martes, 9 de julio de 2019

FRANCISCO DE GOYA Y LOS CAPRICHOS


Los pintores visionarios surgieron en plena época de la Razón. Sus obras principales fueron hechas en las décadas críticas de finales del siglo XVIII y principios del XIX, durante las cuales el Neoclasicismo comienza a mezclarse con el Romanticismo. Es la época de los arquitectos revolucionarios utópicos, como Boullée y Ledoux y también de la crisis del racionalismo ilustrado, que acabaría ahogado por sus propios excesos y por la Revolución Francesa, que acabaría con el Antiguo Régimen.A nivel artístico el culto a la Razón se vería también cuestionado y rebasado por una serie de nuevos postulados que apostaban por la imaginación y por la libertad creativa frente a la rígida norma y el academicismo. Así surgen una serie de pintores e toda Europa, llamados visionarios, que plasmaron un mundo onírico y fantástico en cuadros y grabados. Se oponían a la estricta norma clásica repleta de reglas y ofrecían un nuevo espectáculo en sus obras, basado en la fantasía, lo sensible, la diversidad de la realidad, lo posible y, a veces, en lo feo, lo horrible y la pesadilla.



Francisco de Goya contrajo en 1792, durante un viaje a Andalucía, una extraña enfermedad que lo dejaría sordo y lo recluiría en un mundo introvertido. Desde entonces su estilo experimentó un cambio asombroso. Aunque Goya no se inspiraría en motivos religiosos, la Biblia, la mitología o la literatura como sus coetáneos visionarios europeos, sino que lo hizo directamente en la realidad cotidiana, en el ambiente revuelto y convulso que le rodeaba, a caballo entre dos siglos, entre los cuales la razón había conducido a la revolución.



Goya percibió el elemento demoníaco en la vida misma, en lo atroz, la miseria humana, la injusticia, el hambre, la guerra, la superstición, la brujería o la incultura. No necesitó desplazar su imaginación hacía un mundo fantástico fuera de lo terrenal. El pintor, en su crítica de la sociedad española de la época, profundamente inculta y supersticiosa, llegó a “lo horrible”. El maestro abrió el camino al romanticismo histórico y hasta se adelantó al expresionismo, con si estética, técnica y significado de sus obras.
Los Caprichos,son una colección de 80 estampas, grabadas al aguafuerte y aguatinta y con retoques de punta seca. Fueron puestas a la venta en febrero de 1799 y son consideradas como una obra clave de su pintura y uno de los emblemas del arte moderno.




Desde un principio, Goya insistió en el carácter general e irónico de la obra, intentando que no se asociara ninguno de sus personajes con alguna persona real y dejando muy claro que no pretendía ridiculizar a nadie en concreto. Aún así, se sabe que tuvo problemas con algunos miembros de la aristocracia y el clero y, seguramente por miedo a la Inquisición, acabó retirándolos de la venta.En 1803 decidió ofrecer las planchas y todas las tiradas disponibles al rey, con destino a la Real Calcografía, para evitar que fueran destruidas.

Son consecuencia por un lado del ambiente general de la época, en la que la Revolución Francesa finiquitó una sociedad estamental con “pretensiones” ilustradas y por otro lado del aislamiento de Goya, provocado por su enfermedad y total sordera final.Otra influencia muy clara es la tradición de la literatura picaresca del barroco español, de la que deriva el realismo social y la denuncia de una realidad más o menos oculta.
Goya inventó, inspirándose en la realidad envolvente, todo un mundo de personajes populares, que sobresalen por sus defectos y vicios. Recreó caricaturescamente ciertos tipos humanos tras de observar analíticamente y con juicio crítico la sociedad de su tiempo.Sistematizó arquetipos sociales estableciendo relaciones entre los caracteres de algunos hombres y los de determinados animales. Algunas de estas relaciones son emblemáticas y han pasado a formar parte del imaginario popular, incluso en nuestros días: los murciélagos (la encarnación del diablo), búhos (animales intolerantes con la verdad, por eso prefieren vivir en la oscuridad), gatos (ladrones y traidores), perros (aduladores), linces (visión penetrante), asnos (la ignorancia), monos (representan la parte bestial de la naturaleza humana y la impureza), machos cabríos (la lascivia) o zorras (prostitutas). Goya reflejó la depravación ética y toda su animalidad de manera demoníaca y sin rastro de racionalidad.

