martes, 13 de agosto de 2019

HIERONYMUS BOSCH Y SEBASTIAN BRANT....LA NAVE DE LOS LOCOS


En 1494 Sebastian Brant publica en Basilea una obra conocida como Narrenschiff o Stultifera navis. Este libro es un largo poema compuesto por 2079 octosílabos pareados en donde se narra el viaje de 111 personajes de diferentes clases sociales a un país llamado Narragania (Narr: loco, bufón) o también traducido como Locagonia. Existe además una segunda nave tripulada por cuerdos que se dirige a la tierra de la Cucaña o país de la eterna juventud.
El símbolo del barco ya había sido utilizado anteriormente, por ejemplo en el poema alegórico del siglo XIV de Guillermo de Deguilleville titulado El peregrinaje de la vida del hombre, en el que la nave es la Iglesia, tripulada por clérigos y prelados, que conduce al hombre por el mundo. El poema de Brant se basa en el ciclo de los Argonautas, que se había vuelto a poner de moda, junto al resto de temas mitológicos, a comienzos del Renacimiento. Supondría una inversión del tema, puesto que el tratamiento que hace Brant es satírico. Cada uno de los tripulantes de la nave de Brant encarna uno de los vicios de la sociedad, de tal forma que la obra sirve para denunciar la condición mundana del ser humano.

Hay que recordar una vez más que en el Renacimiento el término loco no se utilizaba únicamente en el sentido de perturbado mental, sino también como sinónimo de estúpido o tonto; aunque el loco también hace referencia a esa doble naturaleza humana, de razón y deseo, a los dos lados de la misma moneda, a los caballos platónicos, al lado dionisíaco y apolíneo. El Narrenschiff de Brant juega una vez más con la polisemia de este término, como todas las obras de la época. De hecho, este poema influyó profundamente a Erasmo de Roterdam en la elaboración de sus Adagios y del Elogio de la locura. Influye en el Elogio de la locura hasta tal punto que Erasmo toma del Narrenshiff la estructura narrativa que convierte no al autor en el narrador sino a la propia Locura alegorizada. En el Narrenschiff como en el Elogio de la locura este personaje realiza su propio panegírico, consiguiendo hacer una sátira social de sus contemporáneos.
El éxito de esta obra fue fulminante, y encontramos desde adaptaciones al inglés (por Alexander Barclay) traducciones al castellano (la de J. Locher), e incluso continuaciones, como la Stultiferae naves de Jodocus Badius Ascensius. Ahora bien, Michael Foucault plantea en su Historia de la locura en la época clásica que el Narrenschiff de Brant podría tener una existencia real, como navío que recorría los ríos de Renania y los canales flamencos con su cargamento de insensatos, despojando a las ciudades de la enorme carga que éstos suponían.

En un plano simbólico el navío puede significar el peregrinaje de los locos en busca de la razón, y su purificación a través del agua por la que navegan, ya que todo viaje y toda búsqueda suponen una purificación y un paso más hacia la perfección. Pero detrás de toda esta simbología los locos tal vez podían ser arrojados por la borda, consiguiendo así eliminar aquello que resulta amenazador o ridículo para la sociedad. Se nos revela así otro método cruel y despreciable de limpieza de la locura.
Algunos años después de que Brant escribiera su poema el Bosco realizó su obra titulada "La nave de los locos". El Bosco conoció el poema de Brant, pero no tuvo por qué basarse necesariamente en él, ya que la simbología estaba muy difundida en la época.
  
La ambientación del lienzo recuerda a la parte central de El jardín de las delicias. El cuadro del Bosco participa de todos los elementos propios de la Stultifera navis, con los bufones con orejas de burro, los clérigos, el vino, la bandera y los cantos. El Bosco introduce algunas novedades, sobre un viejo tema. Así limita la figura del bufón con orejas de burro a un único personaje que bebe vino, y los clérigos a tres. El resto de personajes son representantes del pueblo. La presencia de personajes eclesiásticos tiene una doble función: por una parte son aquellos que guían la nave cargada de locos, entendiendo el símbolo del barco en su sentido original, como la Iglesia que salva a sus tripulantes de la locura y les conduce a la razón, a través de la purificación del agua. Una segunda lectura, con la que juega el Bosco, es la de los eclesiásticos participando en la locura de todos los tripulantes. Así es como hay que entender a estos personajes dentro de la nave, ya que aparecen cantando con los locos, o sosteniendo una jarra de vino en el caso de una de las monjas. 

