miércoles, 15 de enero de 2020

HERA.REINA DE DIOSES Y SU TEMPLO EN OLIMPIA


Pese a que la mitología ha consagrado la imagen negativa de Hera como una diosa vengativa y rencorosa, lo cierto es que los cultos dedicados a esta divinidad estuvieron extendidos por todo el Mediterráneo, llegando a alcanzar una considerable popularidad en numerosos santuarios y templos. Su papel de esposa de Zeus consagró a Hera como reina de los dioses, siendo una de las deidades femeninas más poderosas y temidas.

Hera fue una de las hijas de Cronos y Rea. Según el poeta Hesíodo relata en su Teogonia, la pequeña diosa fue una de las víctimas de la furia devoradora de su padre. Cronos, para evitar que uno de sus vástagos le destronara, como él mismo había hecho con su propio padre, les devoraba uno a uno a medida que éstos iban naciendo. De este modo acabó Hera engullida por su propio padre. Sin embargo, la astucia de Gea logró que uno de sus hijos, Zeus, se salvara de la furia devoradora de Cronos, y cuando éste creció desafió y derrotó a su padre, obligándole a que vomitara a todos sus hermanos, con Hera entre ellos. Los hijos de Crono se aliaron para arrebatar el poder a los titanes, aliados de su padre, y, una vez, logrado este objetivo, se repartieron entre ellos el mundo. Hera fue elegida por Zeus como su legítima esposa, un papel que cumplirá con resignación pese a los múltiples amoríos del soberano de los dioses.
La mayoría de los relatos que tienen a Hera como protagonista narran las diversas venganzas que la diosa se cobró sobre las amantes ocasionales de su esposo Zeus. De hecho, no sólo fueron éstas las que sufrieron la cólera de la reina de los dioses; también sus hijos tuvieron que hacer frente en ocasiones a la ira de Hera.

Como ejemplo uno de los héroes que más sufrió la cólera de esta diosa fue Heracles, hijo de Zeus con la mortal Alcmena. Al enterarse de que ésta iba a dar a luz un hijo de su esposo, Hera proyectó malformar las piernas de Alcmena para evitar el parto. Sin embargo, una sirvienta logro engañar a la diosa, diciendo que el niño ya había nacido. Al descubrir el engaño, Hera transformó a la criada en una comadreja. La diosa no desistió en su empeño de quitar la vida al bebé recién nacido: para acabar con él envió a su cuna dos serpientes. Sin embargo, el pequeño Heracles, que había heredado la fuerza titánica de su padre Zeus, estranguló a las serpientes con sus manos.
Para los antiguos griegos, el origen de la Vía Láctea estaba también relacionado con Heracles y Hera.Para que su hijo bastardo pudiera alimentarse de la leche de Hera, Zeus engañó a la diosa y logró que el niño se amamantara brevemente de su pecho. Sin embargo, al descubrir ésta que la criatura a la que estaba alimentando era el hijo de Alcmena, le retiró con violencia de su pecho. Las últimas gotas de leche que salieron del pezón de la diosa quedaron fijas en el firmamento, creándose así la Vía Láctea.
Al crecer el héroe, Hera consiguió obligarle a que obedeciera los trabajos que Euristeo, rey de Micenas, le encomendara. Aunque el objetivo de la diosa era que Heracles fracasara y muriera en alguna de estas misiones, el resultado fue el contrario del esperado: Heracles triunfó en cada una de las pruebas y su gloria salió acrecentada. Dado que Heracles fue divinizado tras su muerte, la mayoría de autores antiguos suponen que se dio una reconciliación tardía con la esposa legítima de Zeus, que llegaría incluso a entregar al héroe a su hija Hebe en matrimonio.


La mayoría de los autores antiguos están de acuerdo en reconocer a Zeus como el padre de la mayoría de vástagos engendrados por Hera. No hay noticia alguna de posibles infidelidades por parte de la diosa, algo que encaja a la perfección con la divinidad protectora de la estabilidad familiar y la fidelidad. Hay algún caso, sin embargo, en el que Hera decidió concebir un hijo ella sola, son intervención de ningún varón, siendo este acto una venganza hacia Zeus por sus numerosos hijos bastardos.Algunos autores afirman que el fruto de este intento de concebir en solitario fue el dios Hefesto, mientras otros hablan de este nacimiento como el origen del monstruo Tifón. En ambos casos fueron partos malogrados que engendraron criaturas deformes y monstruosas, muy alejadas del ideal de belleza que se suponía que tenía que encarnar un dios.
Dentro de la descendencia legítima que Hera engendró de su esposo Zeus destaca ante todo Ares, dios de la guerra, así como algunas divinidades menores como Hebe, diosa de la juventud, Ilitía, diosa de los partos, y Eris, diosa de la discordia.

