Pintor francés. En
1857 realizó un viaje a Italia que le permitió conocer la obra de
clásicos como Miguel Ángel o Mantegna, y obtuvo el reconocimiento de la
crítica en el Salón de 1864, con Edipo y la Esfinge.
EDIPO Y LA ESFINGE
Su período
de madurez se inició a partir de 1870. Su obra muestra una clara
preferencia por los temas históricos, bíblicos y mitológicos, siempre
desarrollados de forma inquietante y evocadora, a través de la
recreación de atmósferas exóticas, a menudo orientales, y del dramatismo
de las escenas.
GUSTAVO MOUREAU
Destaca también su particular sentido del color,
especialmente llamativo por sus brillos dorados.
De entre sus pinturas
cabe destacar, entre otras...
Júpiter y Semele
(1896)
Perteneciente a la corriente simbolista, Moreau inspiró a los
futuros artistas surrealistas, sobre todo a André Breton, Max Ernst y
Salvador Dalí. Su obra se exhibe en su mansión parisina, que en 1902
pasó a ser el Museo Gustave Moreau.
Madame Macabre
La obra de Gustave Moreau es uno de los
antecedentes más importantes del decadentismo finisecular. Fascinado por
lo legendario y lo divino, se aburría con el dibujo del natural y la
descripción fiel de la naturaleza. Basándose en las sagradas escrituras y
en la mitología elaboró una ambiciosa obra que, alejada del
academicismo imperante, proponía una poética de la sugerencia y la
ambigüedad.
Su primer éxito fue Edipo y la esfinge
(1864, Metropolitan Museum, Nueva York), obra en la que expone su
concepción del artista como héroe enfrentado a un destino fatal, el cual
no es otro que la incomprensión por parte de la muchedumbre. La
interpretación que Moreau hizo del mito griego de Edipo y la Esfinge
se inspira en la obra de Ingres del mismo nombre, que data de 1808.
Ambos pintores escogieron el momento en que Edipo se enfrenta con el
monstruo en un paso rocoso de las afueras de Tebas; a diferencia de sus
otras víctimas, Edipo pudo resolver el enigma y salvarse a sí mismo y a
los tebanos. La tela tuvo una excelente acogida en el Salón de 1864;
ganó una medalla y confirmó la reputación de Moreau.
Detalle de Edipo y la esfinge (1864)
Casi todas sus obras cuentan con un buen número
de estudios previos, porque su proceso de trabajo consistía en hacer
esbozos del natural que después utilizaba en el estudio para realizar
sus grandes composiciones. Éstas fueron cada vez más complejas,
englobando elementos heterogéneos, destinados a crear un clima sensual y
mítico al mismo tiempo: la historia y el relato bíblico confluyen en
ellas de forma sugestiva.Observemos el acabado meticuloso de cuadros
como:
Los unicornios (1852-1898)
Jupiter y Selene (1896)
Ambos en el Museo Moreau de París, se le ha calificado de habilidoso orfebre o miniaturista.
Moreau exalta al héroe ubicándolo en ambientes suntuosos donde los detalles arquitectónicos poseen vida orgánica.
La aparición
(1876, Museo Gustave Moreau)
Representa la culminación del estilo del
pintor, preciosista y un tanto mórbido en la expresión y los temas. El
cuadro presenta la historia bíblica de Salomé y San Juan Bautista de
modo perturbador: la cabeza del Bautista se ha elevado de la bandeja y,
rodeada de una aureola, dirige su inquietante mirada a Salomé, que con
gesto de espanto rechaza la horrenda visión.
En contraste con la vida solitaria que había
llevado durante toda su vida, Moreau fue nombrado en 1892 profesor de
pintura de la Escuela de Bellas Artes de París, donde fue muy apreciado
por artistas como Matisse y Rouault. Obsesionado por la fama póstuma,
legó su inmenso taller y las obras que contenía al estado francés,
siendo su primer conservador Georges Rouault. A pesar de ello, su obra
parecía estar destinada al olvido, hasta que los surrealistas se
interesaron por la complejidad de sus composiciones.
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