lunes, 13 de enero de 2020

HISTORIA DEL RETRATO Y FELIX NADAR


El retrato fue una de las primeras manifestaciones de la fotografía. En el siglo XIX, la burguesía encontró en el retrato fotográfico la alternativa al aristocrático retrato pictórico, del que heredó la composición, las poses y la retórica. La clase social en alza había encontrado en el nuevo invento el mejor medio de autorrepresentación, en conformidad con sus condiciones económicas e ideológicas. El hecho de que las fotografías estuvieran hechas por una máquina las convertía en algo distinto al resto de las formas de representación existentes hasta entonces y las dotaba de un cierto respeto para la clase burguesa, a la que le vino bien un arte que contribuía a su ritualidad social y a la vanidad autocomplaciente.
Los primeros retratos fotográficos eran deudores de la tradición artística consolidada por los grandes maestros de la pintura. Incluso para hacerse un retrato, durante los primeros años, los modelos tenían que posar inmóviles durante bastante tiempo. Cuando se redujo a unos pocos minutos el tiempo de exposición, proliferaron los estudios fotográficos a los que la gente acudía a hacerse retratos, así como los fotógrafos ambulantes, ante cuyas cámaras se dejaban retratar todo tipo de personas por un precio asequible.

Gaspard Felix Tournachon -(Sarah_Bernhardt) 1866


Gaspar Felix Tournachon-(Pierre Savorgnan De Brazza)

Hablar de Gaspard-Félix Tournachon, o Nadar para la historia de la fotografía, es retroceder en el tiempo para viajar a París a mediados y finales del siglo XIX. Vamos a imaginarnos paseando por las grandes avenidas de la ciudad mientras nos acercamos al boulevard des Capucines, allí donde este fotógrafo lionés tenía su estudio, lugar de peregrinaje de artistas que hoy nos sirve como punto de partida.
Felix Nadar (Retrato de Sarah Bernard)
Nadar nació en Lyon en 1820 donde estudió medicina, para posteriormente trasladarse a la capital francesa donde comenzó a ganarse la vida como periodista y caricaturista, hasta que se interesó por la fotografía como complemento para utilizar los retratos como bocetos de sus posteriores caricaturas.                           
Felix Nadar (Caricatura de Charles Baudelaire)
Nadar utilizó la fotografía en un principio como mera herramienta para fotografiar a los modelos que después plasmaba en sus caricaturas de personajes famosos como Charles Baudelaire, Honoré de Balzac o George Sand, que recogió en la extraordinaria Pantheón Nadar.

En los cincuenta del siglo XIX el daguerrotipo estaba de moda, la fotografía había iniciado la carrera comercial. En 1840 Wolcott y Johnson abrían en Nueva York el primer estudio de fotografía comercial y un año después se abría en Londres el primer estudio europeo de la mano del industrial del carbón Richard Beard. En poco tiempo el retrato fotográfico causa furor en las principales capitales europeas entre la burguesía más adinerada. Protegidos por estuches de cuero y enmarcados en oro, los pequeños retratos fotográficos se convierten en un objeto imprescindible para las clases altas europeas y norteamericanas, los estudios de fotografía se multiplican.
Daguerrotipo -montaje retrato de Edgard Alan Poe

Pero el empujón definitivo de la fotografía comercial llega con el desarrollo del nuevo formato carte de visite, más manejable, barato y reproducible. Patentado por el fotógrafo Brest Dideri en 1854, este nuevo procedimiento consistía en realizar sobre una misma placa de negativo al colodión, cuatro, seis u ocho tomas, gracias a un chasis especial o una cámara con varios objetivos. Con este nuevo método se obtenían imágenes de pequeño tamaño (6×10 cm) que se pegaban en un cartón con un formato clásico de tarjeta de visita. De este modo la fotografía se ponía al alcance de todos los bolsillos. Si un retrato de daguerrotipo costaba en 1855 entre 25 y 125 francos, según el formato, una carte de visite se vendía por solo 1 franco la pieza.
George Sand

El fenómeno social se populariza y es entonces cuando Nadar da el gran salto y se decide a abrir su fantástico estudio de fotografía en una de las avenidas más prestigiosas del nuevo París que está diseñando el Barón Haussmann, el boulevard des Capucines. Se trata de un impresionante inmueble acristalado presidido por la firma de Nadar en un escandaloso rojo escarlata. Su interior, como era habitual en los estudios de la época, estaba trufado de obras de arte y estrafalarios objetos de lujo de dudoso gusto. En su estudio todo es rojo desde el suelo al techo, cuyo tejado cuenta con un suntuoso jardín que hace las delicias de sus clientes a los que atienden más de 50 empleados en su momento álgido.