Los Caprichos son una crítica social humorística de las costumbres y vicios de entonces. Es un arte comprometido y desmitificador, donde se rompe con el antropocentrismo clasicista, tan ideal, y muestra una estética de lo feo y una profunda irracionalidad humana.Las láminas se acompañan de títulos o leyendas más o menos breves, son dichos populares, sentencias lapidarias o frases con un significado muy vago, casi enigmático. Se percibe un ataque a la Inquisición y la Iglesia, a veces muy sesgado, a veces claramente manifiesto, que muestra al Goya más ilustrado y anticlerical. Las escenas parecen haber sido soñadas en una serie de noches de pesadilla, donde se daban cita prostitutas, ladrones, brujas, fantasmas y animales fantásticos.

Las mujeres asumen distintas formas físicas y condiciones morales diferentes: jóvenes bellas que inducen al pecado y a su vez son víctimas de él y celestinas y brujas feas, desdentadas y viejas. Los personajes masculinos son mucho más variados: galanes, frailes, duendes, bandoleros, alguaciles, notarios, músicos y médicos pretenciosos e ignorantes, nobles, labriegos, homosexuales, etc… Todos ellos componen distintas escenas, como actores de la gran comedia de la vida.
Los Caprichos carecen de una estructura organizada y coherente, pero posee importantes núcleos temáticos. Los temas más numerosos son: la brujería nocturna, los sueños, la vida de frailes y obispos, retratados como perezosos, glotones bebedores y lujuriosos, la “asnería” o el mundo al revés, la sátira erótica, que relaciona con la prostitución y el papel de la celestina, y, en menor número, la sátira social de los matrimonios desiguales, de la educación de los niños y de la Inquisición.


Como preludio de sus Caprichos, Goya se retrató mostrándonos al autor de esta serie de sátiras sobre la sociedad española de su tiempo. Se representó en actitud satírica y como un personaje importante.
Edith Helman, en su ya clásico libro Trasmundo de Goya, señala que en este grabado Goya se autorretrató con el ojo avizor bajo los párpados caídos y boca firme de expresión áspera y displicente. Reflejaba el autor de las estampas con actitud de espectador desconfiado y censor, de aguda inteligencia e indomable voluntad, tal como se veía o como quería que le vieran. Dice que es la representación del personaje importante que era, pintor del Rey y de las personas más ilustres.
Casariego también ve en este capricho nº1, un Goya de mirada penetrante y aspecto sereno, displicente y elegante, el preludio del artista que va a enjuiciar todo a lo largo de la serie. Considera que debió ser planeado inicialmente más como frontispicio de la obra que como lámina número uno, pues en concepto, intención y dimensiones es diferente de las demás láminas.
Algunos ejemplos de "los Caprichos",podemos verlos a continuación...


Capricho nº 65. "Aunque de maneras diferentes, la bruja es siempre malvada, odiosa, lujuriosa y borracha, todo lo hace en secreto, según el comentario del manuscrito de la Biblioteca Nacional que apostilla con referencia al capricho 65: La lascivia y embriaguez en las mujeres traen tras de sí infinitos desórdenes y brujerías verdaderas.


Capricho nº 48. En este grabado Goya "parece criticar la intromisión en la vida ajena y la denuncia del vecino o enemigo que tanto se practicó en la brujería vasco-navarra: un siniestro monstruo volador, a caballo de un chacal, sopla sobre los brujos a los que aúllan dos fieras negruzcas".




Capricho nº 63. En el manuscrito del Museo del Prado tiene este pie: dos brujos de conveniencias. Así Goya habla de "brujas farsantes, mentirosas e hipócritas, que su fulera inmoralidad explotan inmisericordes la ignorancia y la buena fe del vulgo".



