viernes, 24 de febrero de 2017

HIERONYMUS BOSCH Y EL CARRO DE HENO


En el año 1570 el rey español Felipe II compró diversos libros y pinturas a los herederos del difunto Felipe de Guevara, quien fuera mayordomo de Felipe el Hermoso y gentilhombre de boca de Carlos V, pero ante todo un humanista especializado en filología, numismática, arqueología y pintura. Entre las obras adquiridas, destinadas a ampliar la creciente colección que iba a decorar El Escorial, se encontraba El carro de heno, del flamenco Hieronymus Bosch, a quien se conocía en España como El Bosco. El humanista había sido un gran admirador de este pintor, al que incluyó y elogió ampliamente en un tratado titulado Comentarios de la pintura, y se lo había recomendado encarecidamente al monarca, llegando a compartir ambos la pasión por su pintura. Felipe II acabaría convirtiéndose en el mayor coleccionista de las obras  de El Bosco, hoy custodiadas por el Museo del Prado, como El jardín de las delicias, Las tentaciones de San Antonio, La extracción de la piedra de la locura o Los siete pecados capitales.
El Bosco procedía de una familia de pintores de origen alemán, originarios de Aquisgrán que se acabaron asentando en la ciudad de Den Bosch, o Bolduque para los españoles, en el ducado de Brabante, Países Bajos. Allí nació hacia 1460 Jeroen van Aeken, pues ese es el verdadero nombre del pintor, que adoptó temporalmente el de Jeroen Bosch al morir su padre, puesto que el gremio de pintores no dejaba utilizar el apellido artístico -en este caso van Aeken- nada más que al hijo primogénito de cada familia de artistas. Finalmente tras latinizar el nombre se quedó en Hieronymus Bosch. 
En el siglo XV los Países Bajos se habían convertido en un centro artístico de primer orden practicando un estilo pictórico denominado gótico flamenco que acabaría por clausurar la Edad Media, y que competía con el pujante Renacimiento que surgía en la Italia del Quattrocento. Entre sus principales figuras se encontraba Jan van Eyck, Roger van der Weyden, Hugo van der Goes, Hans Memling o el mismo El Bosco. Se trataba de un estilo innovador dentro del arte gótico puesto que trataba de romper con las formas planas y bidimensionales góticas para pasar a representar la realidad con mayor veracidad, buscando la perspectiva y la tridimensionalidad del espacio. Además introdujo una nueva técnica pictórica, el óleo, que permitía pintar con colores mucho más vivos y con mayor detalle, como no se habían visto nunca hasta el momento.
La especialidad de El Bosco era la pintura moralizante de contenido religioso, donde mostraba los pecados y defectos humanos mediante caricaturas sarcásticas y grotescas de sus acciones que les llevarían irremisiblemente a ser castigados en el infierno. La única esperanza era llevar una vida piadosa siguiendo el ejemplo de Jesucristo. En consecuencia su obra está plagada de seres monstruosos, híbridos mitad animales y mitad seres humanos, que simbolizaban esos pecados y que se dedican a castigar a la humanidad por sus vicios. Se trata de una visión típica del pensamiento medieval, aún teocéntrico, completamente marcado por la moral religiosa de la Iglesia. Paradójicamente El Bosco representaba con una técnica y unos medios rompedores y modernos un mundo y una 
En El carro de heno, El Bosco recurrió a un viejo proverbio flamenco "El mundo es un carro de heno del cual cada uno toma lo que puede" y lo enlazó con un texto bíblico del profeta Isaías, donde se compara el heno de los campos con los placeres y las riquezas del mundo, que secan pronto y aún más pronto se acaban. Con este punto de partida, el pintor elaboró un tríptico donde denuncia la avaricia del mundo, cegado por el afán de placer y riqueza, que hace lo que sea necesario, incluso matar, con tal de conseguir apenas unas pocas briznas de paja del gran carro de heno.


En el panel izquierdo aparece representado el Edén, mostrándonos en un mismo paisaje una serie de escenas que se narran de forma descendente. Empezando por la parte superior, encontramos una escena que representa la expulsión de los ángeles rebeldes, liderados por Lucifer, del Cielo. El pintor nos muestra la figura de Cristo entronizado y en actitud de bendecir, a su alrededor los ángeles luchan y expulsan a los rebeldes hacia la Tierra. Estos últimos, al caer, abandonan su aspecto angelical y se convierten en seres monstruosos, reptiles, insectos, sapos...

Siguiendo la línea narrativa, al descender por el panel izquierdo nos encontramos en el Jardín del Edén, donde la figura de Dios, ataviada a semejanza de un gran sacerdote, crea a Eva a partir de la costilla de Adán. La narración continúa con el Pecado Original, justo en el momento en el que el demonio, que ha adoptado una forma híbrida, mitad mujer y mitad serpiente, típica de la imaginación medieval, tienta a la pareja con una manzana del Árbol del Conocimiento.

