jueves, 13 de junio de 2019

PABLO PICASSO Y LAS MENINAS


En realidad la intención de Picasso no fue en ningún momento hacer una copia de la obra de Velázquez sino una interpretación de la misma respetando la esencia de la obra velazqueña. El artista cubista establece en sus obras una síntesis entre la tradición clasicista de Velázquez y las influencias más primitivas que se presentaban en el cubismo; el volumen, la composición y la atmósfera se respetan en la obra de Picasso no obstante los personajes y objetos representados han sufrido una dramática reinterpretación de estilo cubista.
En la primera obra que Picasso realiza incluye los mismos personajes que Velázquez, con posterioridad en las demás interpretaciones seleccionará algunos personajes, se centrará tan sólo en uno o incluirá otros distintos a los de Velázquez. El malagueño sitúa, en esta primera versión, al pintor como eje fundamental de la composición; así la representación de Velázquez se realiza en unas medidas completamente distorsionadas y es precisamente este hecho, lo que define la intencionalidad del pintor vanguardista: Las Meninas no es sólo la copia o reinterpretación de una obra sino un tributo al genio del Siglo de Oro español.
Picasso también innova en el formato y la paleta: en esta ocasión apuesta por un formato apaisado que se contrapone con el original de formato vertical, además la paleta de Velázquez estaba regida por las tonalidades terrosas mientras que Picasso ha optado por el blanco y el negro. Con posterioridad las versiones ganarán en riqueza cromática cuya planitud no deja de ser sino, un elemento más de la gran fuerza pictórica del artista.


Si analizamos algunas de los personajes más importantes de toda la serie debemos destacar a la infanta Margarita, que es el centro de la composición original y también fue una figura de gran importancia para Picasso, así el artista dedicó unos catorce cuadros a su exclusiva representación. Otra figura fundamental en la serie es la representación de la dama de Margarita, Isabel de Velasco, que en referencia a la posición que adopta en la obra original Picasso realizó varios estudios del personaje de manera independiente relacionándola con el movimiento y acercándose más a composiciones fotográficas que pictóricas.
Las Meninas no se presentan sólo como una muestra increíble debido a su calidad técnica sino que el artista, consciente de la importancia que guardaba la obra en conjunto, decidió donarla al Museo Picasso a modo de recuerdo y conmemoración ante el fallecimiento del secretario de esta institución, su amigo Jaume Sabartés.
Existían muchos aspectos de Las Meninas que cautivaron a Picasso, como la aparición del artista en su cuadro, la cascada de interrogantes y numerosas interpretaciones de la obra,  y el ‘empuje’ de la composición hacia el espectador. Así como también, el intercambio entre el espacio real y el espacio pictórico, lo  explícito y lo implícito. Luego de tantos años, surge la recreación de una de las primeras obras plasmadas en la memoria del artista, en su primera visita al Museo del Prado en el año 1895. Picasso recreó Las Meninas a la edad de setenta y cinco años, edad en la que falleció su padre.  En esta etapa de su vida, afloró un miedo a la muerte en el artista, así como la aspiración a la inmortalidad, que sin duda con Las Meninas y junto a todo su legado, fue alcanzada.
Las Meninas (infanta Margarita María),  Pablo Picasso,
1957, óleo sobre tela, 100 x 81 cm
 Supongamos que alguien quiere copiar pura y simplemente Las Meninas ,  llegaría un momento en que si fuese yo quien lo hiciera, me diría: “¿qué pasaría si pusiera este personaje un poco más a la derecha o a la izquierda?”. Y trataría de hacerlo a mi manera, sin preocuparme de Velázquez. Esta tentativa me llevaría sin duda a modificar la luz o disponerla de otra forma, puesto que habría cambiado de sitio un elemento. Así, poco a poco, lograría hacer un cuadro, Las Meninas, que sería detestable para cualquier pintor especializado en copiar y no serían Las Meninas tal como aparecen en el cuadro de Velázquez: serían Las Meninas del que lo hiciera”...(P.Picasso)