El Bosco introduce por tanto a la Iglesia dentro de la crítica que hace hacia la estupidez y la hipocresía de la época. Es una crítica en la misma línea que su cuadro "La extracción de la piedra de la locura", en donde también aparecen clérigos a cargo de la macabra operación, pero al mismo tiempo formando parte de ella –así la monja aparece en este cuadro con un libro cerrado sobre la cabeza y una expresión de estupidez y aburrimiento en el rostro–. En La nave de los locos la Iglesia aparece formando parte de esos locos, y probablemente como los más locos entre los locos.
Pero los lienzos del Bosco nunca están faltos de simbología contradictoria. En este caso hay que señalar la lechuza que otea el horizonte en el mástil a modo de gaviero; e incluso parece que fuera señalando el camino. La lechuza es el animal de Atenea o Minerva, diosa de la sabiduría, y por lo tanto, este animal se utilizó a lo largo de la Edad Media para representar la sabiduría. ¿Cómo es posible entonces que un símbolo de la sabiduría presida y dirija la nave de los locos, de la estupidez? Como suele ocurrir con el Bosco, sus cuadros siempre están abiertos a una interpretación variable. ¿Acaso quería indicarnos el Bosco que detrás de la locura y la estupidez siempre se encuentra la razón?, ¿o más bien que la razón es la que dirige a la locura? De ser así, no quedaría muy claro si la crítica del Bosco va dirigida hacia la locura o hacia lo que se considera habitualmente razón. Si el Bosco no hubiera introducido esta lechuza, que queda medio oculta y como en un segundo plano, su cuadro habría sido muy similar al de otros autores de la época y no habría aportado nada nuevo. Pero este autor consigue innovar y extrañar en cada uno de los temas que trata.
Sea cual sea la interpretación del cuadro, está claro que el Bosco apunta hacia la doble naturaleza que existe en todo ser humano, razón y locura, los dos lados de una misma moneda. Porque no es posible encontrar ninguno de ambos estados de forma pura en ningún individuo. Y los cuadros del Bosco precisamente consiguen tocar esa fibra invisible en donde la razón y la locura se tocan. Esto se debe al tratamiento que el Bosco hace de los temas, ya que al mismo tiempo que logra alcanzar una enorme coherencia en cada uno de sus lienzos y transmite una información concreta, se ayuda de elementos ajenos a la razón para completar la expresión, como por ejemplo de elementos oníricos. Es este rasgo precisamente lo que hace que el Bosco sea muy superior al surrealismo que se vino a cristalizar en los años 20 del siglo XX. El surrealismo pretendía aislar la locura completamente y dejar olvidada la razón, pero esta simplificación maniquea de la realidad no llegó a dar frutos productivos al nivel del Bosco, que es mucho más complejo y completo.Existe una conexión evidente entre La nave de los locos y La extracción de la piedra de la locura. Ambas obras son una alegoría del hombre en el mundo, de la estupidez y de la barbarie humana; porque la nave de los locos, al igual que la piedra de la locura, es un símbolo que sigue plenamente vigente en nuestros días. Y a veces es inevitable pensar que el mundo es una gigantesca nave y que nadie se salva de la locura, una nave que no se sabe bien hacia dónde se conduce, pero probablemente a Narragonia, el país de los locos y de los tontos, porque aquellos que dirigen la nave son precisamente los más estúpidos y locos. Todos participamos del viaje, pero en diferente medida, porque algunos nos quedamos en un reducido rincón de la cubierta. Sin embargo, es imposible no confesar que formamos parte de la nave, y que aunque algunos sean más estúpidos que otros, todos vamos hacia el mismo sitio. La nave de los locos es uno de los símbolos más certeros que hayan podido crear sobre el mundo y sobre el género humano.


Esta es mi nave de los locos
de la locura es el espejo.
Al mirar el retrato oscuro
todos se van reconociendo.
Y al contemplarse todos saben
que ni somos ni fuimos cuerdos,
y que no debemos tomarnos
por eso que nunca seremos.
No hay un hombre sin una grieta,
y nadie puede pretenderlo;
nadie está exento de locura,
nadie vive del todo cuerdo



 Sebastian Brant, la nave de los locos.


