Hablar de Gyula Halász (más conocido como Brassaï) es pensar en sus escenas nocturnas de París, es abrir las puertas al surrealismo, es conocer un tipo de fotografía única y en muchos casos intransferible, es en definitiva descubrir este arte desde una perspectiva incluso mágica. Este fotógrafo de origen húngaro, que estudió en la Universidad de las Artes de Berlín y que se trasladó a París definitivamente en 1924, me atrevo a afirmar, nos dejó con el mejor legado que la capital francesa podría haber deseado sobre sus calles.
Pero no sólo de luces en la oscuridad parisina vivió la obra de Brassaï, también este autor aparece en los libros de Historia por su seguimiento al mundo del graffiti, pero no al que conocemos actualmente, sino al de su origen más primitivo, aquel que dejaba surcos en las paredes con incisiones y bajo relieves.
"La noche sugiere, no enseña. La noche nos encuentra y nos sorprende por su extrañeza, ella libera en nosotros las fuerzas que, durante el día, son dominadas por la razón".
Si hay en la historia de la fotografía un fotógrafo que haya sabido capturar como nadie el carácter enigmático que respira una ciudad cuando cae la noche, ese es Brassaï. Todos tenemos en nuestra memoria fotográfica las estampas de París bañadas de luces tenúes, de rincones alimentados por la niebla, de parejas besándose en la oscuridad y de prostitutas.
La obra de Brassaï es fácilmente reconocible por ese halo de elegancia que desbordan sus imágenes, aunque los temas nos conduzcan a lo más sórdido que aparece tras la caída del sol. Es curioso en Brassaï, que aunque su premisa era la de capturar la realidad, su realidad nos aparezca embellecida por esa barita mágica que hace de sus imágenes unas instantáneas con un componente hermoso.
Otra faceta interesante en la obra de Brassaï fue su afán por documentar el mundo del graffiti. Pero cómo decíamos, no el que conocemos hoy que se realiza con pintura, sino el de aquellos primeros años del siglo XX que era ejecutado a través de incisiones en las paredes. Se dice que solía pasear con su libreta anotando los nuevos dibujos, llegando a hacer un amplio catálogo que derivó en un primer libro: "El lenguaje de las paredes".
Este interés por acercarse al graffiti era un hecho que le conectaba también con el surrealismo, ese ismo artístico y cultural de aquellos años que no sólo le hacía habitar en los círculos de personalidades afines a ello como Salvador Dalí, sino que le permitía considerar esas "pintadas" como objetos encontrados (objet trouvé), muy característicos de esta vanguardia.
Sus inquietudes artísticas también le llevaron al cine, siendo su película "Tant qu'il aura des bêtes" ganadora del premio al film más original en el Festival de Cannes de 1956. Y no sólo coqueteó con el séptimo arte sino que también fue pintor antes que fotógrafo y cultivó la literatura gracias a veinte publicaciones y numerosos ensayos.
Quizá una de sus obras más interesantes fue "Conversaciones con Picasso", donde quedaba reflejada la amistad que les unía y admiración mutua además de introducirnos en la personalidad del genial pintor malagueño.
Su amor por la París, cuyas calles recorría asiduamente de noche, le llevó a la fotografía. Más tarde escribiría que: “La fotografía me permite atrapar la noche de París y la belleza de las calles y jardines, bajo la lluvia y la niebla.”
Un fotógrafo que se hizo a sí mismo, ya que trabajando como periodista necesitó la ayuda de otros colegas hasta que decidió coger la cámara y tomar sus primeras fotografías. Que estuvo profundamente involucrado en la cultura de su época, amigo de artistas, amante de la noche...proyectado a través de sus fotografías. Que dio honor a su ciudad de origen, Brassó, al tomar como nombre artístico Brassaï,y que dejó para la posteridad toda una serie de obras en varios formatos desde la pintura a la fotografía, la literatura y el cine, dejando su huella en cada creación y alimentando la historia con un legado inigualable.
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