EL SECRETO DE LAS MENINAS DE PICASSO





Se considera que en la elaboración de “Las Meninas” que realizó Picasso intervienen una trama de elementos que es necesario tener en cuenta para interpretar y evaluar esta obra cuya serie está integrada por cuarenta y ocho lienzos que fueron donados en mayo del 1968 al Museo Picasso de Barcelona.
Desde sus primeros viajes a Madrid a fines del siglo pasado, Picasso tuvo ocasión de establecer un contacto directo con el gran lienzo de Velázquez.
El recuerdo de “Las Meninas” de Velázquez es reactualizado por una fotografía de la obra, en blanco y negro que Picasso tenía a su alcance y podía pintar sus variaciones.

Se ubica que Picasso había visto por primera vez el cuadro de Velázquez durante la primavera de 1895, cuando viajando de La Coruña a Málaga con sus padres y su hermana Lola, se detuvo un día en Madrid.
Su padre, don José Ruiz Blasco era profesor de dibujo y pintor. Picasso tenía 13 años.
Largos años (cincuenta) habrían de transcurrir para que en el verano de 1957 se encerrara en el piso que ocupaba su casa (La Californie) en Cannes, donde entre los días 17 de agosto  y 30 de diciembre realizará la serie de 58 lienzos, 44 de los cuales contienen sus estudios a partir de “Las Meninas”: análisis de cabezas, de figuras aisladas, de grupos de personajes y de distintas versiones del conjunto, acompañados de esa particularidad que confiere la luz del Mediterráneo.


Por lo tanto 135 días durante los cuales fueron realizadas las 58 telas, sólo hay treinta de productividad. Tiempo exterior seguramente diferente al tiempo y ritmo creador.
Otro elemento que se considera importante sobre Picasso y que incide en la consideración de su obra, es una serie de publicaciones en relación a las exposiciones que se realizaban y que marcaban el lugar del maestro, las características de la obra, el valor de enseñanza que esta obra posee, pero que abren a otra consideración... “son los discípulos los que acuden a éste o aquel punto para aprender del genio”.
Publicaciones, que se consideran, como un reto lanzado a Picasso, casi una provocación, que pedía una respuesta a lo que se considera, “La aventura temeraria que son Las Meninas”.
Durante el año 1916/1917 se presenta la representación en San Sebastián, Madrid y Barcelona del Ballet Meninas, basado en el cuadro de Velázquez.




Picasso viajaba con los ballets rusos.


Una de las meninas era interpretada por Olga Koklova, la bailarina que un año después se casaría con Picasso.


Sus críticos se preguntan sobre lo decisivo de este hecho en varias perspectivas: ¿enriquece la interpretación de Las Meninas picassianas? ¿el matrimonio con Olga es una boda involuntaria, inesperada, en tanto es Olga –Isabel de Velasco- o sea una menina?
¿El vestuario efectivista  atrapó su mirada con sus colores estridentes y llamativos?
Esta aventura plástica –resultado y efecto de una constelación de factores, reconoce como otro ingrediente el film de Clouzot, “El misterio Picasso”, donde la cámara trata de captar el fluir mismo de la inspiración del artista, obligándole a una improvisación constante y a un dinamismo creciente.
Sus críticos dicen: si en el film Picasso ha estado trabajando ante la cámara, en Las Meninas, como veremos, se convierte en cámara, o en todo caso, adopta la movilidad de ésta.

