viernes, 6 de septiembre de 2019

PETER BRUEGHEL Y EL TRIUNFO DE LA MUERTE




Difícilmente encontramos, en la inmensa representación figurativa que atenaza la pintura, una visión apocalíptica de la muerte en su acción demoledora, como la de esta tabla de Pieter Bruegel el Viejo, fuente de inspiración de muchas otras y modelo para copias literales, fundamentalmente de su hijo Pieter Brueghel el Joven, quizás por no poder ir más allá en esta apoteosis del horror, donde la realidad se trueca en visiones oníricas inimaginables. La imagen de la Muerte es inseparable de la Vida en aquella Edad Media que le hizo objeto de su pensamiento hasta el punto de considerar el hecho de morir su razón de ser. Incluso en el siglo XVI, con un renacimiento abierto a la libertad, la alegría y la belleza, el norte de Europa arrastra aún la sombría visión de siglos pasados, el más allá incierto, fundamento de la existencia.El espectador pierde la conciencia y la razón en la marcha efervescente de muertos en vida y vivos sin esperanza. Pieter Bruegel dio la espalda a la confianza del hombre en el universo heroico y optimista que le tocó vivir, para recordarnos sus miserias. No solo revive el espectáculo del medievo más sombrío evocando visiones de El Bosco, fuente de inspiración de su obra, sino que, también, provoca una crítica social, un espolón de la Contrarreforma que estaba por venir. "En el primer termino (dicen los viejos inventarios del siglo XIX) está simbolizada la miseria de las grandezas humanas y lo perecedero de los placeres. Ningún resquicio deja Pieter Bruegel al mito de la inmortalidad. La abigarrada multitud es pasto de la Muerte en ósmosis con la atmósfera asfixiante, formando una unidad consensual entre el aire irrespirable y los tonos y colores inquietantes, pero maravillosamente bellos en esta visión expresionista de las postrimerías. De hecho es una batalla de vivos y muertos donde triunfan éstos en todos los frente.Son los mismos muertos, sin otra ayuda, los encargados de ejecutar a los vivos. Existen precedentes cercanos en las tradiciones nórdicas donde el sentimiento expresionista del alma es más profundo. Las xilografías de Hans Holbein el Joven, sirvieron de referencia a ­Pieter Bruegel para la tabla del Triunfo de la Muerte. Toda la obra está asociada a la danza de la Muerte donde abundan los instrumentos musicales, pero la novedad de Bruegel consistió en utilizar un ejército de muertos contra vivos sin esperanza.


En la imagen podemos observar como a penas perceptible en el centro del cuadro, la Muerte, cabalga sobre un famélico caballo pajizo,  empuñando su guadaña contra una multitud de personas a las que empuja, con ayuda de su ejército de esqueletos, hacia un ataúd gigante. 
...Durante la Edad Media(como ya comenté) los europeos tenían una muy baja esperanza de vida, por eso estaban muy concienciados ante la muerte, especialmente tras la Peste Negra que asoló Europa en el siglo XIV. Hasta tal punto que se creó un género propio en el arte, la llamada "Danza de la Muerte". El teatro, la poesía, la escultura o la pintura, representaban con frecuencia este tema como recordatorio de lo único cierto en la vida, que el ser humano acaba sucumbiendo. Lo utilizaban con un fin moralizante y a la vez satírico, criticando un mundo lleno de vanidades.
Históricamente la obra se ubica en un momento de crisis económica y social por la que atravesaba Europa. La catástrofe climática, la escasez alimentaria y el acaparamiento de alimentos y riqueza en pocas manos generaron terrible hambruna.



En el lado izquierdo de la pintura un grupo de esqueletos tañen unas campanas improvisadas sobre un árbol, imitando a las de una iglesia, para anunciar a todo el mundo que la hora ha llegado, que el baile ha comenzado. Junto a ellos otro grupo se dedica a desenterrar ataúdes, mientras en el fondo otros talan los árboles convirtiendo la tierra en un erial.



La visión de Brueghel no carece de humor sardónico, como puede verse en la parte inferior derecha del cuadro. Una pareja de enamorados permanecen absortos ignorando lo que les rodea. 