La diosa Hera tuvo un papel protagonista en numerosos episodios del ciclo troyano, estando de lado de los griegos de forma incondicional. El origen de su odio hacia los troyanos se remonta a unas décadas antes de que estallara la guerra. Durante la celebración de las bodas de Tetis y Peleo, la diosa Eris, divinidad de la discordia, enojada por no haber sido invitada al evento, hizo acto de presencia y arrojó una manzana de oro en medio de la reunión. “Para la más bella”, fueron sus únicas palabras antes de desaparecer. Las diosas comenzaron a discutir entonces para decidir quién de ellas tenía derecho a quedarse con la manzana. Tres divinidades optaban al título de la diosa más bella: Atenea, Afrodita y Hera. Para evitar que la discusión entre ellas se tornara violenta, Zeus decidió buscar un juez imparcial que dirimiera el litigio. Escogió a Paris, un pastor que apacentaba sus reses en el monte Ida, cerca de Troya. Entregó a Hermes la manzana de oro con el encargo de que se la llevara al pastor, para que éste se la ofreciera como presente a la diosa que considerara más hermosa. Hermes se presentó en el monte Ida e informo a Paris de los designios de Zeus. El pastor aceptó el encargo, de modo que las tres diosas se fueron presentando ante él en el máximo apogeo de su belleza. Para tratar de sobornar al juez, cada una de ellas le ofreció un don en el caso de resultar elegidas. Atenea le ofreció la sabiduría. Hera la felicidad conyugal y la dicha familiar. Afrodita, por último, le prometió el amor de la mujer mortal más hermosa del mundo. Paris no dudo un instante y, ya fuera porque su regalo le parecía el más apetecible, ya porque considerara que realmente era ésta la diosa más hermosa, escogió a Afrodita y le hizo entrega de la manzana de Eris. De este modo, Hera y Atenea juraron odio eterno al pastor, mientras que Afrodita se convirtió en su protector. Al saberse tiempo después que Paris era en realidad el hijo del rey Príamo, soberano de Troya, el odio de Atenea y Hera se extendió a todos los troyanos. Este fue el motivo por el cual, al estallar la guerra entre aqueos y troyanos, Hera se posicionó del lado de los primeros.
Durante el trascurso de la guerra, Hera trató de influir en su esposo Zeus para que inclinara la balanza a favor de los griegos y permitiera la caída de Troya. Pese a sus suplicas y artimañas, Zeus permaneció firme en su designio de dejar que el destino se cumpliera por sí solo, sin intervenir él mismo ni dejar que el resto de dioses intervinieran más que de forma puntual. En alguna ocasión, la propia Hera tomó parte de los combates de forma activa. En un momento en el que el héroe griego Diomedes titubeaba ante la presencia del dios Ares ayudando a las filas troyanas, Hera le animo a arrojar su lanza contra él, con el resultado de que el dios quedó herido y tuvo que retirarse del campo de batalla.
Tras la caída de Troya, Hera mantuvo su odio hacia los supervivientes, representados ante todo por Eneas y sus hombres. Durante los viajes de éstos hacia las costas de Italia, la diosa les presentó todo tipo de dificultades, siendo la más dura de ellas el haber sembrado la discordia entre los pueblos itálicos para que éstos se enfrentaran con las armas a los troyanos recién llegados. Pese a esto, tal y como narra Virgilio en su Eneida, Hera y Eneas se reconciliaron, de modo que los sucesores de éste, el pueblo romano, gozó durante siglos de la protección de esta diosa.

Como esposa de Zeus, Hera se convirtió en la protectora del amor conyugal, la familia y las relaciones legítimas, así como, por extensión, del hogar y de todos los que lo habitaban. La importancia que tuvieron en el mundo antiguo de elementos como las estructuras familiares ordenadas o la fertilidad femenina explican que los cultos dedicados a Hera sean de los más antiguos que hemos documentado en la historia de Grecia.
El templo dedicado a Hera en Samos puede haber sido uno de los más antiguos de toda la tradición artística griega, pudiendo remontarse su construcción original a finales del siglo IX a.C. Este templo fue reconstruido y remodelado en numerosas ocasiones a lo largo de los siglos, pues el culto a Hera en Samos se perpetuó hasta la imposición del cristianismo y la prohibición de los cultos paganos. Los arqueólogos han encontrado en este santuario exvotos dedicados a Hera traídos desde lugares tan lejanos como Egipto o Mesopotamia, lo cual demuestra la popularidad que esta diosa llegó a adquirir, incluso en ambientes no griegos.