Capricho nº 46. "La bruja tiene que hacer bajo el amparo y tutela de sus maestras, aprende su oficio en sujeción a sus maestras, practica bajo la tutoría de las ya avanzadas en el arte (las brujas ancianas), oyó repetir Mongastón en el Auto de fe de Logroño". En el comentario del manuscrito del Museo del Prado se dice: Sin corrección ni censura no se adelanta en ninguna facultad y la de la Brujería necesita particular talento, aplicación, edad madura, sumisión y docilidad a los consejos del Gran Brujo que dirige el Seminario de Barahona. "Este gran brujo caprino preside un cónclave alucinante en el que las brujas escuchan pensativas".



Capricho nº 60. "Presidido por la importante figura negra de Satán como macho cabrío que vigila mudo a una joven bruja que practica sus primeros experimentos suspendiendo en el aire a un hombre que parece asustado; a los pies del buco aparece una olla de las que se mencionan en Logroño. El dibujo en sepia, preparatorio de este capricho, lleva la inscripción: Ensayo de brujas primerizas de primer vuelo y con temor se prueban para trabajar".



Capricho nº 68. "Vemos dos brujas, la maestra, vieja, de carnes marchitas, guiando en alto vuelo nocturno a la joven novicia, de senos turgentes y muslos redondos, ambas a caballo sobre larga y significativa escoba, camino aéreo del aquelarre. Sonríe la maestra taimada y aprende la atractiva discípula con diligencia pero también un tanto atemorizada".


Capricho nº 62. "Nos pone a la vista de la mente dos repugnantes brujas viejas encarnizadas en lucha feroz mientras vuelan, quizá al aquelarre; la sepia preparatoria tiene esta leyenda: De lo más alto de su vuelo son arrojadas las soberbias brujas.

Capricho nº 64. "Describe la marcha nocturna de unas brujas que en racimo, airadas, espectrales y rápidas cruzan el cielo aullando entre las sombras. El predominio de la mancha negra confiere al vuelo un aspecto tétrico, de pesadilla nocturna. Dice de este brujerío aéreo el manuscrito del Prado: A dónde irá esta caterba infernal dando aullidos por el aire, entre las tinieblas de la noche. A causar el mal, contesta la relación de Logroño".



Goya concibió inicialmente esta serie de grabados como Sueños (y no como Caprichos).Los Sueños serían una versión gráfica de los Sueños literarios del escritor satírico Francisco de Quevedo que escribió entre 1607 y 1635 una serie donde soñaba que estaba conversando en el Infierno, tanto con los demonios como con los condenados. En los Sueños de Quevedo, como después en los Caprichos, los pecadores conservan su forma humana o toman atributos de animales que simbolizan sus vicios o son brujas.También hay otros precedentes donde Goya se pudo inspirar. Así en las colecciones reales se encontraban las obras de el Bosco, donde sus extrañas criaturas seguramente eran hombres y mujeres cuyos vicios los habían convertido en animales que representan sus defectos. En las sátiras de Arriaga (1784) se ven a los hombres convertidos en burros, monos o perros, los ministros y ladrones son lobos y los escribanos son gatos (igual que en los Caprichos 21 y 24)
Goya, en un momento dado, cambió el nombre de sus grabados a Caprichos y pensaba aprovechar todos los Sueños menos tres como Caprichos. Se sabe porque los dibujos presentan señales de haberse humedecido para pasarlos a planchas.La palabra Capricci se había empleado en las conocidas estampas de Jacques Callot de 1617 y en los Capricci de Giambatista Tiepolo para denominar imaginaciones de la realidad.




Aunque Goya había arriesgado, en el momento de su publicación, los Caprichos tenían el apoyo de sus amigos ilustrados que nuevamente se encontraban en el poder desde noviembre de 1797.
Sin embargo, la caída del poder de Godoy y la ausencia de Jovellanos y Saavedra en el Gobierno precipitaron los acontecimientos. Goya, quizás asustado por la posible intervención de la Inquisición, retiró de la venta los Caprichos.Aunque en una carta posterior de 1803 de Goya a Miguel Cayetano Soler, este decía que estuvo la serie a la venta dos días, se equivocó y fueron catorce. Se supone que Goya quiso atenuar las alusiones que pudieran perjudicarle.


