Posiblemente el artista más admirado, delicado y oscuro de la Irlanda de la primera mitad del siglo XX cuyas obras ilustraron algunos de los textos más importantes de la literatura universal fue también el más célebre y recordado vidriero de su época. Su extraordinaria habilidad para el dibujo y las tramas gráficas en sus ilustraciones editoriales, su envidiable manejo de la luz, la composición y el color en el arte de los vitrales y su peculiar interés por explorar el reverso tenebroso de la naturaleza humana, le valió la consideración de ser uno de los genios más extraños de su tiempo.
Ilustración para los Cuentos de misterio e imaginación de Edgar Allan Poe (1919)
Harry Clarke (Dublín, Irlanda, 1889 - Coira, Suiza, 1931) estuvo desde su nacimiento ligado al concepto de Arts and Crafts. Su padre era el propietario de Joshua Clarke&Sons, un taller de fabricación artesanal de vitrales y decoración religiosa que alcanzaría cierto renombre y satisfaría numerosos encargos en países como Irlanda, Reino Unido, EE UU o Australia. Tras haber estudiado en el colegio jesuita Belvedere y después del fallecimiento de su madre, el todavía adolescente entra como aprendiz en el taller familiar en donde descubrirá las claves del oficio al tiempo que asiste a la Dublín Metropolitan School of Art -hoy National College of Art and Design- reforzando sus conocimientos en clases nocturnas.
Ilustración para los Cuentos de misterio e imaginación de Edgar Allan Poe (1919)
Harry Clarke fue una especie de obrero de la ilustración. Con la dedicación metódica de un trabajador enamorado de su oficio, dedicó su corta vida a traducir en imágenes los encargos ajenos -en especial en el caso de sus vidrieras hagiográficas, literarias o decorativas- y a sus propios proyectos en el campo de la ilustración editorial. El hecho de que su principal sustento económico proviniera de los encargos del taller familiar y su temprana muerte a los 41 años explica su relativamente escasa obra editorial -tan solo 6 libros- que contrasta con su pingüe producción de vidrieras -más de 130 a lo largo de su vida- de la que aparece una pequeña muestra en este reportaje de la televisión irlandesa
Ilustración para los Cuentos de hadas de Hans Christian Andersen (1916)
Centrándonos en su labor como ilustrador, su primer proyecto importante fue el de las ilustraciones que realizó para los Cuentos de hadas de Hans Christian Andersen. En un viaje a Londres en 1913, casi abatido tras haber sido rechazado por varias editoriales, Clarke contacta con George Harrap: un editor que comprende la naturaleza del proyecto y queda maravillado con las ilustraciones que aquel muchacho enjuto, espigado y de aspecto enfermizo le ofrece. De manera arriesgada pero visionaria, Harrap&Co decide apostar por él no solo aceptando su propuesta sino encargándole además una edición de lujo; ambas publicadas en 1916. Ilustraciones respetuosamente fieles a los textos a los que acompañan y que se dividirán en dos tipos: por un lado, aquellas realizadas con un tratamiento amable y colorista que a menudo ha sido comparado con el trabajo de otros autores como Edmund Dulac o Kay Nielsen y por otro aquellas más minuciosas y recargadas en blanco y negro que se convertirían en su sello inconfundible.
Ilustración para los Cuentos de misterio e imaginación de Edgar Allan Poe (1923)
Tres años después, de nuevo con Harrap&Co, publicará el que se convertiría en uno de sus más célebres trabajos: la edición ilustrada de los Cuentos de misterio e imaginación de Edgar Allan Poe. Esta vez, seguramente sintiéndose más identificado con el tétrico y fascinante mundo del estadounidense, Clarke despliega un impresionante trabajo en el que mantiene su fidelidad al texto con un estilo oscuro e inquietante en sintonía con la atmósfera de los relatos. Tal fue su éxito que sería reeditado en 1923 agregando nuevas ilustraciones en color que evidencian la recíproca influencia entre sus facetas como ilustrador y vidriero.
Ilustración para la antología poética The Year's at the Spring (1920)
En 1920 se encargará de ilustrar la antología poética The Year’s at the Spring editada por la estadounidense Brentano’s en las que se alternan ilustraciones a página completa en blanco y negro o en color con pequeños detalles ornamentales y en 1922 volverá a ilustrar una serie de cuentos infantiles y juveniles, esta vez de Charles Perrault, de nuevo con la editorial Harrap&Co. Un proyecto en el que el impecable oficio de Clarke vuelve a estar a la altura de la fantasía del texto.
Ilustración para Fausto de Johann Wolfgang von Goethe. Posible autorretrato como Fausto (1925)
Pero el culmen de su trabajo en el campo editorial -opinión manifestada también por el propio autor- llegaría en 1925 de la mano de otro texto inmortal: el imponente Fausto, de Johann Wolfgang von Goethe. En éste, como en el caso de los relatos de Poe, la gráfica se pone al servicio de la historia sin perder el personal estilo de un Harry Clarke desenvuelto y entregado a lo macabro. Más de setenta ilustraciones a página completa o pequeños detalles ornamentales que reflejan a la perfección la angustia, la decadencia y la provocación del texto y que se convirtieron en un clásico de la ilustración inseparable del clásico literario.