Nadar cuenta con el prestigio de haber ganado la medalla de oro en la Exposición Universal de 1855 con la impresionante serie de fotografías del mimo Deburaurealizada junto a su hermano Adrien. En un principio se especializa en los retratos de la bohemia parisina de la que es un asiduo y, posteriormente, con la explosión de la moda de la carte de visite se pliega a la fotografía comercial pero siempre aportando su toque personal.


Paul Gustave Doré

Nadar jugaba con las composiciones de sus retratos como si de una obra de arte se tratara, los gestos faciales y la iluminación se encargaban de confeccionar la personalidad que saldría retratada en sus fotografías. A diferencia de buena parte de sus colegas aborrecía el artificiosos atrezzo con el que fotografiaban la mayoría de fotógrafos a sus “víctimas” y se negó siempre a practicar coloración o retoque alguno. Buscaba la pureza y la autenticidad de sus modelos consiguiendo unas fotografías intensas que han pasado a la historia de este medio con la categoría de arte.



Si de algo presumían sus retratos era de carecer de retoques y elementos supérfluos (en contraposición a la corriente pictorialista). Así sus retratados aparecían delante de un fondo neutro, centrando la atención del espectador en los gestos del sujeto representado. Lo importante era jugar con la luz y adentrarse en la psicología del personaje.
Fotografiar es pintar con la luz.
 Southworth y Jonhsonn.

El realismo impecable de la fotografía fascinaba a observadores y clientes. Retratistas como los antes nombrados Gaspar Félix de Tournachon, Nadar, aficionado al arte y conocedor de las corrientes pictóricas europeas, o David Octavius Hill y Gustave Le Gray, artistas ellos mismos, realizaron grandes retratos fotográficos de personajes de la época, tratando ya de introducir una cierta mirada psicológica, objetivo perseguido por los retratistas desde los primeros años. Disdéri industrializó el género con su invento de tarjetas de visita fotográficas, abaratando el producto y proporcionando hasta ocho copias de una misma imagen fotográfica. Y a finales de la década de los ochenta del siglo XIX, un retratista comercial francés conocido como Dornac inició con la serie “Nuestros contemporáneos en su hogar” un movimiento que, emulando a los grandes clásicos de la pintura, convirtió el retrato de los personajes célebres en un arte muy extendido.


David Octavius Hill  (Mrs. Bell of Madras)

Gustave Le Gray. Vista del Puente del Carrousell, 1859

El retrato fotográfico constituyó también la gran oportunidad para conservar el imaginario colectivo de toda una sociedad: uno de los géneros más frecuentes fue el retrato laboral en el que el modelo representaba también su oficio con sus herramientas de trabajo. A veces el exceso de realismo incluso resultaba desagradable a ciertas personas, de manera que se impusieron las técnicas del retoque y el coloreado a mano. El valor cultural de la imagen encontró uno de sus mejores argumentos en la fidelidad al recuerdo de los seres queridos: el retrato como refugio del recuerdo. 



Así, una de las actitudes que se puso de moda entonces fue la de fotografiar a los difuntos en su lecho de muerte e incluso en el ataúd (Mahler compuso las “Canciones a los niños muertos” inspirado en esta realidad), para mantener su imagen para la posteridad. También, cuando el fallecido no había tenido la oportunidad de haberse retratado junto a su familia o sus amigos, era frecuente que se hicieran retratar mostrando un retrato del ausente (“Mujer sentada con daguerrotipo”). Esta voluntad de mantener a los seres queridos en el recuerdo a través de una imagen de realidad promovió de manera importante el desarrollo de la fotografía en sus primeros años (las películas “Los otros” de Alejandro Amenábar y la reciente “Blancanieves” de Pablo Berger recogen esta costumbre).

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Por todo ello, al principio fue el retrato el género que tuvo más aplicación, constituido como referente de la nueva clase social en alza. Para ilustrar esta mentalidad, Marshall MacLuhan cuenta una anécdota, recogida por Umberto Eco y Romá Gubern, de la señora que pasea a su bebé en el cochecito y se encuentra con una amiga que alaba la belleza del niño. La madre responde entonces que tendría que verlo en una fotografía que le han hecho: ahí sí que se le veía guapo.



Actualmente el retrato es uno de los géneros más presentes en todas las modalidades fotográficas, desde el fotoperiodismo a la fotografía social, artística o publicitaria. Nombres como Richard Avedon, Annie Leobovitz, Arnold Newman o Cecil Beaton han elevado la calidad del retrato fotográfico a tales niveles de perfección que sus obras pueden ser calificadas como artísticas, además de, en su caso, informativas o testimoniales. 

Richard Avedon (Dovima con elefantes)

 Annie Leobovitz (Women)

Arnold Newman (Marylin Monroe and Carl Sandburg, Beverly Hills) 1962

Cecil Beaton (Audrey Hepburn)



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