La causa concreta que originó el conflicto de los Caprichos con la Inquisición está bien explicada en el libro La Inquisición sin máscara, publicado en Cádiz en 1811 por el ilustrado Antonio Puigblanch (con el pseudónimo de Nataniel Jomtob):
""En la célebre colección de estampas satíricas de D. Francisco Goya y Lucientes, Pintor de Cámara de Carlos IV, conocida con el nombre de Caprichos, hay dos destinadas a la burla de la Inquisición. En la primera, que es la 23, y que presenta un autillo, reprehende el autor la codicia de los inquisidores de la manera siguiente. Pinta un reo sentado en una grada o banquillo encima de un tablado con sambenito y coraza, la cabeza caída sobre el pecho con ademán de avergonzado, y al secretario leyéndole la sentencia desde el púlpito a presencia de un numeroso concurso de eclesiásticos, con este lema al pie: aquellos polvos. Debe suplirse la segunda parte del refrán, que es: trajeron estos lodos. La explicación que anda manuscrita es, en estos términos: los autillos son el agostillo, y la diversión de cierta clase de gente. Por ella se ve que el lema debe aplicarse, no al reo como a primera vista parecía, sino al tribunal... 
 Dicha obra, a pesar del velo con que la cubrió su autor, ya figurando los objetos en caricatura, ya aplicándoles inscripciones indirectas o vagas, fue delatada a la Inquisición. No se perdieron sin embargo las láminas o planchas, porque el Sr. Goya se apresuró a ofrecérselas al rey, y éste las mandó depositar en el Instituto de Calcografía.El temor a la Inquisición, que entonces velaba por la moral pública y por mantener el tipo de sociedad existente, era real pues estos grabados atacaban al clero y a la alta nobleza.
Por tanto debió ser la denuncia a la Inquisición, la que motivó la cesión interesada a la Calcografía del Rey de esta primera edición, realizada en tinta rojiza o sepia. Es preciso resaltar la situación ambivalente de Goya, cercano a los ilustrados, pero fuertemente relacionado con el poder tradicional como pintor del rey y de su aristocracia, que le permitió solicitar el auxilio del rey y obtener su protección.




Los Caprichos carecen de una estructura organizada y coherente, pero posee importantes núcleos temáticos. Los temas más numerosos son: la superstición en torno a las brujas, que predominan a partir del Capricho 43 y que le sirve para de forma tragicómica expresar sus ideas sobre el mal; la vida y el comportamiento de los frailes; la sátira erótica que relaciona con la prostitución y el papel de la celestina; y en menor número la sátira social de los matrimonios desiguales, de la educación de los niños, de la Inquisición.
Goya criticó éstos y otros males sin seguir un orden riguroso. De forma radicalmente novedosa, mostró una visión materialista y desapasionada, en contraste con la crítica social paternalista que se realizaba en siglo XVIII que encaminaba sus esfuerzos a reformar la conducta errónea del hombre. Goya se limitó a mostrar escenas tenebrosas aparentemente cotidianas ideadas en unos escenarios extraños e irreales.
En los caprichos, el aspecto visual constituye la parte básica para lo que han sido concebidas. Pero también existen unos textos de gran relevancia para la comprensión de los mensajes visuales. Además de los sugerentes títulos de las estampas, Goya y sus contemporáneos dejaron escritas numerosas anotaciones y comentarios en pruebas y primeras ediciones. También se sabe que era habitual desde comienzos del siglo XVIII comentar en tertulias las colecciones de estampas satíricas. Algunas de estas opiniones se han conservado en forma de explicaciones manuscritas. Gracias a ellas se conoce cuál era la opinión de sus contemporáneos sobre las estampas y por tanto cuál es la interpretación que hizo la época de las mismas. Se conocen casi una decena de comentarios manuscritos.
El comentario más importante, personal y definidor es el que tienen los grabados a su pie. Muestran el pensamiento de Goya. De forma compendiosa y enérgica sintetiza una situación o un tema. Sus aforismos siguen el modo de Gracián. Son cortantes y desgarrados con un fondo de burla cruel.A veces estos títulos son tan ambiguos como los temas y ofrecen una primera interpretación literal y una segunda violentamente crítica mediante juegos de palabras extraídos de la jerga de la picaresca.



No hay comentarios:

Publicar un comentario