila con todas sus cosas para olvidarlo y una vez hecha prende fuego a todos sus recuerdos y se suicida.

Como la historia completa es muy larga voy a referirme a unos pequeños fragmentos que considero que pueden definirlo:

Esto es lo que piensa después de aceptar su amor:
“El extraordinario valor del héroe y la gloria extraordinaria de aquella raza 
acuden constantemente a su mente; su rostro y sus palabras se mantienen 
clavados en su corazón...”

y agrega más adelante, en medio de las confesiones de Dido a Ana:

“¡Qué nobleza muestra su semblante!, ¡Qué espíritu valiente y qué arrojo! 
Creo ciertamente, y no es una ilusión vana, que es de la raza de los dioses.”

Otro fragmento devela la sensación de Dido después de saber la armada que preparaba Eneas:

“La llama devora entretanto su tierno corazón y la herida alienta en silencio 
dentro de su pecho. Se abrasa la infeliz Dido y vaga enloquecida por toda la 
ciudad, como una cierva cuando un pastor persiguiéndola con sus dardos, 
después de disparar una flecha, la ha herido desde lejos cogiéndola 
desprevenida en medio de los bosques de Creta y sin saberlo ha abandonado el 
hierro alado; ella recorre en su huída los bosques y desfiladeros Dicteos; la 
mortal saeta permanece clavada en su costado.”

El final de la trágica  historia cuenta lo siguiente:

”Entonces, pálida como la muerte, Dido salió al patio del palacio, subió con pasos rabiosos a lo alto de la pira, desenvaino la espada de Eneas y pronuncio con gravedad sus ultimas palabras...
-He fundado una gran ciudad, he vengado a mi esposo, y he castigado a mi hermano por su crimen.  Habría sido feliz, demasiado feliz, si los troyanos no hubiesen desembarcado jamás en mis costas.  ¡Moriré sin venganza, pero al menos moriré!  Ya es la hora de descender hacia las sombras.  Que desde la alta mar el cruel troyano vea las llamas de esta hoguera, para que quede grabada en su alma la certidumbre de mi muerte.
Y acto seguido se atravesó el pecho con la espada.”

Este mito ha causado grandes influencias en los autores posteriores.
en el ámbito musical se encuentra  Henry Purcell, que compuso esta famosa opera que forma parte del periodo clásico, aunque aqui solo veremos el lamento de Dido, un pequeño fragmento...

                                           

En el arte también hubo gran influencia de este mito:


Banquete de recibimiento a los troyanos.

Dido y Eneas.


Suicidio de Dido.

En la literatura hay un escritor que se centra en este mito , es Rafael Gonzalez Cañal. Alunos ejemplos son:

Oh traidor, cuál has tratado
la fama y honra mía
y has hecho a tu voluntad 
¿ Y olvidarme has otro día ?
Si tal ha de ser, Eneas,
yo misma te mataría.

Y entregaste en infausto himeneo
al teucro engañador la fe y la mano.
Piadoso le llamó siendo tirano ;
que si en sacar los dioses fue piadoso,
en ser ingrato a Dido fue villano.

Personalmente opino que el amor de Dido desde un principio es un claro ejemplo de amor pasional porque lo antepone hasta por delante de su vida, ademas de interponerlo por delante de su ciudad ya que descuida la construccion de las murallas y del puerto. Eneas representa un amor mas sensato, porque cuando los dioses le recuerdan su destino que es el de deber cumplir su destino, obedece dejando a su amada sola y desconsolada, lo que le llevará a ella al suicidio. Esta historia me ha hecho reflexionar sobre la importancia que tiene el amor para las personas hasta el punto de que estas puedan llegar a reacciones tan sumamente trágicas...


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