El panel izquierdo se cierra con la expulsión de Adán y Eva del paraíso terrenal. Un ángel blande su espada de forma amenazadora desde la puerta del Edén. Adán y Eva tratan de cubrir sus cuerpos desnudos mostrando vergüenza pues al haber comido el fruto del árbol prohibido, comienzan a juzgar si los actos son buenos o malos y toman conciencia de su desnudez.


Tras el carro aparecen un grupo de figuras que gozan de una posición preeminente en la vida y que no necesitan esforzarse por adquirir el simbólico heno, se trata de las clases privilegiadas. En primer lugar aparecen los más poderosos de la Tierra, el Papa, el Emperador y los Reyes, reconocibles fácilmente por sus ropas y atributos. Detrás de ellos nobles, alto clero, judíos... Sin embargo a sus pies vemos las disputas de la gente común, algunas intentan usar una escalera para llegar hasta el heno, otras discuten acaloradamente, algunas llegan incluso a amenazarse con un cuchillo.


Sin embargo el mejor ejemplo de los actos de vileza que pueden llegar a cometer los humanos por la riqueza aparece a los pies del carro. Allí dos mujeres han llegado directamente a las manos mientras otras figuras hacen caso omiso y siguen sacando paja del carro. En algunos casos están a punto de ser atropellados por las ruedas. La escena más violenta la vemos en el suelo, donde un hombre está degollando a otro tras una pelea a cuchilladas.


Junto a la firma del autor, en la esquina inferior derecha del panel central, El Bosco coloca a un orondo monje, sentado tranquilamente en una especie de cátedra, bebiendo alegremente mientras un grupo de monjas se dedican laboriosamente a llenar una bolsa de heno. La sátira no perdona tampoco al clero, puesto que en aquella época estaba siendo muy criticado por su mundanidad, por la corrupción y la venta de cargos eclesiásticos que acabarían desembocando, ya en el siglo XVI, en la reforma protestante.


El carro de heno es conducido por un grupo de bestias y monstruos que tiran de él y parecen encaminarlo hacia el panel de la derecha, que representa el Infierno. Se trata de los característicos monstruos de El Bosco, se distingue fácilmente un grillo con pies de hombre, un hombre con cabeza de ciervo, un saltamontes con cabeza de mujer, entre otras formas híbridas. Los avariciosos humanos, al igual que pasa con la figura de Jesucristo, parecen no percatarse de quiénes dirigen el carro ni hacia dónde va.

El panel de la derecha representa el Infierno donde se concentran las figuras más grotescas de El Bosco, dispuestas a castigar los pecados de la humanidad. Aquí encontramos las representaciones más violentas puesto que el fin último de la obra es moralizante y era necesario infundir el miedo al pecado. El alma de un hombre es concucido por dos figuras monstruosas, ante ellos se presentan varias escenas de tortura, un hombre es asaetado mientras monta sobre una vaca, otro es arrojado a una jauría de perros que lo devoran, mientras otro es desollado.


En las representaciones que el pintor realizaba sobre el Infierno siempre incluía las escenas de tortura pero también las de incendios. Algunos críticos, independientemente de la evidente relación entre el infierno y el fuego, han querido ver un vínculo con el incendio de la ciudad de Den Bosch que El Bosco presenció a los trece años y que le dejó profundamente marcado. En esta tabla también se añade un tema más, la construcción de una torre circular que podría estar relacionado con el tema bíblico de la Torre de Babel, en su inocente intento de alcanzar el cielo mediante un edificio colosal. 

Como en todos los trípticos medievales, las tablas que lo formaban se podían cerrar para facilitar su transporte o esconder su contenido. Los pintores se encargaban de decorar también la parte externa de las tablas con otra escena más, relacionada con la temática interior. En el tríptico cerrado el Bosco representa el tema del camino de la vida en pintura. Muestra en él a un anciano pobremente vestido, inclinado por el peso del cesto que lleva sobre sus espaldas y defendiéndose con un bastón de un perro que le acecha. Pese al mal estado en el que se encuentra, ha podido dejar atrás el ataque de los bandidos y la danza de la pareja de pastores al son de la gaita, alusiva a la lujuria. En el peregrinar de su viaje sin destino, y cuya dirección ignora, ha ido sorteando los peligros del camino y sabe que debe continuar, pese a lo incierto que pueda ser lo que le espera al cruzar el puente. En el dibujo subyacente el Bosco había representado detrás de este puente una cruz que eliminó en la fase de color. La sustituyó por un crucifijo en el interior del pequeño altar colocado en el árbol bajo el que está sentado un pastor que toca la gaita, sin que nadie se percate de su presencia...Se trata de un tema frecuente entre su obra donde aparecen casi siempre los mismos símbolos, los huesos que representan la muerte, un endeble puente, una pareja de amantes lujuriosos, unos ladrones que roban a otro viajero...



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