                                          Representación de la nave de los locos
El libro tuvo un enorme éxito comercial. En términos contemporáneos podríamos compararlo, con perdón, a un best-seller de Dan Brown. Conociendo las preocupaciones de nuestro pintor de Hertohenbosch debemos pensar que el texto le agradó, seguramente mucho, lo suficiente como para que se planteara pintar su nave y dar, según su costumbre, un poco de caña.
Así tenemos ante nosotros esta "nave de los locos", una tabla de la que sólo sabemos con seguridad que fue pintada después de 1494. No conocemos cómo la concibió Bosch porqué está mutilada. Por su forma, parece que pudo ser el panel lateral de algún tríptico del que desconocemos el resto de sus piezas.
Aún con la posibilidad de equivocarnos al no poder hacer una lectura completa de la tabla, vamos a leer el cuadro tal como se conserva en el museo del Louvre.
En primer lugar intentaremos que el nombre del cuadro no nos provoque una lectura anacrónica de la imagen: esta nave de los locos, si Bosch está en sintonía con Brant, no transporta tan sólo dementes, nos transporta a todos. Y eso podemos deducir al pasar nuestra mirada por los distintos personajes: loco, loco, sólo hay uno. Y es cláramente identificable porqué va vestido de loco, con su traje de cascabeles ajustado hasta la cara con una capucha con orejas de burro. Allí le tenemos, encaramado al arbolito que Bosch planta en popa. Al hombro un bastón con una cabeza de loco tallada en la empuñadura, bebiendo tranquilo de su escudilla. ¿No és paradójico que sea el personaje más relajado del cuadro?.
El resto de los personajes no están chiflados, son pecadores. Como casi siempre en la pintura del Bosco, los clérigos ocupan una posición preferente entre los inmorales. En este caso un franciscano arrugado y de cara ansiosa compite con una monja y tres laicos en el juego de cucaña de "comerse el bollo". ¡Qué monje más ridículo! Y su compañera tocando la vagina-laúd en una convencional referencia a la lujuria. Sobre la tabla que separa a los clérigos, más lujura -las cerezas- y el vicio del juego, representado en el cubilete de dados. Las figuras a popa y proa representan la enajenación de la borrachera: a popa un personaje vomita, a proa un hombre gordito no puede ya ni levantarse mientras su comadre se sirve más vino. En el agua, ese medio ambivalente entre la salvación y el pecado, nadan dos hombres desnudos que intentan alcanzar los placeres de la nave.
En el colmo del desgobierno de la embarcación, los mástiles del barco son árboles inclinados que aún conservan el follaje y el timón no es otra cosa que un enorme cucharón que maneja despreocupadamente uno de los participantes en el juego del bollo. Parece poco probable que la nave resista mucho tiempo sin naufragar.
Un personaje participa en otro juego de cucaña: intenta descolgar un ganso asado que alguien ha atado al extremo del árbol-mástil, justo bajo el estandarte. La bandera nos da una nueva pista sobre la naturaleza de los viajeros. Se trata de la oriflama de los lunáticos; el símbolo de la media luna, que tanto sirve para designar al infiel como al loco. En los carnavales holandeses, los carros de los dementes eran adornados con este símbolo.
La tabla completa transmite un cierto aire carnavalesco, seguramente inspirado en el folklore flamenco de la época. Las cabalgatas de carnaval incluían carros cargados con los locos de la ciudad, mostrados así para provocar el jolgorio del público. Existía además una famosa cofradía carnavalesca, llamada "la barca azul", muy celebrada por literatos y pintores. Observemos un nueva posible referencia al periodo del carnaval: si en un mástil está atado un ganso asado, alimento de carnaval, en el otro está colgado un pescado, alimento de cuaresma. Nos quedamos con la posibilidad: el Bosco colgó demasiados pescados en sus cuadros para dar completamente por cierta esta idea.
El recurso al mástil en forma de árbol aparece recursivamente en alguna tabla y en los dibujos del Bosco. No se trata, en cualquier caso, de una innovación iconográfica de este autor. Observemos este grabado ilustrativo de una Nave de los Locos:
Nave de los locos
Tenemos a dos locos remando y al arbol de la ciencia en función de mástil, con Lilith enroscada tentando a la mismísima Eva y a Adán embobado con lo que le está contando su señora.
He reservado un elemento para el final de esta nota. El buho medio escondido entre unas ramas de avellano en la parte superior de la tabla. Se trata, en efecto, de un objeto disonante. En el equilibrio compositivo de la tabla, aun teniendo en cuenta que se trata de un cuadro mutilado, las ramas atadas a la parte superior del cuadro rompen el equilibrio triangular de la composición. ¡Si pudiéramos ver la pieza completa! Lo que parece completamente seguro es que las ramas de avellano y el buho son añadidos posteriores, no están pintadas del mismo modo ni con los mismos colores. No sabemos si fue obra del propio Bosco o de alguno de sus discípulos.
Estudiemos este dibujo, también conservado en el Louvre y que parece una reproducción muy aproximada de la escena original.
La nave de los Locos
Cierto que el dibujo no es exactamente igual, pero si es lo suficientemente cercano como para pensar que fue tomado a la vista de la pintura original.
En este mástil no está ni el buho ni las ramas superiores. ¿Porqué lo añadirían? ¿Se trató de un capricho decorativo o, por el contrario, añade algún significado al cuadro? Desgraciadamente el Bosco pintó en sus cuadros muchos buhos y en diferentes contextos como para asegurar un significado. El buho fue símbolo de sabiduría, de vicio, de locura y de herejía. Aceptaré, para este caso, la hipótesis del buho como símbolo de la locura. Pero no aceptaremos una imagen plana de esta locura, le añadiremos intención, como intención tuvo añadir el ave al cuadro.
Pensemos en nuestro buho como una representación de Tyl Uylenspiegel (Tyel el Buho del Espejo) -¡lástima que no veamos ningún espejo en el cuadro!- Este personaje de ficción funcionaba como una válvula de escape en una sociedad enormemente reprimida por el poder y la religión como era la centroeuropea de la época. Al igual que en carnaval se rompen las distancias de clase y los pobres pueden reirse de los poderosos, Tyl Uylenspiegel es un loco que, por su condición, les puede cantar las verdades a estos poderosos en sus propias barbas. Quiero pensar en el Bosco como un pintor que nunca perdió la compostura pero que también fue capaz de ironizar sobre las contradicciones de su tiempo, que fueron muchas. Su buho, sus locos, su carro de heno, su jardín de las delicias pueden ser el Tyl Uylenspiegel de la pintura flamenca de finales del siglo XV, una denuncia simpática, aparentemente alegre, superficial y digerible por el poder de las injusticias.

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