En la esquina inferior aparece el emperador, vestido con armadura pero enlucido con su capa de armiño, su corona y su cetro. A pesar de su poder y sus riquezas no puede escapar a la muerte. 
La obra está preñada de símbolos: los barriles con oro, los barriles dorados,así como la bolsa que porta el peregrino son símbolos de la codicia y la avaricia.con los desordenados restos del banquete alude a la fugacidad de las cosas. En los primeros planos abunda la hiperactividad de los esqueletos, uno cabalga sobre un caballo famélico portando el reloj de arena (símbolo del final de la vida), otro jinete esqueleto blande la guadaña (herramienta de la muerte), y un último, en el carro lleno de huesos, toca a difuntos. 


En la esquina derecha está el detalle más curioso del cuadro (antes mencionado), donde un grupo de nobles han visto interrumpidos sus juegos y comida por la llegada de los siervos de la muerte. Sin embargo una pareja de enamorados, ajena a todo lo que les rodea, se entretiene cantando y tocando, ni siquiera son conscientes del mal que les amenaza. Una gran alegoría de la ceguera del amor. Junto a ellos un esqueleto se burla de la escena uniéndose al concierto con un instrumento.


En otra de las pequeñas escenas que se aprecian en la lejanía, se representan tres de las formas más comunes de ejecución en la Edad Media: por decapitación, por ahorcamiento, y sin duda la más monstruosa, la rueda (donde a la víctima se le dislocan las extremidades y se le rompen las costillas para después dejarla a la intemperie, aun viva, atada sobre una rueda y levantada sobre un poste)


Un esqueleto conduce una carreta llena de calaveras, lleva un farol y una campanilla para abrirse paso, mientras su compañero toca un instrumento alegremente. Tras ellos otro grupo toca con estruendo sus trompetas junto a una gran cruz y vestidos con togas. En la laguna que hay a sus pies sus compañeros se dedican a pescar a aquellas personas que pretenden escapar nadando.


Brueghel dotó a toda la obra de un tono pardo rojizo, que ayuda a dar un aspecto infernal a la escena, apropiado para el tema representado. El pintor mantuvo en ella los principios estéticos propios de los países bajos caracterizados por un sistema narrativo de composición que pormenoriza la anécdota y el detalle. 
La amplitud del cuadro da cuenta de las múltiples escenas, pintadas con mucho detalle, tratamiento del color, claroscuros. 
Todo es ocre, no hay plantas verdes ni agua limpia ni ningún signo de naturaleza viva. Las hogueras, los troncos secos, la destrucción y la oscuridad generalizada no permiten ningún optimismo. Incluso en el mar abundan los naufragios, los faros están en llamas y nada sobrevive. 
Los colores tostados y pagados siguen la simbología del cuadro la idea de penumbra y muerte, obra más oscura y tétrica. A primer golpe de vista lo que destaca son esos colores rojizos y ocres dándole un tono infernal a toda la obra. Se ha dicho que la intención de la pintura es tremendamente psicológica y moralizante. Los colores oscuros, la ausencia de un espacio en donde descansar la vista del contexto de horror, las siluetas huyendo o pereciendo. Son situaciones que determinan una acción debido a que los hechos aún se está.La luz solar está sofocada por las llamas del infierno.La inclusión de esa situación en el marco del cuadro produce un efecto de continuación y de anticipación. Todo ese orden es tan simétrico que la división de las acciones se da en orden: de arriba hacia abajo y de izquierda a derecha. A su vez, el espacio en el que se desarrollan los hechos refuerza la idea primera de “vista panorámica de la muerte”: la costa está desprotegida, la presencia de siluetas en lo que podrían ser barcos de batalla están hundiéndose en el mar, los caminos se encuentran repletos de esqueletos que van avanzando,
del lado izquierdo los esqueletos parecerían controlarlo todo desde un barco, uno de ellos avanza a caballo y otro carga un cuerpo sin vida. El cuadro no deja un espacio libre hacia donde desviarse, al punto tal que el horizonte se achica; en la pintura, el tamaño del cielo comparado con las extensiones de tierra difiere lo suficiente como para poder reafirmar la idea de que no hay escapatoria, ni para los sujetos que están siendo victimas de los sucesos ni para el espectador que está frente a ellos... 



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