Si antes el pintor se situaba ante el objeto y, sin cambiar de emplazamiento, trataba de captar su permanencia o fugacidad, ¿por qué ahora no podía desplazarse como una cámara y captar los aspectos cambiantes del objeto?
Llegamos así a un período de crisis: ruptura con Françoise Gillot a fines de 1953, muerte de Olga Koklova, de quien ya vivía separado desde 1935 y en 1954 entrada de Jacqueline en su vida.
Se considera que “Las Meninas” de Picasso son el testimonio de dicha crisis y el lugar mismo (el campo de batalla) donde Picasso trata de resolverla.
Es interesante la técnica de trabajo, estratos superpuestos de pintura, donde trabaja y profundiza mediante estratos sucesivos, yuxtapuestos, lo que abre a considerar que allí el pintor, diversifica, reinicia, cambia, usa de la libertad y la variedad.
¿Enfrentamiento de dos mundos? ¿Es lo que el discípulo le agrega al genio?
La pintura de Velázquez corresponde a un mundo y a unos valores establecidos, considerados absolutos e inamovibles; corresponde a una sujeción del pintor a la corte o a la curia.
La pintura de Picasso es la que mejor encarna la ruptura con el mundo monolítico.

Josep Palau i. Fabre dice, que Las Meninas de Picasso nos invitan a participar de esa libertad y que más que atentar contra la pintura de Velázquez, son una injerencia contra su mundo, contra los valores que aquella implica.
Esta fantástica obra, culminación de un proceso creador, producida en el encierro y la clausura (quizás única posibilidad de creación) usa a “Las Meninas” de Velázquez solo como un pretexto para el despliegue de un mundo que intenta articular un vacío.
El libro de Fabre es excelente (de los muchos que he recorrido) este me atrapó, porque recurre todo el tiempo a privilegiar la producción en una secuencia histórica.
Josep Palau i. Fabre: nace en Barcelona en 1917. Conoce en Paris a Picasso en 1947, y a partir de allí se dedica mas de 30 años a escribir e investigar la obra de Picasso.

Nos dice, Picasso se apodera, asimila, viola la personalidad de los demás artistas como si quisiera descubrir un secreto. Esta dimensión evidente pero recóndita, se hace ostensible en Las Meninas. Ahora Picasso necesita formularse el problema abiertamente, casi descarnadamente, necesita verse habitado –quizás sentirse poseído- porque en él hay un vacío y ha de hacerlo con una obra cumbre, ya que su problema y su vacío son inmensos.
¿El problema del amor, del vacío del amor, de los “desiertos del amor”, como diría Rimbaud?
Muchas de “Las Meninas” de Picasso son Picasso, menos el amor, que es como decir que les falta algo esencial.
Pero hay otra pregunta que se plantea que me interesa transmitirles:
¿Será, quizás, para decirnos que Velázquez es un pintor frío?
¿No será, más bien, que la frialdad de Velázquez es la que mejor le cuadra en este trance?
¿Son estos recovecos que han determinado esta trama, esta constelación, esta conjunción que han conseguido que “Las Meninas” se conviertan en una obsesión para Picasso?


Que la creación del artista, sea el testimonio de una crisis, entre un discípulo y un maestro, instaura el lugar de trabajo, verdaderamente, como el campo de batalla, donde se trata de resolver esta crisis.


Una obsesión, una pasión, ingredientes que acompañan el deseo en tanto causa, se cierran siempre, tal como esta genial obra –con el enigma femenino-.
El retrato de Jacqueline, retrato Nº 57, se considera un marco hecho para cerrar, dicen sus críticos, parece una ventana abierta y un límite entre el interior y el exterior.
Se la considera anti-menina, una figura que emerge de la vida, cuyo colorido y factura se oponen a Las Meninas, siempre iluminadas con reflectores, lo cual les otorgaba una estructura fantasmagórica.


El retrato de Jacqueline es palpitante. Se dice que el marco, es ventana y está unido a la figura que enmarca, su figura penetra por este marco –ventana-, distante y próxima a la vez, vigilante y discreta, de cara y de medio perfil, mirando y sabiéndose mirada, otorga en el cierre la verdadera dimensión a Las Meninas picassianas y es el broche que limita estas infinitas formas que ha tomado desenmascarar el goce que se cierra en el retrato Nº 58 con la última menina a modo de que caiga el telón en el despliegue de la aventura de Las Meninas.


Fué un recorrido por algunos de sus fragmentos para acompañar el modo en que se desenmascara el goce, en estas infinitas imágenes que constituyen La aventura que son Las Meninas... picassianas.


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