El Templo de Hera, llamado también Templo de Juno Lacinia, es un edificio de orden dórico períptero de 6 × 13 columnas, con pórticos y un santuario con cajas de escalera a los lados de la entrada. Conserva gran parte de las columnas originales, que ha sido parcialmente restaurada y aún se mantiene en pie. Está situado en el extremo suroeste de la meseta de Agrigento y su dedicación a la diosa Hera se basa en una supuesta confusión con el templo de Hera en el Cabo Licinio, próximo a la ciudad calabresa de Crotona.
El templo de Hera fue levantado entre los años 460-450 a.C. sobre una crepidoma o basamento de cuatro gradas, destinado a compensar desigualdades del terreno y, al mismo tiempo, para resaltar su visibilidad. El conflicto de ángulos consustancial a los templos dóricos se solucionó de manera diferente a otros edificios del conjunto, caso del Templo de la Concordia: los ángulos norte, oeste y sur sufrieron una simple contracción, es decir, solamente se redujo la separación de las columnas del extremo, mientras que sobre la fachada (lado este) no se practicó ninguna contracción lateral, sino sólo una reducción del espacio entre las dos columnas centrales.
El templo fue incendiado en el año 406 a.C. por los cartagineses y reconstruido por los romanos en el siglo I a.C, sustituyendo las tejas de mármol por otras de terracota, dando también cromatismo a las paredes de la cella. El anástilo se comenzó a reconstruir en el siglo XVIII. En  la actualidad, 25 de las 34 columnas del peristilo han sido rehabilitadas. La columnata septentrional conserva el conjunto de sus capiteles y su arquitrabe, mientras que la cella está reducida a elementos de basamento y basas de columnas. A un lado se encuentra un altar  casi tan amplio como la cella, pero inclinado respecto a ella. Asimismo, en las excavaciones del lado oeste se encontró una cisterna detrás del templo.


Agrigento. Panorámica del templo de Hera


Agrigento. Crepidoma del templo de Hera

Sus paredes todavía eran de adobe (aunque descansaban en un zócalo de piedra de un metro de altura) y sus columnas originales estaban construidas por troncos de árboles que en los siglos sucesivos fueron reemplazadas por otras de piedra. Aunque sabemos que todavía en el siglo II a. C. quedaban algunas de las primitivas, ya que Pausanias citó a una de las columnas de encina en el opistodomos a modo de curiosidad.
En el interior de la cella, las columnas se encontraban agrupadas en dos hileras muy próximas a los muros y a los muretes que formaban una especie de capillas laterales.
El modelo de este templo será el más seguido por los primeros templos dóricos, probablemente porque su fachada de dórico hexástilo traducía coherentemente al exterior las líneas esenciales internas
Pausanias dedicó un amplio pasaje a relatar las tradiciones relacionadas con este templo y su descripción.
Dice que su construcción se creía realizada por los esciluncios ocho años después de que Óxilo se apoderara del reino de Elis.
Cada cinco años las denominadas "dieciséis mujeres" tejían un peplo dedicado a Hera y organizaban unos juegos hereos que incluían varias carreras de muchachas de diferentes edades. Las vencedoras recibían coronas de olivo y parte de una vaca que era sacrificada a la diosa.
En la descripción que hace del interior del templo destaca la imagen de Hera sentada en un trono. A su lado estaba una estatua de Zeus de pie. Había también imágenes de las Horas, de Temis, de las Hespérides, Atenea, Coré, Deméter, Apolo, Ártemis, Leto, Tique, Dioniso y Niké, todas ellas criselefantinas.
Entre los numerosos exvotos que se hallaban en el templo había una estatua de mármol de Hermes con el niño Dioniso, atribuida a Praxíteles. En el siglo XIX se encontró entre los restos del templo esta célebre estatua. También había otra estatua de bronce de Afrodita realizada por Cleón de Sición y otra de un niño desnudo atribuida a Boeto de Cartago. Otros exvotos que se hallaban en el templo eran el cofre de Cípselo, un lecho adornado en marfil, el llamado disco de Ífito, donde se hallaba inscrita la tregua que se realizaba por los juegos olímpicos y una mesa de marfil y oro realizada por Colotes, donde se ponían las coronas para los vencedores.

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