Judith y Holofernes es una obra pictórica realizada por el artista Michelangelo Merisi da Caravaggio en torno al año 1589.
En esta ocasión el artista, que se caracterizó por ser uno de los
pintores más prolíferos y la rapidez de sus ejecuciones, ha optado por
realizar un tema bíblico: la ejecución de Holofernes a manos de la bellísima Judith.
Judith era una bella mujer judía y viuda que salvó al pueblo de
Israel del ejército de Holofernes. Cuando el fin de Israel parecía
inminente ante las fuerzas de su opresor, la bella dama se coló en la
tienda del general para -en teoría- seducirle y terminó cortándole la
cabeza. Este es un pasaje tomado de la Biblia católica puesto que los
judíos no lo recogen en sus escrituras; con todo, ha sido uno de los
pasajes más representados a lo largo de la historia del arte por
distintos pintores conjugando en su temática la sensualidad de Judith y
la brutalidad de la muerte del general.
No obstante Caravaggio ha introducido algunas novedades
con respecto a las anteriores interpretaciones realizadas sobre el
tema, el artista introduce dentro de la tienda de Holofernes a la criada
de Judith, quien acaba de darle la espada y espera para recoger la
cabeza. Según en los pasajes bíblicos ésta esperó fuera de la tienda.
En realidad la obra tiene una significación más
profunda de lo que pudiera parecer, Holofernes en representación del
monarca Nabocodonosor trata de someter a Israel mientras que Judith
representa los designios divinos de Dios; son dos fuerzas enfrentadas
por el pueblo de Israel al igual que durante el XVI y el XVII
protestantes y católicos trataban de imponer su fuerzas mediante las
guerras de religión.
Las figuras de Caravaggio son modelos realistas de
hecho, éste es uno de los principales rasgos del artista barroco. Sus
figuras no son idealizadas ni bellas y muchas veces sus cuadros parecían
descarnados por ello. Judith aparece vestida según la moda de la época,
como si de una prostituta se tratara no obstante, su rostro refleja
serenidad y valentía, consciente de cuál es su misión. Holofernes
aparece con el torso desnudo, la espada ya ha cortado parte de su cuello
y en su rostro se aprecia el terror del momento. La escena aparece
completada por la figura de la criada, una mujer anciana y algo
decrépita que acentúa aún más la belleza de Judith.
La escena se desarrolla dentro de la tienda de Holofernes aunque las
referencias espaciales son mínimas y todo está cubierto por una gran
tela roja. La paleta está basada en tonalidades terrosas que van desde
el rojo intenso del cortinaje hasta el marrón o también el blanco. El tratamiento lumínico
es el característico de Caravaggio, el tenebrismo; la escena principal
está fuertemente iluminada, sobretodo la figura de Judith destacando su
protagonismo, mientras el resto de la escena se sumerge en una oscuridad
plena.
Según los textos originales de la época, cien años después de que
Caravaggio pintara esta tremenda escena, continuaba provocando
reacciones de horror y sorpresa entre los visitantes del palacio
Zambeccari de Bolonia, donde se encontraba antes de pasar a la Galería
Nacional de Arte Antiguo. Acostumbrados hoy día a un lenguaje expresivo
diferente, la obra tal vez ha desviado su efecto inicial del horror a la
curiosidad. Pero debemos pensar que la captación de una degollación no
era tan difícil de contemplar en directo en el siglo XVII, y mucho menos
para nuestro artista, frecuentemente involucrado en actividades turbias
de los bajos fondos romanos. Caravaggio recurre, como es habitual en su
pintura, a un casi forzado realismo, que desnuda el alma de los
personajes de la acción ante el espectador. Es imposible no estremecerse
ante la firme decisión de la bella Judit, inconmovible ante el terror
de Holofernes, el opresor de su pueblo. Con serenidad de estatua, tira
de la cabeza del rey para ayudarse en la ejecución, con cuidado de
mantenerse apartada de la sangre que mana a chorros como una fuente. La
criada, entre espantada e hipnotizada por la acción, espera con un paño
recibir el trofeo que habrán de llevar a los ancianos de la ciudad para
demostrar la muerte del tirano. La violencia de la acción repercute en
las expresiones de los personajes, que ofrecen diferentes versiones de
lo que está pasando. El dramatismo se extiende en oleadas de color,
desde el rojo agresivo de la sangre que se corresponde con el rojo del
cortinaje, hasta el brillo de la espada y el tremendo fogonazo de luz
que ilumina el pecho de la heroína del Antiguo Testamento. La manera que
Caravaggio empleó para componer tan truculento episodio fue utilizada
posteriormente por otros pintores del naturalismo tenebrista, entre los
que destacan la Judit y Holofernes de Artemisia Gentileschi y obras de similar talante de Valentin de Boulogne.
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