Ilustración para los Poemas de Algernon Charles Swinburne (1928)
Finalmente, en 1928 publicaría el que sería su último -y quizás su más polémico- trabajo editorial: una selección de Poemas de Algernon Charles Swinburne, editados por John Lane the Bodley Head, de Londres y cuyas ilustraciones fueron posiblemente las más eróticas y explícitas de la producción de Clarke. Tanto es así que fueron tildadas de obscenas debido a los sugerentes desnudos y a la androginia de varios de sus personajes y llegó incluso a ser un libro prohibido en Irlanda.
Ilustración para el colectivo The Dublin Drama League (1925)
Otros proyectos curiosos acometidos por Clarke y alejados del común de su producción nos ofrecen una visión más amplia sobre su gran versatilidad. Sirvan como ejemplo los ocho volúmenes que componen la publicación Ireland's Memorial Records 1914-18 que ilustró con motivos bélicos y hermosas cenefas decorativas en 1923 por encargo del mariscal de campo Sir John French para honrar la memoria de los soldados irlandeses caídos durante la Primera Guerra Mundial. También llamativos -y muy codiciados actualmente por los bibliófilos- son los dos folletos publicitarios que realizó para la destiladora dublinesa de whisky John Jameson&Son y que llevaron por título La historia de la Casa Grande - Origen de John Jameson Whisky, de 1924 y El Elixir de la Vida de 1925. Además diseñó felicitaciones navideñas, un calendario para una compañía aseguradora o carteles para obras de teatro como las de la formación literaria The Dublin Drama League entre otras colaboraciones puntuales. Lamentablemente hubo también otros proyectos que nunca vieron la luz, como sus ilustraciones para poemas de W. B. Yeats o las realizadas para La balada del viejo marinero de Samuel Taylor Coleridge, que fueron destruidas en un incendio durante las revueltas de la llamada Pascua Sangrienta de Dublín de 1916.
Ilustración para los Cuentos de misterio e imaginación de Edgar Allan Poe (1919)
A menudo se ha comparado la obra de Harry Clarke con la del inglés Aubrey Beardsley. De hecho parece incuestionable que el irlandés se inspirara en Beardsley en varios aspectos como el uso de grandes bloques de blancos y negros, la elegante sinuosidad de sus formas o un espíritu decadentista fin de siècle común. Fueron precisamente esas similitudes con Beardsley las causantes de que algunas de sus primeras ilustraciones –concretamente las de la Salomé de Oscar Wilde o las de El rizo robado de Alexander Pope, ilustradas años antes por el inglés- no fueran publicadas ya que las comparaciones habrían sido inevitables. Sin embargo, el trabajo de Clarke devino al poco tiempo mucho más enigmático e inquietante, consiguiendo un estilo propio muy particular gracias a su excelente ejecución del dibujo, la variedad de sus tramas gráficas, los profusos damascados, la minuciosidad de sus detalles y su tendencia al horror vacui. Otras influencias o fuentes de inspiración de naturaleza diversa como la pintura prerrafaelita, el simbolismo, la tradición celta o el Art Nouveau así como ciertos ecos exóticos de japonismo y de las vestimentas de los ballets rusos unidas a una concepción casi medieval del oficio artesano, contribuyeron a la consolidación del estilo y la actitud de Clarke, quien llegó a caricaturizarse como un monje trabajando en su scriptorium.
Ilustración para Fausto de Johann Wolfgang von Goethe (1925)
Harry Clarke desarrolló a lo largo de su vida una producción artística antitética, dividida entre la devoción católica y la fascinación por lo siniestro, tal como muestran sus vidrieras y sus ilustraciones editoriales. Quizás algunos aspectos de su biografía como su siempre maltrecho estado de salud, la temprana muerte de su madre o los rígidos preceptos religiosos inculcados por su educación católica, fueron en parte los que forjaron en él esa compleja dualidad entre lo sagrado y lo profano, entre la redención y el pecado, entre lo divino y lo humano. Tal vez por ello, quién sabe si en un intento por redimirse o por el placer de la provocación, acabó autorretratándose como Fausto –aquel personaje que vendió su alma al diablo- y en la vidriera de El Juicio Final: caminando junto al resto de los condenados hacia el fuego eterno.
Ilustración para Fausto de Johann Wolfgang von Goethe (1925)
Las obras de Harry Clarke pasaron a dominio público en 2011, 80 años después de su muerte. Recientemente, la editorial Libros del Zorro Rojo ha publicado en castellano dos magníficas ediciones de dos de sus más célebres trabajos: Cuentos de imaginación y misterio, de Edgar Allan Poe (2009) y Fausto, de Johann Wolfgang von Goethe (2012).
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