viernes, 24 de mayo de 2019

ANTONIO DE PEREDA Y EL SUEÑO DEL CABALLERO


Antonio de Pereda realizó lienzos sobre diversos géneros, entre ellos, la naturaleza muerta con sentido moralizante o "vanitas". El Sueño del Caballero, tradicionalmente atribuido a este pintor, presenta una composición con una "vanitas", algo frecuente en el Barroco. Trata acerca de la vanidad del mundo, que nos llena de bienes efímeros que no proporcionan una ganancia trascendente: amor, belleza, dinero, placer... todo perece tras la muerte y sólo la esencia del ser humano permanece frente al mundo. La manera de hacer visible este complejo ideario moral estaba sistematizada por los pintores, que incluían un repertorio de objetos que simbolizaban las diferentes facetas de la vida que no permanecen más allá. Pereda sigue el estilo propio de la "vanitas" para realizar una de las más complejas y ricas composiciones sobre el mismo. 
 Aunque no tan conocido como los Grandes Maestros,natural de Valladolid logró poner su granito de arena a la brillante pintura barroca española. Formado en una familia de artistas y gracias a su talento natural, consiguió convertirse en el protegido de Juan Bautista Crescenzi, pintor y arquitecto romano, asentado en la Corte de los Austrias tras ser llamado por Felipe III para decorar el Panteón de los Reyes de El Escorial. Gracias a este mecenazgo fue escalando puestos entre los artistas cortesanos, hasta tal punto que se le encargó una de las pinturas que debían exaltar las glorias militares españolas en el Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro. Su aportación fue el cuadro del Socorro de Génova, una de sus creaciones más conocidas, que compartió espacio con otras joyas como La defensa de Cádiz de Zurbarán o La rendición de Breda de Velázquez. Sin embargo, la muerte de su protector, enemistado en los últimos tiempos con el valido del rey, el Conde Duque de Olivares, le cerraron de forma prematura las puertas de palacio, pasando a recibir solamente encargos de la Iglesia. Precisamente a esta nueva etapa pertenecen las obras por las que mejor se le conoce hoy en día, las Vanidades.
El género de las Vanidades o Vanitas, muy extendido durante el Barroco, es una variante del Bodegón, con la diferencia de que las naturalezas muertas que se pintan tienen una finalidad y sentido moralizante. El nombre deriva de un pasaje del Eclesiastés: Vanitas vanitatum, et omnia vanitas (Vanidad de vanidades, todo es vanidad), y refleja lo irrelevante que resulta preocuparse por las cosas mundanas cuando que se perderán para siempre con la segura llegada de la muerte. Este tipo de obras tuvo una gran repercusión en España, coincidiendo con unos años de clara decadencia política y económica, aunque en nuestro país era más común denominarlas Desengaños. Dicho género no solo se redujo a la pintura, donde quizás el artista más conocido de nuestro país fue Juan de Valdés Leal, sino que también se practicó en la  literatura, como en los Sueños de Quevedo o en La vida es sueño de Calderón de la Barca.
Probablemente la Vanidad más famosa de Antonio de Pereda sea este cuadro conocido actualmente como "El Sueño del Caballero",que también se conoce como el "Desengaño del Mundo"
Presenta a un joven y apuesto caballero, ricamente ataviado, que se ha quedado dormido y presumiblemente sueña con las glorias y miserias que se presentan sobre la mesa. La idea engarza con el tema de "la vida es sueño" y nos da a entender que la carrera de este joven no es más que un mero sueño sin sentido real. Los símbolos de la mesa son muy complejos, pero destacan algunos por su presencia continua en todas las "vanitas": la calavera que simboliza la muerte, la máscara de teatro sobre la hipocresía, las joyas y el dinero que son las riquezas que no podemos llevar al otro mundo, la baraja y las armas como el juego y los placeres de la caza, el reloj que indica el paso inexorable del tiempo, la vela apagada que indica la expiración de la vida... son innumerables los objetos y los múltiples significados engarzados que podemos entresacar de todos ellos.
El hecho de que se trate de una vanidad que incluya figuras humanas y no solamente naturalezas muertas, además de emplear el tema del sueño, muy de moda en el Barroco por su ambigüedad entre lo real y lo irreal, convirtió el cuadro en una joya muy demandada y admirada.


A un lado de la escena, aunque perfectamente visible, encontramos al caballero a quien hace referencia el título. Recostado sobre una silla, su postura y su rostro indican claramente que se ha quedado dormido. Sus ricas vestimentas, a la moda de la época, y su sombrero recargado con abundantes plumas, muestran su elevada posición social. Antonio de Pereda demuestra su gran talento para captar las calidades y cualidades de los materiales, en este caso los ricos tejidos de su traje, donde dominan los colores negros y dorados, captando perfectamente su brillo y textura.


Sobre la mesa descansan un cúmulo de objetos que aparentemente no tienen un sentido o relación concretos, pero todos guardan un significado. Podríamos agruparlos en dos conjuntos, aquellos que representan las trivialidades de la vida, y aquellos que recuerdan el paso del tiempo y la muerte. Dentro del primer grupo está el cofre lleno de joyas y monedas como símbolo del lujo y la riqueza, los naipes que reflejan el juego y el azar, el retrato de una joven representando el amor, la armadura y las armas de fuego aludiendo a la guerra, las partituras y el violín a la música, la máscara al teatro, los libros y la bola del mundo al conocimiento, sin olvidar la corona, el laurel, el cetro y la mitra que simbolizan el poder. En el segundo grupo encontramos: el reloj que nos marca el paso del tiempo, las calaveras recordándonos en qué nos convertimos tras la muerte, la vela con su frágil llama que se acabará apagando, y las flores cuya belleza, al igual que la propia vida, se marchitará de forma inevitable.


En las manos del ángel se nos muestra un mensaje que nos ayuda a la hora de interpretar la obra: mensaje:Aeterna pungit, cito volat et occidit (Eternamente hiere, vuela veloz y mata). Al texto le acompaña el dibujo de un radiante sol sobre el que hay un arco con una flecha lista para ser lanzada y que apunta hacia el caballero. El texto nos remite a la idea del tempus fugit, es decir, el tiempo que se evapora (pasa veloz), dejando sus secuelas (eternamente hiere), y finalmente acaba por traer la muerte (mata). La misma idea se desprende del pequeño pictograma: el sol es nuestra referencia para medir el tiempo, y precisamente son flechas las que nos marcan las horas y minutos en las esferas de los relojes.
Podemos ver en esta representación la negación de la idea de filiación renacentista de que el hombre todo lo puede, como si fuera un dios y la asunción pictórica de los temas típicos del barroco del sueño y de la muerte. En el sueño de la vanidad (toda la vida es sueño, que dijo Calderón) los bienes codiciados son meras apariencias; solo la muerte, anunciada por la calavera, de la que nadie conoce el día ni la hora, es un hecho cierto e indescifrable.


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